Se realizan las primeras jornadas Historia de las Bibliotecas Populares
El encuentro se realizará en el Museo del Libro y de la Lengua, por el Día de las Bibliotecas Populares y el 147° aniversario de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares. Participarán Javier Planas, Horacio Tarcus, Luis Alberto Romero y Alejandro Parada.
“Sin bibliotecas, ¿qué nos quedaría?; no tendríamos pasado ni futuro.” La frase atribuida al escritor Ray Bradbury (1920-2012) podría ser un buen epígrafe para las primeras jornadas Historia de las Bibliotecas Populares, que se realizó ayer de 9 a 18, en el Museo del Libro y de la Lengua (Las Heras 2555), en el marco de los festejos por el Día de las Bibliotecas Populares y el 147° aniversario de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip). Las jornadas empezaron con una conferencia magistral de Javier Planas, autor de Libros, lectores y sociabilidades de lectura. Una historia de los orígenes de las bibliotecas populares en Argentina (Ampersand) y concluyó con la presencia de destacados historiadores como Horacio Tarcus –quien se referirá a “los socialistas románticos argentinos del siglo XIX y las primeras bibliotecas populares”–, Luis Alberto Romero y Alejandro Parada. También se presentaron la historia de cuatro bibliotecas populares del país: Nicolás Quiroga disertó sobre la Biblioteca Popular Juventud Moderna de Mar del Plata: qué y cómo leían los sectores populares argentinos a mediados del siglo XX; Alberto Tasso habló de la centenaria Biblioteca Sarmiento de Santiago del Estero; Eduardo Bolan analizó la Biblioteca Popular Alberdi de Villa Crespo –que tuvo entre sus miembros al escritor Leopoldo Marechal y al editor Manuel Gleizer–; y Natalia García reconstruyó la historia de la emblemática Biblioteca Vigil de Rosario, que fue intervenida por la dictadura cívico-militar y que hoy es un Sitio de Memoria.
La Biblioteca Vigil fue “una experiencia de inéditos logros colectivos no sólo en Argentina sino en América Latina”, cuenta García, “un complejo social, cultural y educativo que, nacido de unas humildes prácticas vecinalistas en la década del 50, devino una mutual de sólido capital financiero y patrimonial hasta su intervención cívico-militar en 1977”. “Desde sus potentes recursos económicos de carácter autogestivo, la Vigil fue múltiples instituciones en una misma organización popular: jardín de infantes, instituto secundario, escuela primaria, servicio bibliotecario, editorial, museo de ciencias naturales, observatorio astronómico, universidad popular, centro recreativo, cultural y deportivo, caja de ayuda mutua, guardería y centro materno infantil. Cada uno de estos proyectos forjados desde las inquietudes de una barriada, se caracterizaron por su calidad material y simbólica transformando el ancho sur rosarino”, recuerda la investigadora. “La Biblioteca Vigil es hoy Sitio de Memoria por una suerte de doble condición de víctima: dado la detención ilegal y desaparición forzada de ocho miembros de la comisión directiva en el 77 y en rigor de los delitos económicos imprescriptibles cometidos por civiles y militares en tiempos dictatoriales”, explica García a Página/12.
“Cuando pensamos en términos de desafíos, siempre tendemos a pensar en el futuro. Hay veces que esos desafíos están vinculados al pasado. En este caso nosotros hacemos unas Jornadas de Historia de las Bibliotecas Populares porque un desafío importante para un organismo como la Conabip es cuidar casi ciento cincuenta años de historia, ver cómo lo reflejamos con la mayor calidad posible, ver cómo lo estudiamos, ver cómo queda como un patrimonio central de la cultura de los argentinos una modalidad casi única en el mundo de la articulación entre la dinámica social y la acción del Estado en una sociedad democrática”, plantea Leandro de Sagastizábal, presidente de la Conabip. ¿Cómo se piensan las bibliotecas populares en tiempos virtuales? ¿Qué estrategias se pueden desarrollar para que haya más lectores? “Son dos cuestiones centrales –reconoce De Sagastizábal–. Una vinculada a lo tecnológico que pasa por contar con recursos materiales y con capacitaciones. Eso se viene trabajando hace tiempo en la Conabip y queremos profundizarlo cada día más, por ejemplo con la introducción de contenidos digitales, algo que es por ahora puntual y exploratorio. Lo segundo, y sin dudas lo más importante, es cómo logramos que amplios sectores sociales, en nuestro país y en el mundo, vuelvan a creer que un proyecto cultural –que las bibliotecas son mucho más que un proyecto lector en la actualidad– es fundamental para el crecimiento y para una vida mejor. En este sentido, el esfuerzo es prioritariamente social y tiene que lograr por un lado visibilidad de estos valiosos espacios para toda la sociedad, por el otro lado sinergias con todos los que tienen intereses parecidos y finalmente o antes que nada, presencia del Estado. La estrategia no puede ser otra que la presencia y el trabajo cotidianos cerca de esas realidades. En mundos heterogéneos y dispersos a lo largo de un país no hay magia ni recetas, solo es posible hacerlo conociendo sus realidades”.
Silvina Friera
Página/12
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