Cristina Kirchner decidió, por fin, el jueves pasado, otorgar una entrevista audiovisual, que fue afectada por una interpelación mediocre. Aun así, la ex presidenta no dejó de producir definiciones políticas importantes y omisiones que no lo son menos.
El ‘tono’ que CFK empleó en la entrevista es una de esas definiciones. Cuando tuvo que enfrentar la insinuación de que sus famosas “cadenas nacionales” habían sido abusivas y hasta irritantes, la ex presidenta sólo admitió el uso de un estilo ‘enojado’ en todas ellas. Olvidó que el mismo trato daba a su secretario Parrilli o las humillaciones públicas al ex gobernador Scioli. La misma actitud adoptó con los obreros que habían ocupado Gestamp, los petroleros que cortaban la ruta 3 en la Patagonia y los docentes. “Yo me ‘enojaba’ mucho con los cortes” de los ruralistas -dijo- y con los piquetes de obreros y desocupados”. No exhibía solamente el enojo, también enviaba la Gendarmería. El “enojo” era, ante todo, un método de gobierno -para reforzar una posición de arbitraje y poder personal. El estilo ‘zen’ que adopta ahora CFK no es solamente una operación de ‘marketing’, sino que expresa el agotamiento del método de caudillaje “nacional y popular” y una adaptación al ‘estilo’ engañoso del macrismo. Abandonó el slogan: “A nuestra izquierda sólo está la pared”, para rebautizarse como peronista. CFK ya no denuncia “la restauración conservadora” sino que sugiere “frenar el ajuste” desde el Senado con los mismos que le votaron cien leyes a Macri. La burocracia sindical “peronista” ha tomado su mensaje al pie de la letra: CFK plantea añadir de dos años más a los dos años de tregua que el pejotismo y el FpV le han dado al gobierno.
Venezuela
La caracterización de que Venezuela “no es un estado de derecho” es el corazón de toda la entrevista. Es una voltereta espectacular y un reconocimiento inconfesable de fracaso político. Mientras el chavismo residual denuncia “una guerra económica” contra Venezuela, CFK denuncia la represión de Maduro -lo mismo que hacen la derecha y los Estados capitalistas. Mientras aquél reivindica la “soberanía popular” de la Asamblea Constituyente, los gobiernos capitalistas la desconocen; CFK la ignora, acompaña, desde el silencio, el boicot internacional. Tampoco denuncia el embargo financiero de Trump contra Venezuela.
Denuncia la falta de un “estado de derecho” en Venezuela, lo cual constituye una ruptura vergonzante con el chavismo, la corriente de referencia del kirchnerismo y del eje político continental de la última década. CFK evita ofrecer un balance del chavismo y del conjunto del movimiento bolivariano, tampoco lo hace respecto del ‘lulismo’ o del FpV. El entierro del chavismo es, sin embargo, la condición más importante que impone el ‘establishment’ internacional y argentino para revisar el ostracismo en que ha colocado al kirchnerismo, desde 2013. Es también la condición política para conseguir la “unidad del peronismo” que ha comulgado durante dos años con el gobierno macrista, atrás de su candidatura. Las definiciones del reportaje son una catarata de concesiones a “la restauración conservadora”.
Nisman y Netanyahu
La entrevista aborda, naturalmente, la cuestión de la muerte de Nisman y la denuncia de encubrimiento a Irán por el atentado a la Amia.
Lo singular de todo este asunto es que, al momento del reportaje, un protagonista fundamental de este asunto, si no el número uno, pasó por Argentina. Los acuerdos Macri-Netanyahu vuelven a alinear al país con el bloque imperialista que desarrolla una guerra criminal en el conjunto del Medio Oriente y aboga a partir de Trump, por una guerra con Irán. Los acuerdos reintroducen a Argentina en la guerra internacional que tiene por teatro esa región -sin olvidar, claro, que la familia Kirchner era parte del régimen de Menem cuando Argentina intervino en la “guerra del Golfo” en 1991. No solamente eso: el jefe del espionaje del kirchnerismo, Stiusso, trabajaba con la CIA y el Mossad contra Irán, antes de ser desplazado, recién a finales de 2014.
La pregunta se impone: ¿por qué la ex presidenta no denunció, precisamente cuando discute el crimen, aún no esclarecido, contra Nisman, la presencia del primer ministro sionista y sus objetivos, así como los acuerdos que se acaban de firmar entre Argentina e Israel? Esos acuerdos no se han hecho públicos, a pesar de reincorporar a la Argentina al bloque militar de la Otan en Medio Oriente. Macri se ha convertido en responsable de las consecuencias que esta alianza habrá de tener en perjuicio de Argentina.
¿El “freno al ajuste” no incluye el rechazo a los tratados que comprometen a Argentina con los Estados que libran guerras coloniales e imperialistas permanentes y con la Otan? La futura senadora, ¿no debería pronunciarse acerca de su voto cuando esos acuerdos lleguen al recinto? ¿No es claro que la consolidación de la presencia de Argentina en un bloque internacional belicista sería un respaldo poderoso al ‘ajuste’? La Unión Ciudadana, que encabeza CFK, aunque sea por omisión, ha dado un paso de acercamiento a la política internacional del macrismo.
En estas elecciones, la ex presidenta se ubica a la derecha de su gestión de gobierno y encuadra sus diferencias con la gestión macrista en un régimen de ‘unión nacional’.
“Democracia enferma”
Para Cristina Kirchner, la “democracia” en América Latina se encuentra “enferma”. Caen presidentes electos por medio de ‘golpes parlamentarios’; Maduro echa a su procuradora y reprime manifestaciones opositoras, Macri quiere hacer lo mismo con Gils Carbó y sería cómplice de la desaparición de Santiago Maldonado; en Venezuela hay presos políticos, lo mismo que Milagro Sala en Argentina; México es una suerte de Estado fallido, dominado por el narcotráfico. Esto, sin embargo, no solamente ocurre en América Latina: Trump gobierna mediante ‘excecutive orders’ y echa gente del país y destruye familias por esta vía de decretos, y el francés Macron quiere establecer con los mismos métodos -las ‘ordonnances’- la liquidación del derecho laboral y el establecimiento de “un estado de seguridad nacional”.
Aunque parece ‘radical’, CFK desarrolla una caracterización sin determinaciones sociales ni determinaciones políticas, como si estas crisis políticas se desarrollaran en el vacío -no señala la bancarrota del capitalismo ni a la burguesía decadente y parasitaria que domina los Estados, ni la subordinación al capital financiero internacional. Se trata, como es obvio, de una caracterización improvisada -es, después de todo, la culminación de una década de gobiernos, como el de ella, que alardearon de ejercitar una autonomía política sin precedentes. Hace ocho décadas que América Latina viene cruzada por golpes militares y por gobiernos civiles que se van antes de tiempo, como Alfonsín y De la Rúa -y es una caracterización autocomplaciente de quien ha perdido el gobierno. La democracia no ha echado raíces en América Latina porque ha llegado tarde al desarrollo capitalista. Querer reconstruir una democracia históricamente agotada es inviable y, en última instancia, reaccionario. Solamente un gobierno socialista de obreros y campesinos puede establecer una democracia de otro contenido social e histórico. La propuesta de reconstruir una democracia sobre las viejas bases no tiene futuro. Es un planteo de “concertación o unidad nacional”. Cristina Kirchner no ofrece “frenar el ajuste”, sino armar una componenda con los ‘ajustadores’.
Rebelión popular
CFK describe a una América Latina poschavista, nada menos, o sea el estado de descomposición en que dejaron al continente los ‘nacionales y populares’. En su momento, arribaron al gobierno para contener el derrumbe que dejaron los gobiernos ‘neoliberales’ (Menem, De la Rúa, el venezolano Carlos Andrés Pérez y sucesores, el boliviano-norteamericano Sánchez de Losada, el brasileño Henrique Cardoso), y así de seguido. De esta bancarrota no se sale para atrás, invocando la unidad de clases, sino para adelante, mediante la liquidación de las bases capitalistas parasitarias de las sociedades y Estados de América Latina.
La ex presidenta no lo entiende así, y en la entrevista se ve por qué. Allí se jacta de haber, por enésima vez, “incorporado a miles de pibes a la política”. Los ‘pibes’, en realidad, se ‘incorporaron’ en las movilizaciones que culminaron con la rebelión popular de 2001. Meterlos “en la política” fue una estrategia de cooptación de la juventud. La ‘incorporación de pibes’ desde arriba, no es revolucionaria, al revés -se convierte en revolucionaria si rompe con esa tentativa de cooptación. La primera “restauración” la hizo el kirchnerismo, la restauración ‘populista’, la restauración del orden, con retoques. El kirchnerismo ha sido durante su período de vigencia profundamente hostil a la rebelión popular, ha sido un factor de contención. La rebelión popular es la advertencia por excelencia de la caducidad del viejo orden -“las fuerzas productivas chocan con las relaciones de producción”.
La candidatura de CFK tiene un carácter conservador: unir al envejecido peronismo, unir a la sociedad, bajo la dirección de la clase capitalista responsable de su estancamiento y derrumbe. El problema para ella es que los de arriba prefieren a otros candidatos para ejecutar estos mismos menesteres.
Jorge Altamira
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