Santa Cruz de Moya, en Cuenca, organiza cada año un homenaje nacional a los maquis
"Tienes que marchar de aquí, Ángel. Esta tierra no tiene perdón. Esta tierra está maldita para ti". En Luna de Lobos, de Julio Llamazares, Ángel es un guerrillero del maquis que actúa en las montañas que separan León de Asturias. Está acorralado. La Guardia Civil trabaja sin descanso para yugular la resistencia interna al franquismo allí donde se haya acantonado. Juana, su hermana, le insta a marcharse, a dejarlo. Todo está perdido y no tiene esperanza.
Es la historia del guerrillero español del siglo XX, aquél que se echó al monte durante los años cuarenta y cincuenta para mantener el testigo de la República derrotada. Todos los años desde hace 19 se celebra el recuerdo de estos hombres y mujeres en un pueblín de Cuenca, Santa Cruz de Moya. Ayer, "mil personas", según Pedro Peinado, el organizador del acto, volvieron a revivir ste recuerdo.
Si entonces muchos resistieron a las torturas y la persecución, el paso del tiempo es implacable y hoy "sólo quedan unos 40 guerrilleros", asegura Peinado, concejal independiente en este lugar de 340 habitantes. Por eso, continúa, "es con ellos, los guerrilleros, con los que todavía se puede hacer justicia por medio de la Ley de la Memoria Histórica que se pretende aprobar".
Eso mismo dijo ayer otro Ángel, este bien real, Ángel Ruiz Toledo, perteneciente a la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA), que fue herido en combate en estos montes en 1949. Ruiz fue evacuado a Francia para vivir y contarlo. Durante el homenaje no se olvidó de los que no lo consiguieron: "Murieron como héroes de España".
Encrucijada montañosa
El monumento que recuerda a los maquis en Santa Cruz de Moya desde 1991 así lo proclama: "A los guerrilleros españoles muertos por la paz, la libertad y la democracia al lado de todos los pueblos del mundo". El pueblo tenía en los 40 hasta 2.200 almas. Su situación geográfica en la encrucijada montañosa de Valencia, Castilla y Aragón, en el valle del Turia, hizo que en la zona surgiera un "movimiento guerrillero" que, como recuerda Peinado, englobaba no sólo a los que atacaban y buscaban refugio sino también a los que ofrecían información y ayuda en la retaguardia de los pueblos.
José Manuel Montorio es un guerrillero de verbo todavía encendido a sus 86 años. Su historia daría para una novela y, cuando la cuenta con voz firme, le lleva a uno a esa época oscura y turbulenta que le tocó vivir en primera persona. Chaval, que ese es su nombre de guerra, ha pasado media vida en el exilio, en Praga, de 1955 a 2005, cuando regresó a su pueblo, Borja (Zaragoza).
Montorio se incorporó a la AGLA desde Francia a los 24 años tras haber combatido a los nazis en Francia. "La guerrilla de España ha sido la más dura del mundo", asegura, "porque en Francia o en Yugoslavia la gente te ayudaba, se levantaba el pueblo contra un ejército, pero aquí sólo te ayudaban si eran republicanos".
El momento más duro para Montorio fue la retirada -20 días a pie desde Cofrentes (Valencia) hasta la frontera, sin dinero, sin apoyos- pero su recuerdo general de ese periodo no puede ser más amargo: "No hubo ni un momento de alegría en la guerrilla. Fue catastrófico. Estábamos convencidos de que íbamos a derrocar a Franco, pero ya ve...".
Peticiones de un guerrillero
Montorio, presente ayer en Cuenca, pide cosas muy concretas al Gobierno ante la posible aprobación de la Ley de la Memoria Histórica. Uno: "Que se recupere la memoria colectiva, no la particular de cada uno, y por tanto, que el Estado sea el que abra las fosas comunes". Dos: "Que dejemos de aparecer como malhechores y criminales en los archivos de la Guardia Civil porque yo sólo usé la metralleta para defenderme". Y tres: "Que se nos reconozca como parte integrante de la lucha contra el franco-falangismo".
La AGLA fue uno de los grupos guerrilleros mejor organizados y más duraderos durante el primer franquismo, según el historiador y profesor de instituto, Salvador Fernández Caba. "Actúan de 1944 a 1952 cuando se decide la retirada", explica. La AGLA contó con el apoyo en personas, armas, dinero y directrices que el PC enviaba desde Francia.
La acción de los guerrilleros -unos 6.000 en todo el país, según algunos estudiosos- se desarrollaba en varios frentes: labores de propaganda, sabotajes (sobre todo en vías férreas) y controles de carretera para recaudar dinero y subsistir.
La dictadura sufrió por sus acciones, pero nunca llegó a sentirse realmente amenazada "porque la gente tenía el hambre y la guerra muy presente", asegura el profesor, "y era difícil que pensaran en rebelarse".
Tanto era así que, aunque los republicanos de corazón veían a los maquis como una esperanza, para la mayoría suponía un problema. "Donde llegaban los guerrilleros no había paz, porque detrás de ellos aparecía la Guardia Civil y las detenciones, las muertes, los enfrentamientos...", relata Fernández.
Arturo Diaz
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