La condena ha sido lanzada a nivel mundial: habrá 231 millones de desocupados de aquí a fines de 2009.
Con impunidad, los dueños de la pelota, los que concentran las riquezas en pocas manos, las riquezas producidas por las trabajadoras y trabajadores del mundo, dicen que mantendrán sus tasas de ganancias con el pesar de los que producen esas ganancias.
El capitalismo debe sobrevivir. Para eso es necesario aplicar la vieja receta de engordar los ejércitos de desocupados, abrir las fosas nunca suficientemente grandes de la exclusión, menospreciar la capacidad y fuerza de trabajo y seguir sumando dinero.
Es la mano dura del sistema. La pena de vida sin trabajo. La angustia cotidiana de no saber qué quiere decir la palabra mañana.
La impunidad de los despedidores está construida, además, por las oficinas de las Naciones Unidas que hacen de virtuales voceros, anunciadores del Apocalipsis del tercer milenio.
Inyectan miedo para disciplinar a las sociedades.
Obediencia debida a los grandes patrones.
La condena ya ha sido lanzada desde las oficinas que dicen defender los derechos de los trabajadores y, en forma paralela, advierten del tamaño del desprecio.
Informan pero no se rebelan los funcionarios de las Naciones Unidas, en este caso, de la Organización Internacional del Trabajo.
Comunican la condena y no la cuestionan.
Es que el capitalismo debe vivir y por eso impone su obediencia debida por medio del miedo impuesto.
Habrá 231 millones de desocupados de aquí a fines de 2009.
Imposible imaginar cada una de las historias que sumadas dan 231 millones de vidas parecidas a las de cualquiera que se asoma a esta página.
La información dice que el director general de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), el chileno Juan Somavía, afirmó que la actual crisis financiera "se ha convertido en una crisis de empleo global” y que "el desempleo a nivel mundial podría afectar hasta a 231 millones de personas en 2009, un incremento de 52 millones comparado con 2007".
El funcionario agregó que la actual crisis "ha puesto en peligro, en tan sólo pocos meses, gran parte de los avances que el mundo ha realizado en los últimos quince años en materia de reducción de la pobreza".
Para Somavía es el resultado de un modelo de globalización "desequilibrado e injusto" que en los últimos años había sobrevalorado el papel del mercado, infravalorado el rol del Estado y "menoscabado la dignidad del trabajo y el respeto por el medio ambiente".
Nadie podría desmentir a Somavía pero sería preciso algo más.
Es necesario alguna forma de rebeldía.
No puede aceptarse como condena del más allá el cálculo de las multinacionales sobre las crónicas existenciales de 231 millones de personas.
Así avanza la humanidad, de la mano dura del capitalismo, anunciando historias sin futuro, multiplicando angustias y exigiendo resignaciones.
Habrá que decir, más allá de la condena, que otros tantos millones no se resignarán y que no habrá exilio de horizontes. Por más que lo anuncie la políticamente correcta Organización Internacional del Trabajo.
Carlos del Frade (APE)
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