Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
sábado, julio 02, 2011
Grecia: entre la rabia y la resistencia
El 2010 en Grecia fue de plena incertidumbre. Después de ganar las elecciones en octubre de 2009, el primer ministro Giorgos Papandreu anunció que “sí existía dinero” para que la economía griega siguiera cumpliendo con sus obligaciones. Unos meses después decidió que ya no lo había, y que el país tenía que solicitar ayuda económica al FMI y la Unión Europea. Durante todo ese tiempo, los políticos aparecieron en las pantallas de los medios masivos de comunicación comentando el tema: que si había o no dinero, que si la economía se colapsaría o no, que si había necesidad de pedir un préstamo para seguir saldando deudas.
La población griega se encontraba aterrorizada. Mientras los políticos hablaban de números incomprensibles, la gente dudaba de lo que todo eso significaría para su vida diaria, sin entender a quiénes debía y por qué. Hasta que llegó el momento en que decidió movilizarse. Se lanzó una convocatoria anónima a través de las redes sociales en Internet para que los habitantes salieran y se reunieran en la plaza central de Atenas en Sintagma, donde se ubica el parlamento griego.
Así que la tarde del 25 de mayo la gente empezó a congregarse fuera del parlamento del país. Fue impresionante la cantidad de personas que llegaron. A partir de ese día, los griegos se reúnen fuera del parlamento todas las tardes. Ahí permanecen por horas, haciendo sonar cucharas y ollas, cargando banderas griegas y de otros países del mundo en las manos, chiflando, gritando consignas espontáneas una y otra vez, sin parar. El clima es festivo. No se trata de quejarse o de pedir; se trata de manifestar un descontento enorme y decisivo. “Ya, nunca más van a decidir sin nosotros”. Se trata de un acá estamos y no estamos de acuerdo. “No estamos de acuerdo en vivir en una supuesta democracia, en que los que deciden sobre nosotros lo hagan sin nosotros”, comentaba la gente entre sí.
Y así siguió la situación por más de un mes, y el gobierno se vio obligado a anunciar un cambio de gabinete. Al mismo tiempo, éste estableció la fecha en que aprobaría las nuevas medidas de austeridad, que consisten en un aumento de impuestos para la mayoría de los griegos, privatizaciones de empresas estatales y recortes sociales fatales para una población de por sí ya presionada, que sufre por la desocupación y vive un futuro incierto. “Podríamos soportar mucho sufrimiento si contáramos con alguna perspectiva para el futuro”, cuenta uno de los manifestantes. “Pero con esas medidas que quieren aprobar no hay futuro, no para nosotros ni para nuestros hijos”.
La fecha anunciada para la aprobación fue el 29 de junio. La asamblea popular de la plaza de Sintagma, que tiene lugar todos los días a las 9 de la noche con la participación de la gente, decidió estar presente en las calles ese día y el anterior, presionando para que dichas medidas antisociales no se aprobasen. También los sindicatos oficiales, presionados por sus bases, anunciaron una huelga general de 48 horas para estos días.
El día 29 de junio amaneció hermoso. Se vio a decenas de personas juntarse en tres puntos de encuentro que se habían decidido en la asamblea de la plaza para cercar el Parlamento y no dejar a los diputados entrar al edificio. La brutalidad policíaca se hizo clara desde temprano, cuando se armaron dos bloqueos en las calles principales para cerrar el camino a los diputados. Los policías atacaron con fuerza a los manifestantes, tirando gases lacrimógenos y pegando con sus toletes.
Al mismo tiempo, la gente se concentraba en la plaza Sintagma. Desde los micrófonos se anunciaban las llegada de autobuses procedentes de diferentes ciudades del país con gente que venía a protestar contra las medidas de austeridad. La gente entraba en la plaza cargando sus pancartas, aplaudiendo y gritando consignas, para después congregarse fuera del parlamento. Asimismo, la estación de metro se encontraba atiborrada de personas provenientes de los diferentes barrios de la ciudad.
Mientras tanto, adentro del parlamento comenzó la discusión sobre las nuevas medidas. El centro de Atenas estaba lleno de gente que protestaba pacíficamente. Alrededor de las dos de la tarde empezó un ataque policial sin precedentes. Con una cantidad inmensa de lacrimógenos, cuyo uso únicamente se considera legal en condiciones de guerra, los cuerpos de policía dispersaban a la gente que se manifestaba. Los toletes policíacos golpeaban indiscriminadamente a gente mayor, a mujeres y niños, dejando un saldo de por lo menos 500 personas heridas. Rompieron piernas y cabezas, y provocaron problemas respiratorios a la gran mayoría de los manifestantes. Incluso tiraron gases dentro de dos estaciones de metro del centro de la ciudad, donde gente buscaba refugio de los gases de la plaza y donde, también, un grupo de médicos atendía a los heridos. Aunque muchos de los manifestantes venían ya preparados con máscaras y pañuelos para protegerse de los gases, la cantidad con la que fueron atacados supera la imaginación de cualquiera. El centro de Atenas fue escenario de guerra por más de 12 horas, durante las cuales una nube de gases cubrió el cielo, que se hizo gris por varias horas.
Mientras tanto, un grupo de jóvenes encabronados desprendían el pavimento de las calles cercanas y de la plaza, y arrojaban piedras a los policías. Algunos manifestantes se acercaban a estos jóvenes y les explicaban que lo que hacían, lejos de ayudar, daba pretextos a la policía para que atacara.
Muchos de estos jóvenes escucharon y dejaron de hacerlo. Sin embargo, existen videos que muestran “manifestantes” vestidos de negro, como estos muchachos, saliendo de las filas policíacas o entrando en ellas.
Lo que se intentó hacer fue provocar miedo a la población para que ésta no saliera a las calles a manifestarse. Pero la represión brutal provocó el resultado contrario. La gente estaba muy enojada; después de cada ataque por parte de la policía, regresaba a su lugar de protesta con más fuerza que antes. Muchas veces, los manifestantes se enojaban tanto por el comportamiento de los policías que se juntaban y, sin más arma que su voz, los forzaban a retroceder. La solidaridad entre los asistentes fue impresionante. Si alguien no podía respirar o ver debido a los gases lacrimógenos, siempre se encontraba alguien ahí para ayudar. Había muchísimas personas dando vueltas por el centro de la ciudad, portando un líquido que alivia los síntomas producidos por los gases y ofreciendo auxilio a la gente. Manos dispuestas a ayudar cargaban a las personas que ya no podían moverse. Y cada vez que se oían los disparos de los gases, la gente aplaudía fuerte, una y otra vez, y se daba ánimos entre sí.
Y así pasaron casi tres horas, hasta el momento en que se empezó a correr el rumor de que ya se habían aprobado las medidas, con 155 de los 300 diputados votando a favor. “Ya sabíamos que lo iban a votar”, comentó una mujer de 50 años que estaba en la calle desde la mañana. “Estamos luchando por una gloriosa derrota, por nuestra dignidad. Nos hablan en la tele sobre los chavos que tiran piedras y no sé que cosas. Pues, la verdad, que ahora ya lo quemen todo, de por sí ya nada es de nosotros”.
“Hoy vivimos una guerra”, comenta su compañera que descansa por un rato a su lado, agotada ya de tantos gases. “Esto jamás lo hemos visto antes. De hoy en adelante están en guerra con el pueblo griego, el señor presidente está ya en el basurero de la historia”.
Después de tantas horas de represión, la policía optó por terminar de una vez por todas con la protesta. Un grupo especial de policías que andaba en motos fue desplegado en las calles centrales de la ciudad. Eran como 50 motos a la vez, avanzando a una velocidad asesina por las calles que estaban llenas de gente. Mientras se desplazaban tiraban gases lacrimógenos a la gente que se hallaba en su paso, para no atropellarla, y pegaban fuerte con toletes a quien estaba en su camino. Pasaron incluso por las calles turísticas de la ciudad lanzando gases a gente que comía en restaurantes y a turistas que paseaban por la ciudad.
“Yo los vi pasando varias veces por acá, debajo de mi casa, pegando a la gente”, cuenta una de las manifestantes que vive cerca de la plaza en Sintagma. “Aterrorizan al mundo entero, son unos brutales. Yo les estaba tirando macetas desde mi balcón. Es que ya llevo un mes en la calle, ahí en la plaza y lo que están haciendo es inconcebible. Pero ya no nos van a parar. No estuvo bien cuando nada más nos quedábamos en nuestras casas aguantando todo lo que hacían, sin hablar”.
Incluso así la gente no se retiró y siguió resistiendo, regresando una y otra vez a la plaza hasta que, alrededor de las once de la noche, decenas de cuerpos antimotines cercaron la plaza de Sintagma, prohibiendo a los presentes permanecer frente al parlamento. Mucha gente se quedó enfrente de las filas policíacas por muchas horas, preguntando: “¿por qué no nos dejan pasar?”. En las primeras horas del día siguiente, la policía se retiró y la gente regresó a la plaza; poco a poco se limpiaron las calles y la plaza, se recogieron las piedras, las botellitas de gases, las tiendas de campaña destruidas. Se armó el campamento de nuevo y se preparó la plaza para recibir a la gente que hoy, 30 de junio, de nuevo se juntará allí.
30 de junio: “En lugar de debilitarnos, nos hicieron más fuertes”
Al día siguiente de la represión brutal que la policía griega desencadenó contra el pueblo griego, el centro de Atenas se llenó otra vez de gente. Miles de personas salieron de nuevo para denunciar el comportamiento policial durante el día 29 de junio. Esta vez la rabia de la gente se sentía en el ambiente y daba escalofríos. Por horas la gente se quedaba parada frente a las filas policiacas que resguardan el Parlamento hablándoles, insultándolos, pidiéndoles que renunciaran.
Un jóven enojadísimo les tira de repente una botella de agua. Algunos de los manifestantes le piden que no lo haga. Otros lo defienden diciendo: “No, pues es que superaron nuestros límites, son unos brutos que no entienden nada. Yo no estoy encapuchado, tengo dos hijos y lo que hicieron ayer es imperdonable, se portaron como perros feroces”. Por ahí había también un padre, fuera de control, que estaba gritando a un policía en específico: “yo te conozco, ayer mandaste a mi hijo al hospital, eres mi vecino, sé donde vives y la escuela donde van tus hijos”.
“¿Que le vas a decir a tu hijo mañana cuando te pregunte en qué trabajas papi? Le tienes que decir que estás matando gente. ¿Cómo pueden dormir en las noches?”, les gritaba otro. Y su compañero agregaba: “Ayer nos decían que ahora los vamos a chingar, a nosotros que no tenemos trabajo y que por eso estamos acá. A ver cuando ustedes se queden sin trabajo, ¿quién va a estar a su lado?”
En la plaza, abajo, ya habían armado de nuevo las tiendas de campaña y las mesitas de los diferentes puestos de trabajo y también se veían colgadas en diferentes partes de la plaza decenas de botellitas de los gases lacrimógenos que recogió la gente. Como todas las noches desde el 25 de mayo la asamblea popular de la plaza empezó a las 9 de la noche. El asunto de discusión era en contra de la represión estatal y la clase política y por la democracia directa. “Es que lo que pasó ayer es la destrucción total de la democracia, que significa que el pueblo manda. Todos ellos, ahí en el Parlamento, deberían de abrir un diccionario. Pero es que no había otra manera de votar las medidas, sólo así, ahogando nuestras voces por unas horas con gases lacrimógenos. Pero lo que no sabían era que en lugar de debilitarnos, nos hicieron más fuertes”, comentaba una señora.
En la asamblea se escucharon mensajes de solidaridad desde Islandia, Egipto y Argentina que daban ánimo a la gente para que siga resistiendo. El clima era festivo. La gente aplaudía una y otra vez y fuerte. “Nosotros, como pendejos, votábamos por ellos hasta ahora, pero pues ya, ahora este movimiento es nuestra vida, nuestro futuro, no nos vamos a ir hasta que se vayan ellos”.
Elpida Nikou
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