miércoles, octubre 10, 2018

Avatares de Bolsonaro



La consagración eventual de Bolsonaro ha desatado diversas especulaciones acerca de su agenda política internacional. El ‘bolsonarito’ criollo, el salteño Olmedo, entrevió en una entrevista televisiva un “eje” con el colombiano Duque y el norteamericano Trump. No mentó al sionista Netanyahu, aunque ya dijo que echaría de Brasilia a la embajada de la Autoridad Palestina y se rumorea que trasladaría la embajada ‘verde-amarela’ a Jerusalem. Más creíble es, sin embargo, que el mencionado ‘eje’ se refiera al Pentágono norteamericano, cuyos jefes, se sabe, tienen fuertes choques con Trump. Al alto mando militar, la agenda de la lucha contra el narcotráfico encajaría con su intención de avanzar en la militarización urbana de Brasil. El esquema terminaría cerrando con una acción golpista en Venezuela. Todo esto en su conjunto, plantea a la izquierda y a la clase obrera la urgencia de una política revolucionaria continental.
En los pasillos se comenta también que Bolsonaro pondría fin al Mercosur, que de todos modos se encuentra en extremaunción. El propósito sería alcanzar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, que se encuentra trabado desde hace un cuarto de siglo – porque las automotrices europeas quieren libertad de acceso, lo mismo que las llamadas empresas de servicios. El problema aquí es que Trump, en su reciente acuerdo comercial con México y Canadá, estableció una cláusula que prohíbe a sus ‘socios’ firmar pactos con países que vulneren los principios de la economía de mercado – como le atribuye a la UE y a Brasil. Un ala del ejército de Brasil – “Militares de la Dependencia” (sic) – aboga por una integración semi incondicional con Estados Unidos. Ocurre, sin embargo, que como China es el principal socio de Brasil, esa ‘dependencia’ equivaldría a la ruina – intolerable para la grandísima oligarquía rural y su yuyo preciado, la soja, o el mineral de hierro. Por lo demás, como el expectante ministro de Economía de Bolsonaro es pro-yanqui, fuera de Estados Unidos temen que las privatizaciones de Petrobras, Embraer o Electrobras vayan a un único postor.
Bolsonaro, como Macri, ¿tendrá que recurrir al FMI? Los que se jactan de saber dicen que no, y ofrecen como prueba contundente que Brasil tiene reservas internacionales de divisas por u$s350 mil millones, o que Brasil se financia en un mercado de capitales local. Dos instructivas mentiras, uno, porque aquellas reservas son brutas y está alimentadas por ingresos de capitales extranjeros a la Bolsa ‘local’, y porque esa Bolsa ‘local’ tiene una composición elevada de inversiones externas. Mientras que la deuda pública de Brasil tiene mucha prensa – más de un billón de dólares –, la privada tiene menos, pero es suficientemente alta para armar un desquicio. El ‘carry trade’, tomar préstamos en el exterior a tasa de interés baja para invertir a tasa muchísimo mayor, ha tenido en Brasil un mercado de preferencia – pues ha practicado durante décadas la ruinosa política de ‘metas de inflación’. El obstáculo que se interpone para que Brasil apele al FMI no es Brasil sino el FMI, que está quedando chico para rescatar a las economías emergentes que sufren retiros de capitales.
Bolsonaro se tiene que atrever a liquidar el sistema jubilatorio de Brasil que la burguesía y el FMI piden a los gritos, de lo contrario es fiambre. Pero el mismo destino puede sufrir si se atreve – ninguna iniciativa en esa dirección ha logrado el acuerdo del Congreso. Las empobrecidas masas brasileñas no se pueden pagar una previsión complementaria a la pública, como pretenden los chupa-sangres, que se han financiado de sus cajas y las han ido vaciando. Las grandes tetas financieras del Estado – la Caixa Federal y el BNDS –, ya no se pueden ordeñar más. Tampoco los fondos de pensiones. Sólo falta que se frene el reciclaje de fondos exteriores. Bolsonaro enfrenta un porvenir parecido al de Macri y al de Temer – Brasil atraviesa una enorme crisis industrial. También como Macri necesita amnistiar a las empresas del Lava Jato – de lo contrario no hay obra pública. La llave para destrabar esta cuestión se encuentra en manos del Departament of Justice de Trump.

Jorge Altamira

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