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viernes, septiembre 29, 2017
Trump, payasos asesinos y cultos en la nueva entrega de American Horror Story
Payasos que aterrorizan las calles, brotes paranoicos para unos, asesinatos psicópatas para otros. De esto parece tratarse la nueva temporada de American Horror Story (AHS), la serie de terror de FX, que en cada una de sus entregas aborda una temática diferente dentro del género.
Esta séptima saga se titula Cult, y trabaja en torno al “culto de personas con fuertes personalidades, que lideran y aprovechan los miedos de una sociedad dividida”, en palabras de uno de sus creadores. Tomando esta temática, dramatiza algunos casos icónicos como los de Charles Manson o Jim Jones (quienes harán apariciones en la temporada). Aparecen también como elemento destacado los casos de los “phantom clowns”: las apariciones de payasos en casas o en la vía pública –un difundido fenómeno en los Estados Unidos de los ’80 que luego se mundializó– generó una situación de pánico social debido a lo perturbador de las apariciones y la resistencia, en algunos casos armada, por parte de los transeúntes; y volvió a tomar relevancia en 2016.
FOX: “Lo que empezó como algo imposible e insólito ahora es realidad”
El protagonista (y antagonista) de la serie es Kai Anderson, un republicano maniático que ve en el ascenso de Trump el inicio de una revolución supremacista. Sometiendo psicológica y físicamente a sus víctimas, encuentra en las calles del “renovado” EE.UU. una veta donde generar el terror y así sumar adeptos a su “revolución”.
Del otro lado encontramos a Ally, una ferviente demócrata que ve en el ascenso de Trump a la Casa Blanca el fin de todos sus derechos y de su “sueño americano”. Ally, casada con una mujer, madre de un niño adoptivo y emprendedora de un negocio propio, aparece como una representación extremadamente edulcorada y progresista del Partido Demócrata –cuya última gestión, la de Barack Obama, bombardeó Siria, deportó cerca de tres millones de inmigrantes y mandó a la policía a reprimir las protestas contra la violencia estatal a la población negra. Para Ally, la victoria republicana comienza a reavivar fobias de todo tipo, llegando a padecer de alucinaciones paranoicas.
De forma general, los republicanos aparecen como salvajes, megalomaníacos y psicópatas que disfrutan de la manipulación y de inflingirle dolor a quienes consideran inferiores, mientras que los demócratas son las víctimas de sus ataques.
La sátira juega así con extremar los dos bandos principales del espectro político –una elección por lo menos curiosa, cuando el régimen bipartidista norteamericano se encuentra en la que quizá sea la peor crisis de su historia–, representando a cada uno bajo el prisma estereotípico que el otro bando tiene sobre él.
De esta manera, aun intentando mostrar “falencias” de ambos sectores, la serie intenta generar un sentimiento de empatía hacia la “utopía demócrata”, que sería amenazada por la tiranía y manipulaciones republicanas.
Síntoma de un clima de época, esta nueva entrega de AHS busca mostrarnos los sentimientos exacerbados en la sociedad norteamericana bajo la idea de una suerte de “grieta” yanqui.
Pero en verdad, la situación política, aunque relevante, sólo opera como telón de fondo o como catalizador de los hechos de la serie en sí misma, y la victoria de Trump aparece como algo impensado –y por lo tanto, terrorífico– y no como fruto de una enorme crisis social. Lo sintetizan los autores de la serie, al afirmar en referencia al ascenso de Trump que “la política del miedo siempre funciona”.
No solo no se reconocen las continuidades de la política del gobierno actual con su predecesor, sino que las clases sociales también sufren este proceso de clichés. Tanto demócratas como republicanos pertenecen a una amplísima clase media; mientras que los primeros han logrado una posición acomodada –en este sentido, se juega como idea crítica una cierta “hipocresía” entre su progresismo y su situación social–, los republicanos han quedado más bien “fuera del sistema” y ahora sienten el tiempo de la venganza. La clase obrera, en este escenario, solo aparece representada como víctima de los crímenes o manipulaciones de los antagonistas, con un miedo pasivo a las deportaciones y la desocupación, desconociendo que estos fenómenos han dado lugar a movilizaciones de masas y fuertes sacudones políticos, y sin siquiera esbozar la posibilidad de una salida política de los trabajadores.
Del bando que sea, la política es en American Horror Story el terror de los personajes –ya sean los fantasmas del pasado que los hizo sentirse humillados, o los payasos del presente que vienen a destruir todas “las libertades conseguidas”. Y no mucho más.
Santi González y Beita
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