Desde la victoria de la revolución, Cuba fue uno de los termómetros clave para medir la temperatura de las relaciones Norte-Sur. La revolución ha superado retos significativos y frustrado los intentos de desestabilización de un imperio en apariencia omnipotente. La ocupación de Guantánamo y la instalación de una base militar extranjera, el bloqueo económico decretado en 1962, los numerosos intentos de asesinar al líder histórico de la Revolución, y la financiación de acciones terroristas llevadas a cabo por grupos opositores desde Miami constituyen los diferentes episodios de una política exterior estadounidense particularmente tenaz y criminal.
A pesar de todo ello, la moral y la ética revolucionaria inspiraron a varias generaciones de hombres y mujeres que han seguido el ejemplo y defendido los ideales de gigantes latinoamericanos como José Marti o el Che. Esto explica no solo la derrota de las tropas estadounidenses durante la invasión de Bahía de Cochinos, sino también la supervivencia del modelo de salud y educación durante el periodo de crisis económica en la década de los ’90 – conocido como el “período especial” – o el compromiso internacionalista de 30.000 médicos cubanos en muchos países del tercer mundo.
Frente al “mal ejemplo” para la región que representaba el modelo de desarrollo humano de Cuba, todos los presidentes estadounidenses, uno tras otro, renovaron sus esfuerzos para sabotear y destruir los logros de la revolución. Pero no contaban con la unidad del pueblo cubano y su larga experiencia a la hora de defender sus intereses … hasta que, como predijo Fidel, finalmente el viento terminó por soplar en la zona y las fuerzas reaccionarias, antaño dominantes, fueron barridas por las revueltas populares de la Paz, Quito, Buenos Aires, etc …
El punto de inflexión histórico en la región fue la llegada de un torbellino: el comandante Hugo Chavez. Venezuela se convertiría rápidamente en el nuevo epicentro de una reconfiguración en e la relación de fuerzas mundial entre los países dominantes y dominados. El mundo multipolar pudo de ese modo tomar un nuevo impulso a través de las relaciones Sur-Sur. Además, Chávez logró unir las fuerzas progresistas y levantar de nuevo la bandera de la lucha por la emancipación humana con su fórmula del “socialismo del Siglo XXI”.
Esto obligó a Barack Obama a volver a hacer los deberes, y confesar el fracaso histórico de la política de Estados Unidos contra Cuba. En 2015 sacó a Cuba de la “lista de países que apoyan el terrorismo” (de acuerdo a los criterios específicos de la primera potencia militar del mundo), anuló la ley de “pies secos, pies mojados” y disminuyó las restricciones impuestas a las compañías estadounidenses para desarrollar relaciones comerciales en la isla. Aunque es cierto que otras señales mostraban que Washington no estaba dando del todo marcha atras: no se aplicaron ni el fin del bloqueo ni el cierre de Guantánamo. De hecho, Donald Trump pretende cerrar ese breve paréntesis, y ha expresado recientemente su disposición a cancelar los avances que había defendido su predecesor en la Casa Blanca.
Esta nueva agresión de Trump contra Cuba debe ser analizada en el contexto de un retorno de la derecha en la región. Es un intento desesperado para hacer dos pajaros de un tiro y acabar a la vez con la revolución bolivariana y el referente histórico de la resistencia cubana. Trump quiere aprovechar de un cierto debilitamiento del proceso de unidad latinoamericana. La desmovilización de la guerrilla de las FARC en el proceso de paz en Colombia, el anuncio de un nuevo acuerdo de la OTAN/Colombia, las maniobras militares estadounidenses en el territorio brasilero, son elementos que pueden ser cruciales para la activación de un libreto del tipo de Libia o Siria en el corazón del Caribe. Pero el señor Trump debe haberse perdido un episodio : el pueblo de Nuestra América está más unido que nunca. Socialismo del siglo XXI o Barbarie!
Alex Anfruns
Investig’Action
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