El Parlamento Europeo celebra del 19 al 20 de este mes en Bruselas la conferencia Más allá del PIB, lo que constituye una buena noticia. Desde la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992, cuando 170 gobiernos firmaron la Agenda 21, que acordó corregir los errores en la determinación del Producto Nacional Bruto (PNB) y de su versión doméstica, el Producto Interno Bruto (PIB), oficinas de estadísticas han venido trabajando a esos efectos.
¿Cuáles son los defectos del PNB en su función de contabilizar las cifras del progreso nacional?
En primer lugar, una mirada hacia atrás. El economista Simón Kuznets, quien desarrolló la medición del PIB, nunca lo consideró un indicador global del progreso económico de las naciones. «El bienestar de una nación puede difícilmente ser inferido de una medición del ingreso nacional», dijo Kuznets al Congreso de Estados Unidos en 1932.
Este índice basado en el dinero comenzó a ser usado por completo durante la Segunda Guerra Mundial como un medio para medir la producción total de tanques, aviones, automóviles y todos los otros bienes y servicios intercambiados en una economía monetaria nacional.
Actualmente, en la mayoría de las economías desarrolladas los servicios crecen más rápidamente que los bienes y los estadísticos están revisando constantemente los componentes del PIB. Pero dado que el PIB solo incluye producción medida en dinero, estos indicadores hacen caso omiso de muchos costos sociales y ambientales, de la misma forma en que lo hacen muchas empresas. Los manuales de economía hacen referencia a esos costos soportados por la sociedad y por las futuras generaciones como «externalidades», o sea costos externos que pueden ser omitidos de los balances, así como del PIB.
Por los años 60, grupos cívicos de base comenzaron a notar los efectos perversos de este enfoque. Por ejemplo, si bienes como los bosques no son evaluados en el PIB, un país puede talar todos sus bosques y registrar la venta de la madera como una adición al PIB sin anotar las pérdidas en lugar alguno. Del mismo modo, el PIB trata a la educación como un costo, en lugar de una inversión de la sociedad para formar ciudadanos educados y productivos.
En la década pasada, las compañías comenzaron a considerar los costos sociales y ambientales de su producción, incorporándolos a sus balances, según un modelo ahora usado por más de 600 corporaciones mundiales. Sin embargo, no se han hecho correcciones similares en el PIB.
De acuerdo con los manuales económicos, el PIB todavía da un valor equivalente a cero a bienes ecológicos vitales como el aire limpio, el agua y la biodiversidad, así como tampoco tiene en cuenta el trabajo no remunerado (en la crianza de los niños, el mantenimiento del hogar y la familia, el cuidado de los enfermos y los ancianos, los servicios voluntarios, etcétera), que constituyen una gran parte de toda la producción.
De modo que desde la Cumbre de la Tierra, hay un movimiento para establecer más amplios indicadores de progreso y de calidad de vida. Muchas ciudades ahora tienen índices de su calidad de vida que van más allá del dinero y de ciertos aspectos estrictamente económicos en la consideración de numerosos sectores, como la salud pública o los costos ambientales.
Sin embargo, los principales medios de comunicación todavía informan sobre el PIB sin dar cuenta de sus deficiencias. Entretanto, los macroeconomistas, los estadísticos y los académicos continúan dando largas al asunto. Lo que hacen es recibir subvenciones para investigaciones a fin de compilar datos sobre daños ambientales y costos sociales. Pero en lugar de incluir estos costos de las cuentas del PIB, los mantienen separados como «cuentas satélite». Por lo tanto, los medios de comunicación y el público piensan que esas cifras no son importantes.
Hoy tales costos son visibles y aumentan el calentamiento global, la desertificación, los incendios, las inundaciones, las sequías y la destrucción ambiental, de modo que los desafíos al PIB han llegado a las agendas políticas a lo largo y ancho del mundo. Batallas predecibles estallan entre los políticos y los grupos de interés que se benefician con la noción de «progreso» del PIB actual y organizaciones de las sociedades que soportan los costos y riesgos de continuar con ese incompleto registro.
Sin embargo, la marea está cambiando. Quizá, después de la conferencia del Parlamento Europeo, las 27 naciones de la Unión Europea serán las primeras en adoptar un nuevo PIB que pueda integrar a todos los factores que influyen sobre nuestra calidad de vida. Ahora sabemos que cuando intencionadamente nos tapamos los ojos ante todas esas «externalidades», se crean bombas de tiempo que tarde o temprano estallarán. (Servicio de columnistas de IPS)
Hazel Henderson, economista y escritora estadounidense, es la autora de la serie televisiva Ethical Markets (www.ethicalmarkets.com) y del indicador sobre calidad de vida Calvert-Henderson (www.calvert-henderson.com).
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