Aplicando el principio fascista de: “una mentira repetida muchas veces se transforma en verdad”, se ha difundido la especie de que la guerrilla de las FARC-EP es el factor principal del fenómeno del desplazamiento de campesinos en Colombia.
Instituciones y organismos que han abordado el análisis de este fenómeno, así como algunas ONGs de cierta seriedad, han caído en la trampa. Incluso personalidades progresistas y sectores revolucionarios se han dejado arrastrar por la corriente y también las señalan como los principales generadores del desplazamiento en Colombia.
Nada más fuera de la realidad que tratar de asimilarlos o ponerlos a la par con los verdaderos agentes que causan el desplazamiento de millones de colombianos. Un análisis serio, objetivo y sin apasionamientos de este drama demostrará a quien lo haga, que en el fondo se busca es ocultar las verdaderas causas y los reales promotores y ejecutores de esta política.
Hay que comenzar por analizar el origen de las FARC y su proyecto político. La violencia partidista de los años 50 generada por terratenientes y latifundistas tuvo como propósito cardinal una nueva redistribución de la tierra aumentando la concentración de ésta a través de la violencia, el arrasamiento y el terror, con el fin de garantizar los proyectos agroindustriales impuestos por la política económica del imperio y consolidar el latifundio en el campo como relación social que les permitiera conservar el sometimiento político del campesinado.
En la región de Marquetalia, en 1964, había varias familias campesinas que laboraban pacíficamente, procedían de diversas regiones de Colombia y habían llegado allí desplazadas en varias ocasiones por la violencia partidista de los años 50. Cuando en mayo de 1.964 iban a ser víctimas de otra agresión que implicaría nuevamente el desplazamiento, 48 humildes labriegos toman la decisión de no seguir con sus bártulos al hombro y definen empuñar un fusil para impulsar un proyecto político revolucionario, donde no se desplace al campesino en aras de los intereses de una minoría.
De ahí que la esencia misma de la génesis de las FARC está en el desplazamiento forzado implementado como política de Estado en Colombia para garantizar los intereses y los proyectos de la clase dirigente sometida a los designios del imperio del norte. El surgimiento mismo de las FARC es una expresión legítima de rechazo a esta práctica, pero además es la construcción de una alternativa que incluye el no desplazamiento forzado en aras de intereses, la mayoría de las veces foráneos.
Otro elemento que debe entrar en el análisis de este fenómeno social, el desplazamiento, es determinar a quienes beneficia, por qué y para qué se implementa y a quienes utilizan para su ejecución. Este examen, si no es sesgado, le demostrará a cualquiera que las FARC nada tienen que ver con la implementación del desplazamiento forzado, como política de la organización. No se trata en esta nota de abundar en detalles. Hay extensos estudios, unos más serios que otros, que demuestran, quienes son los que están detrás del desplazamiento en la Guajira, con el Cerrejón de por medio; en el Chocó, con los proyectos de palma africana al orden del día; en Antioquia con Urrá I y Urrá II; en el Catatumbo donde el petróleo, el carbón, el agua y la palma están en la mira de las transnacionales; en Urabá con el Golfo y la industria bananera, para citar solo algunos ejemplos.
Ahora, hay casos muy puntuales, que son consustanciales al conflicto armado en que estan inmersos, impuesto y agenciado por el Estado, y que apuntan a garantizar su razón de ser. Cuando se da el caso de alguien en una vereda, que de forma voluntaria, decide ponerse al servicio del ejército y está pendiente de nuestros movimientos y ubicaciones para informar y guiar a las patrullas u orientar los aviones y helicópteros en los bombardeos y desembarcos, no les queda otra salida que abordarlo para recriminar su actitud, exhortarlo a que cambie su conducta. Muchas de las veces estas personas abandonan la región y se presentan como desplazados.
Otras situaciones que se presentan, es cuando las comunidades los abordan para que actuen frente a personas de la misma comunidad que se dedican al robo, al abigeato, a vicios que van contra las costumbres sanas de la gente, al maltrato de los conyugues e hijos, etc. Proceden abordando la persona para tratar de hacerle conciencia de la necesidad de que cambie su comportamiento y si el caso lo amerita lo sancionan con algún trabajo social (limpiar la escuela, arreglar un puente, etc.). Algunos deciden más bien irse de la región y presentarse como desplazados por la guerrilla.
Y es en estos casos en donde el establecimiento, apoyado en los medios de desinformación, aplica en toda su intensidad el principio fascista de la exageración y la desfiguración de los hechos, buscando con ello, deslegitimizar su justa causa insurgente, y que para no sumarse a la lista de desplazados se han unido alrededor de un proyecto político que busca erradicar las raices de tan denigrante fenómeno.
El ahogado no hay que buscarlo aguas arriba. El desplazamiento en Colombia está implementado por el Estado colombiano obedeciendo a los intereses de las grandes transnacionales ligadas a lo más retardatario de esta oligarquía traganíquel, como la llamaba Jacobo Arenas, encaminada a desterrar la gente en la zonas ricas en biodiversidad, agua, petróleo, minerales y propuestas de infraestructura asignadas por el imperio, para que pasen a manos de terratenientes, empresas petroleras, mineras y agroindustriales, a la vez que se garantiza en los centros urbanos mano de obra barata.
No es cierto que los campesinos huyan del fuego cruzado de la guerrilla y el ejército oficial y el no oficial -léase paramilitares-; huyen es del salvajismo y la brutalidad desplegada por el aparato represivo gubernamental y las bandas que los apoyan.
ANNCOL
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