Hace un par de semanas, los cobradores de impuestos del gobierno estadounidense, el Internal Revenue Service (IRS), publicaron un nuevo informe. Según el IRS el 1 por ciento más rico en EEUU acaparó en 2005 el 21,2 por ciento de todos los ingresos, superior al 19 por ciento que consiguieron el año anterior. Al mismo tiempo, en 2005, el 50 por ciento que menos gana sólo acaparó el 12,8 por ciento de todos los ingresos, inferior al 13,4 por ciento conseguido el año anterior. Estos datos son una cifra récord y para obtener unos resultados similares tendríamos que remontarnos a 1986, aunque otros sugieren que la última vez que los norteamericanos más ricos consiguieron este porcentaje tan elevado del ingreso nacional fue en los años veinte.
Y hay más. Los datos del IRS demuestra que los ingresos de la población que se encuentra en el medio de estos dos polos cayeron un 2 por ciento entre 2000 y 2005, ajustada la inflación, hasta los 30.381 dólares. Al mismo tiempo, el nivel de ingresos del 1 por ciento más rico creció un 3 por ciento, a 364.657 dólares, ¡diez veces más!
Estos datos no sólo reflejan la crisis económica, la guerra y el despilfarro, sino también son un síntoma de un sistema caracterizado por una grotesca explotación e injusticia. Cuando Marx escribió El Capital hace aproximadamente ciento cincuenta años, afirmaba que el "pauperismo (pobreza) es parte de la condición de la producción capitalista y del desarrollo capitalista de la riqueza... en la proporción que se produce la acumulación del capital, empeora la situación del trabajador".
En otras palabras, el capitalismo alimenta la desigualdad de ingresos y riqueza entre los capitalistas y la masa de trabajadores. El capitalismo sólo puede funcionar llevando la jornada laboral del trabajador, en malas condiciones y con frecuencia en condiciones de esclavitud.
En El Capital, utilizando los estudios de los inspectores fabriles, Marx describía de una manera detalla las condiciones terribles que sufrían los niños, las mujeres y los hombres que trabajaban en las fábricas, minas, tiendas y oficinas en el siglo XIX. Este empobrecimiento de la clase obrera se aplicaba a cada aspecto de su vida bajo el capitalismo: largas jornadas en espantosas y oscuras fábricas, seguido por una mala vivienda, pobre salud y educación. La desigualdad de riqueza e ingresos no sólo eran las cifras, la realidad de la pobreza bajo el capitalismo es mucho más.
En el siglo XXI para muchos en Gran Bretaña y EEUU nada ha cambiado. Los inmigrantes ahora proceden de Europa del Este o Asia, no de las granjas y el campo (o Irlanda) como ocurría hace ciento cincuenta años. Pero están sometidos a las mismas condiciones inhumanas de los mariscadores de la Bahía de Morecambe o que los albañiles polacos explotados por agencias de empleo sin escrúpulos, como refleja la última película de Ken Loach.
Y, por supuesto, las oscuras fábricas del siglo XIX en Gran Bretaña ahora se han trasladado a China o India, donde miles de campesinos son alojados en ‘albergues' y obligados a trabajar mañana, tarde y noche por salarios irrisorios para fabricar productos exportados baratos a EEUU y Europa.
Al mismo tiempo, cuando US Inland Revenue anunciaba la enorme desigualdad de ingresos en EEUU, se conocía que una gran empresa en EEUU había ordenado una "investigación" porque uno de sus suministradores en la India había obligado a sus trabajadoras a quedarse en la fábrica tanto tiempo que una mujer había muerto a las puertas de la empresa porque la impidieron ir al médico cuando se sintió enferma y otra trabajadora embarazada tuvo el niño en la fábrica porque no la dieron permiso para salir (el niño nació muerto).
Y aún así, los economistas del capitalismo siguen diciendo que Marx estaba equivocado y que la clase obrera no se ha empobrecido progresivamente. Ha ocurrido todo lo contrario, con el capitalismo cada vez se ha empobrecido más. Paul Samuelson, el decano de los capitalistas norteamericanos, que escribió un libro que todos los economistas en ciernes deben leer, decía que Marx estaba tan obviamente equivocado, que todas sus ideas y teorías habían fracasado.
Marx nunca dijo que el empobrecimiento significara una caída absoluta de los ingresos de la mayoría. Lo que dijo fue que los auges económicos eran seguidos por recesiones y, por lo tanto, en estas últimas, un gran número de trabajadores perdería sus empleos y serían arrojados al montón de deshechos, y entonces sus ingresos caerían de manera abrupta. Y precisamente el temor a que eso ocurra hace que los trabajadores en muchas ocasiones hagan lo que quiere el capitalismo. Pero durante la mayor parte del tiempo, y para la mayoría de los trabajadores, los salarios subirían.
Como decía Marx: "El poseedor de la fuerza de trabajo hoy, mañana debe ser capaz de repetir el mismo proceso y en las mismas condiciones con relación a la salud y la fuerza. Su medio de subsistencia por tanto debe ser suficiente para mantenerle en su estado normal como trabajador individual. Sus necesidades naturales, como la comida, la ropa, el combustible y la vivienda varían de acuerdo con el medioambiente y otras peculiaridades físicas de su país. Por otro lado, el número y el alcance de los llamados requerimientos necesarios, como también la forma en que son satisfechos, son en sí mismos productos de la historia... En contraste, por lo tanto, como ocurre con otras mercancías, la determinación del valor de la fuerza de trabajo contiene un elemento histórico y moral".
En otras palabras, el hombre y la mujer deben trabajar para conseguir lo que necesitan. Para hacerlo, necesitarían un coche para ir al trabajo o dinero suficiente para pagar un autobús o un tren. Necesitarán pagar alquileres o hipotecas, electricidad y combustible, ropa para los hijos, guarderías.... Todo esto debe formar parte del "salario de subsistencia" o de lo contrario, los trabajadores no podrían trabajar. Y estas necesidades mínimas están presentes en todo momento, por lo tanto, los salarios deben cubrirlas.
El verdadero test de la libertad y la opción sería si la mayoría de las familias trabajadoras tuvieran una parte considerable de sus ingresos que fuera "discrecional", es decir, disponible para gastar en lo que ellos quieren. Si no trabajaran tanto tiempo para conseguir sus ingresos, podrían pasar tiempo con sus hijos, educarles, etc., Cualquiera que no pueda hacer esto es que está empobrecido, y este empobrecimiento se aplica a la mayoría de los trabajadores.
Algunos economistas capitalistas admiten que Marx no sugería que los salarios de los trabajadores tengan que caer bajo el capitalismo, sino que sólo relativamente lo hacen con relación a los ingresos capitalistas. Pero, para demostrar que Marx estaba equivocado, los economistas dicen que la desigualdad no ha aumentado bajo el capitalismo.
Podríamos mostrar toda una serie de estudios que demuestran como la desigualdad de ingresos ha aumentado en los últimos cincuenta años, y que las desigualdades en los países capitalistas occidentales son tan grandes como en los tiempos que Marx escribió El Capital, sino mayores.
La desigualdad de ingresos en los denominados países capitalistas subdesarrollados de Asia, África y América Latina son enormes, mucho mayores que en los países capitalistas desarrollados. Incluso en China, que antes tuvo un cierto grado de igualdad (una igualdad de pobreza) con Mao y el régimen estalinista de los años sesenta a ochenta, ahora las cifras de desigualdad están entre las peores del mundo. El desarrollo del capitalismo en los años ochenta y noventa es la causa.
Pero lo impactante no sólo es la desigualdad de ingresos bajo el capitalismo. Más escandaloso es la desigualdad de riqueza y propiedad. Bajo el capitalismo, aquel o aquella que tiene el control es quien tiene el verdadero poder.
La mayoría de nosotros sólo poseemos pequeñas cosas como una vivienda o un automóvil. No tenemos empresas, tierra, haciendas o plantaciones. No tenemos demasiados ahorros, ni millones en acciones, bonos o "fondos de alto riesgo". Sólo lo tienen una parte muy pequeña de la población mundial, ellos son los capitanes del capitalismo.
El año pasado, la ONU hizo un estudio sobre la desigualdad en el mundo. Los resultados son verdaderamente espantosos. El 1 por ciento más rico de los adultos en el mundo posee el 40 por ciento de la riqueza del planeta. Europa, EEUU y los países del Pacífico asiático son los que tienen mayor número de ricos. Más de un tercio vive en EEUU, mientras que Japón cuenta con el 27 por ciento, Gran Bretaña un 6 por ciento y Francia un 5 por ciento.
El estudio global, del World Institute for Development Economics Research de la ONU, fue el primero en comparar la distribución de riqueza en cada país con los ingresos. Incluye todos los componentes más significativos de la riqueza familiar, incluidos los activos financieros y las deudas, la tierra, los edificios y otra propiedad tangible. Juntos supone 125 billones de dólares en todo el mundo.
Según el informe, el 10 por ciento más rico de los adultos tienen el 85 por ciento de estos activos totales. La mitad de la población adulta del mundo apenas posee el 1 por ciento de esta riqueza global.
Como señala Duncan Green de Oxfam: "estos niveles de desigualdad son grotescos. Es imposible justificar esta inmensa riqueza cuando 800 millones de personas cada noche se van a la cama con hambre. Las buenas noticias es que la redistribución sería relativamente pequeña. Bastaría con que estos ricos den una pequeña parte de su riqueza y así transformar la vida de millones de personas". Banas esperanzas bajo el capitalismo.
Michael Roberts
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