viernes, marzo 02, 2018

Por qué se debe adoptar un relato palestino

Algo más que una disputa acerca del cuscús

En cuanto [la compañía aérea] Virgin Atlantic Airlines introdujo una ensalada al estilo cuscús “inspirada en los sabores de Palestina” surgió la polémica. Los defensores de Israel provocaron una tormenta en las redes sociales y enviaron multitud de quejas a la empresa, lo que obligó a la compañía aérea a eliminar la referencia a Palestina.
En el relato sionista Palestina no existe ni se le permite existir, ni siquiera como una mera noción cultural.
La triste ironía es que aunque Israel se apropió del cuscús árabe-palestino (el plato palestino en particular se conoce con el nombre de ‘maftoul') y lo calificó y comercializó en los países occidentales como “cuscús israelí”, sus partidarios hacen todo lo posible para borrar cualquier referencia que pueda validar la cultural árabe-palestina, ya sea musulmana o cristiana.
Es una vieja costumbre, una práctica endémica que se remonta a la destrucción de casi 600 localidades y pueblos palestinos en 1947-48. Los palestinos denominan “Nakba” o catástrofe a estos trascendentes acontecimientos. Es revelador que Israel declare ilegal el uso de este término o la conmemoración de la manera que sea de este trágico acontecimiento.
Israel y sus defensores son implacables, desde reivindicar como suya la cultura culinaria árabe-palestina, pasando por “judaizar” los nombres árabes de las calles hasta volver a escribir la historia.
Israel teme el relato palestino porque el gobierno israelí sabe, con razón, que lo que ha forzado todas las formas de resistencia durante más de 70 años ha sido el relato colectivo palestino.
Hasta hace poco todos los intentos han fallado.
El Acuerdo de Oslo de 1993 es una coyuntura crítica que destrozó la cohesión del discurso palestino, y debilitó y dividió al pueblo palestino. Sin embargo, no es demasiado tarde para remediarlo por medio de un trabajo decisivo y concentrado para superar el reto de un punto de vista palestino deudor de una concepción política interesada y facciones rivales.
En ausencia de un liderazgo palestino poblado por el propio pueblo palestino los intelectuales deben salvaguardar y presentar al mundo la historia palestina con sinceridad y equilibrio. Las tácticas de la Autoridad Palestina (AP), que elimina de su programa político el derecho de los refugiados palestinos al retorno, ha perjudicado a la claridad e integridad de la historia palestina.
En lo esencial, la historia de Palestina es la historia del pueblo palestino ya que él es la víctima de la opresión y el cauce principal de la resistencia que empezó con la creación del Estado de Israel sobre las ruinas de los pueblos palestinos. Si los palestinos no hubieran resistido, su historia habría concluido en aquel mismo momento y ellos habían desaparecido también.
Quienes critican a la resistencia palestina, armada u otra, conocen poco las ramificaciones psicológicas de la resistencia, como el sentimiento de empoderamiento colectivo y la esperanza entre la gente. En su introducción al libro de Frantz Fanon Los condenados de la tierra Jean Paul Sartre describe la resistencia violenta como un proceso a través del cual “un hombre se recrea a sí mismo”.
Y durante siete décadas los palestinos se han embarcado en este viaje de recreación de “sí mismos”. Han resistido y todas las formas de su resistencia ha modelado un sentimiento de unidad colectiva, a pesar de las muchas divisiones habidas entre ellos.
La resistencia sin tregua, un concepto que ahora está encarnado en el mismo tejido social de la sociedad palestina, negó al opresor la oportunidad de emascular a los palestinos o de reducirlos a víctimas indefensas o a desventurados refugiados. La memoria colectiva del pueblo palestino se debe centrar en qué significa ser palestino, en definir al pueblo palestino, qué significan como nación y por qué han resistido durante años.
Ahora más que nunca es necesaria una nueva formulación del relato palestino. La interpretación elitista de Palestina ha fracasado y es tan poco válida como los Acuerdos de Oslo. No es más que un ejercicio manido de clichés vacíos cuyo objetivo es mantener el dominio político estadounidense tanto en Palestina como en el resto de Oriente Próximo.
El proceso de paz está muerto, pero el pueblo palestino sigue resistiendo; no es de extrañar que el pueblo sea más poderoso de un grupo de individuos egoístas. La resistencia del movimiento popular no está constreñida por la politiquería frívola del líder de la AP, Mahmud Abbas ni por ningún otro actor.
Abbas y sus hombres no solo han amordazado la voluntad política del pueblo palestino y afirmado falsamente representar a todos los palestinos, sino que también han robado a los palestinos su relato, un relato que en realidad une a los “fellahin” (campesinos) y a los refugiados, a los ocupados y a la “shattat” (diáspora) en una sola nación bien definida.
Solo cuando el intelectual palestino es capaz de recuperar la posesión del relato colectivo se pueden romper finalmente los límites impuestos a la voz palestina. Solo entonces los palestinos pueden hacer frente verdaderamente a la propaganda de los medios corporativos estadounidenses y occidentales, y de la hasbara [maquinaria de propaganda] israelí, y hablar, por fin, sin trabas.
Pero hay obstáculos, el principal de los cuales es el implacable intento por parte de los historiadores y las instituciones sionistas de sustituir el relato histórico palestino por el suyo. En un marco más amplio puede que la historia del plato palestino en el menú de una compañía aérea parezca trivial, pero, con todo, es significativo.
En el relato sionista israelí se describe a los palestinos, en caso de ser algo relevantes, como nómadas que van sin rumbo, carentes de una cultura o tradición propia, un inconveniente que obstaculiza el camino hacia el progreso. Es un relato idéntico al que siempre definió las relaciones entre cada potencia colonial y el pueblo originario que resistía.
Desde el punto de vista sionista la existencia palestina es un inconveniente que debía ser solo temporal. “Debemos expulsar a los árabes y ocupar su lugar”, escribió el padre fundador de Israel, David Ben Gurion.
El hecho de asignar a los palestinos el papel de pueblo disperso, desheredado y nómada sin preocuparse por las implicaciones éticas y políticas de estas falsas representaciones ha presentado erróneamente a los palestinos como un colectivo dócil y sumiso, al que tenían que eliminar quienes son más poderosos.
Nada podía estar más lejos de la verdad, la resistencia palestina es un ejemplo infatigable de la fortaleza y resiliencia del pueblo palestino. La cultura palestina está arraigada, como los olivos y las montañas de Galilea.
Sí, la lucha ha sido ardua. Palestina y los palestinos se han visto atrapados, y malinterpretados, entre la espada de la ocupación y hasbara israelíes, y la pared de la aquiescencia y el fracaso de los líderes palestinos.
Es hora de que demos un paso adelante. Nosotros, escritores historiadores y periodistas palestinos, asuminos la responsabilidad de reinterpretar la historia palestina, y de asimilar y comunicar las voces palestinas para que el resto del mundo pueda, de una vez, apreciar la historia tal como la relatan los vencedores, heridos aunque tenaces.

Ramzy Baroud, periodista, escritor y director de The Palestine Chronicle. Su último libro es The Last Earth: A Palestinian Story (Pluto Press, Londres, 2018). Baroud es doctore en Estudios Palestinos por la Universidad de Exeter y profesor no residente del Orfalea Center for Global and International Studies, Universidad de California Santa Barbara. Su página web www.ramzybaroud.net.

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