Texto del autor en homenaje a Fernando Martínez Heredia en el ICIC Juan Marinello
Nunca me he sentado en esta mesa sin que Fernando haya estado al lado mío, ni una vez. Quiero compartir con ustedes por eso, algunas cosas que aprendí que hay que defender, al lado de Fernando y trabajando siempre con él.
Él me enseñó que la Revolución no es un mundo de quimeras, ni una osadía muy cara, ni una añoranza muy bella. Es la hija más amada de la filosofía de la praxis, pues siempre ha ido más allá de todas las posibilidades aparentes.
Me enseñó que el Estado revolucionario debe ser muy fuerte para defender al país, pero no puede perder de vista que es un, el, instrumento privilegiado del proyecto de hacer la Revolución. Que sus instituciones deben ser, si se llaman revolucionarias, efectivas y formadoras, pero nunca puntos de llegada. Que el poder revolucionario debe estar obligado a avanzar hacia su conversión en verdadero poder popular y que los revolucionarios tienen que velar porque no degenere en poder de un grupo, que termine cerrando el paso al socialismo.
Me enseñó que Fidel y el Che fueron los más originales marxistas latinoamericanos, que lo hicieron todo por un comunismo de liberación nacional, como querían Mella y Guiteras, creador, igualitarista, insurrecional e internacionalista.
Me enseñó que la Revolución no les dio a los cubanos según su trabajo, sino por ser cubanos.
Me enseñó que la guía de nuestra actividad intelectual, como la suya, tiene que ser la de una militancia en defensa de la revolución y de la profundización del socialismo en Cuba. Pero que esa tarea era muy difícil, todo lo verdaderamente importante es muy difícil.
Me enseñó que solo una recuperación profundamente crítica, honradamentecrítica, del marxismo será capaz de cerrarle el paso a la vuelta del dogmatismo y el reformismo.
Que el investigador militante para serlo, debe proponerse un pensamiento descosificador, anti hegemónico y totalizador, aun cuando quiera ser muy específico; tiene además que ser inquisitivo, audaz y no temer equivocarse.
Que hay que seguir combatiendo el prejuicio de que el debate y la discusión de problemas y de criterios diferentes entre revolucionarios no son convenientes. Para Fernando, el debate real sin cortapisas ES una necesidad crucial del proceso de creación social, sin el cual no habrá socialismo en Cuba.
Me enseñó que es muy necesario que todos conozcamos la historia de cómo el pensamiento cubano dio un salto grande hacia adelante al asumir el marxismo, pero que ello sucedió en medio de dificultades, polémicas y corrientes que cohabitaron, ganaron y perdieron.
Me enseñó que es imprescindible la libertad de cátedra y de investigación dentro de la militancia revolucionaria. Que dentro de la Revolución, el pensamiento social solo puede existir y desarrollarse y servir a la sociedad si tiene autonomía, mantiene su identidad y goza de toda libertad. Eso que tanto dice Fernando debe ser un lema: pensar por ser un militante y no a pesar de serlo.
Por eso siempre fue escudo de los trabajos valiosos que chocaban con estructuras impermeables que mantienen prohibiciones a la investigación, pues Fernando consideraba UN DEBER dar la pelea contra los que quisieran que las tareas intelectuales fuesen solo un adorno.
Me enseñó que debemos combatir las deficiencias de la socialización de las ideas revolucionarias. Que existe una muy peligrosa escisión en el conocimiento entre élites informadas y las mayorías. Que hay zonas inmensas en el silencio y el olvido y hay otras al parecer cubiertas, tratadas y atendidas, pero que presentadas de manera superficial, interesada y desde lugares comunes, resultan también muy funcionales al ocultamiento y la falsedad.
Que la gente debe apoderarse de TODA la historia, que los albaceas fraudulentos de la memoria unívoca deben ser derrocados. Que hay que asumir la historia de los de abajo, y que los José Antonio Aponte, carpintero tallador, lector del Quijote, se vuelva más importantes entre nosotros que los José Antonio Saco.
Sobre cómo deben ser los revolucionarios, siempre andaba con eso de que el joven Marx escribió con razón que la vergüenza es un sentimiento revolucionario.
Me decía que no se puede perder o arriesgar un ápice de la calidad humana, hay que conservar intacta la humanidad, que hay que mantenerse muy firme, llamarles a las cosas sin rodeos y claro, atenerse a las consecuencias. Que la modestia es la mejor de las reservas morales y que está muy apegada a la honradez. Que hay que ser muy subversivos, mantenernos muy diferentes. Pero primero, primero, ser honestos, antes de originales.
Me enseñó que se puede admirar mucho la obra mejor, tener condiciones uno mismo, y querer participar y así todo ser inmovilista. Hay que combatir el inmovilismo y quebrarlo. Hay que ser creativos e inconformes y no solo resistentes. Me enseñó que hay que trabajar por soluciones, ya que no basta con hacer un correcto planteamiento delos problemas.
Me enseñó que la dialéctica es muy necesaria y hay que mantener relaciones siempre con ella, pero que la verdadera era la dialéctica de Pablo de la Torriente quien decía que la espada tiene que ser flexible, pero de acero y siempre una espada.
Me enseñó que el revolucionario cubano debe recuperar el principio guevariano de devolver golpe a golpe y de avanzar sin retroceder, y nunca comprometer la estrategia.
Me enseñó que lo mejor era apoderarse de esa rebeldía consciente del Che: organizada, consistente, enfocada en que la gente pueda cambiarse a sí misma, en que la gente quiera, pueda y sepa dirigir el proceso, concretar anhelos y encarar las metas que otros han sugerido irreales, impracticables, ingenuas o ya imposibles, confundiendo deliberadamente el ideal con los intentos fallidos de concrecióndel ideal.
Fernando también me enseñó que el revolucionario no es un nostálgico, pero tiene que tener toda la sensibilidad y hasta valerse, el que pueda, de la artística, que no puede perder la capacidad de sorprenderse y mucho menos la capacidad de emocionarse.
Lloró cuando me habló por primera vez de Miguel Enríquez y lloró cuando me habló de su socio Hugo Azcuy, cuando hablamos de publicar las cartas de Raúl Sendic y me contó que los esbirros dijeron no me lo maten porque no queremos otro Guevara, y entonces le volaron el maxilar. Y después me decía: Rosario es que el mundo es todo a la vez.
Me enseñó que para construir no se puede actuar en soledad.
Me enseñó, cuando me veía muy pendiente del pasado, que para nosotros debe ser prioritario el presente y el futuro de Cuba, que no basta con vivir aquí, que tenemos que estar, estar dentro de las tensiones, estar muy definidos en la hora de las definiciones.
Me enseñó que la guerra sí, es contra el Imperialismo y el despliegue interno del capitalismo, que apuesta por conquistar el albedrío de nuestras voluntades, las llamadas vidas privadas, el adentro de nuestras casas vs el afuera de la sociedad, pero que ese combate no puede darse con armas inadecuadas y mucho menos con las que nunca sirvieron.
Me enseñó que el éxito será posible en la medida en que triunfe la alternativa de la liberación y como él dice: que triunfe el socialismo sobre el capitalismo… y el socialismo dentro de la transición socialista.
Me enseñó que hay que plantearse las tareas grandes y perseverar, y perseverar.
Nos quiso mucho, le representamos, sin saberlo nosotros, un bien, le ofrecimos mas esperanza. Siempre supo que ser revolucionario era una angustia sí, pero también una elección para la esperanza.
La primera vez que lo vi, iba ya con mis rollos del Directorio. De inmediato me cantó, y de memoria, el himno del DR 13 de Marzo. Lo conocía porque un día vio pasar una caravana de ellos con un herido por Yaguajay. El jefe del pequeño grupo les conminaba a cantarlo para protegerles el ánimo hecho polvo.
Me recibió Fernando cantando… y yo me despido de él, con la misma estrofa, de ese mismo himno: Juventud, juventud cubana, unidos por un solo ideal, estaremos POR SIEMPRE a la vanguardia, en defensa de la libertad.
Gracias, maestro.
Rosario Alfonso Parodi
Centro Martin Luther King
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