Incertidumbre política, desgaste del gobierno y emergencia económico-social es lo que tensa el momento político del país. Incertidumbre acerca de lo que pasará, desgaste ante una crisis que lo supera y emergencia, ya que la percepción general es que el futuro inmediato solo mostrará una agudización de las condiciones del presente.
Si al asumir en 2015 el gobierno Macri expresaba un conjunto de ideas (nueva matriz económica, mayor productividad de los factores, libre movimiento de capitales, desregulaciones económicas y ambientales, libertad individual como fuente de progreso, el mercado como medida de valor de todos los valores) que suponían le daría un horizonte de largo plazo al capitalismo argentino, tres años después todo se ha desdibujado. El gobierno se quedó sin relato de futuro y solo vende expectativas de corto plazo porque no puede mostrar resultados.
De promover el cambio a la crisis
Lo que destaca es la vertiginosidad con que se ha producido esta mutación. Poco más de doce meses atrás el gobierno salía fortalecido de las elecciones de medio camino y de inmediato el presidente Macri, machacando sobre caliente, lanzó el “reformismo permanente” (previsional, laboral e impositivo). Pero a poco andar llegó diciembre y borró octubre.
Primero fueron las jornadas del 14 y 18 cuando la resistencia popular relegó las reformas, solo pasó el cambio en la fórmula de ajuste de las jubilaciones y pensiones y la AUH, que es gravosa para sus beneficiarios pero absolutamente insuficiente para las concepciones neoliberales. Luego la insólita Conferencia de Prensa del 28 de diciembre donde ningunearon al presidente del BCRA, le sacaron el manejo de la tasa de interés y de la política cambiaria, era evidente que una crisis estaba instalada al interior del gobierno. Crisis promovida por el peso creciente del endeudamiento externo récord del gobierno (90.000 millones de dólares) más la deuda del BCRA por Lebacs (1.4 billones de pesos). Todo fue el inicio del derrape.
Los mercados, esa categoría impersonal propia de los neoliberales, se adelantaron al desastre y los fondos de inversión comenzaron a retirar los fondos del país –la revista Forbes tituló “¿Llegó el momento de salir de Argentina?”- la corrida cambiaria no se hizo esperar y quedó al descubierto que el país tenía dificultades para enfrentar los pagos de la deuda. Algo negado por los funcionarios hasta pocos días antes.
Una combinación de desatinos políticos del gobierno y de incapacidad y/o manejos sospechosos por parte de los presidentes del BCRA, Federico Sturzenegger primero y Luis Caputo después, le costaron al país 30.000 millones de dólares, tasas de interés usurarias que llevan la economía a la recesión y salir corriendo a mendigar “ayuda” al FMI. Dos acuerdos en pocos meses por un total 57.100 millones de dólares. El préstamo más importante en la historia del Fondo.
El reino del mercado
Desde el momento mismo en que asumió el gobierno Macri liberó de todo control los flujos financieros, desreguló el comercio internacional, dejó librado a la voluntad de los exportadores el momento de ingresar las divisas, levantó toda restricción a la compra de moneda extranjera, eliminó y rebajó retenciones e impuestos a la actividad empresarial, dejó el tipo de cambio librado a la oferta y demanda y estableció un mecanismo financiero que premiaba con tasas usurarias la llegada masiva de fondos especulativos. Todo fue financiado con un descomunal endeudamiento, tanto interno como externo. A fines de este año la deuda total consolidada del Estado nacional alcanzará los 400.000 millones de dólares, un 100% del PBI. Los acuerdos con el FMI son resultado del fracaso de esa política que al mismo tiempo la refuerza y la embreta. Hoy la razón de ser del gobierno no es otra cosa que el ajuste.
Apenas un respiro
El acuerdo con el FMI evitó la quiebra del Banco Central y un nuevo default, pero el gobierno solo ganó tiempo, logró que le financiaran hasta el fin de su mandato, pero desfinanció al gobierno que venga.
Las necesidades financieras del 2019 alcanzan a los 42.400 millones, con los desembolsos del Fondo se cubre el 54% de ese monto y el resto se supone se conseguirá en el mercado interno a la renovación de los vencimientos. En el 2020 las necesidades son de 39.900 millones pero los aportes del Fondo solo cubren el 14.7%, por lo tanto hay que volver a los mercados internacionales de crédito, los mismos que nos cortaron el financiamiento meses atrás, y suponer que se renovaran los vencimientos de las Leliq y de las Letes (instrumentos de deuda emitidos por el BCRA y el Tesoro nacional.
La solvencia de la deuda está cuestionada. Por eso es que el “riesgo país” se mantiene arriba en los 700 puntos. El gobierno en una clara maniobra electoralista vende que es por la incertidumbre política de las elecciones y el “riesgo” de que vuelva CFK, pero lo central es que no hay confianza en los mercados –las calificadoras de crédito le bajaron la nota a la deuda argentina- y en el horizonte asoma nuevamente el riesgo de default.
El pago de los intereses de esta deuda inmoral e impagable carga el presupuesto 2019 con alrededor de 600.000 millones de pesos, una cifra similar al ajuste realizado por el gobierno para aprobar el presupuesto con déficit primario cero, tal lo exigido por el Fondo. Sin embargo ese ajuste se logró reduciendo unos 300.000 millones del gasto público y otro tanto con suba de impuestos y derechos de importación, que habían prometido reducir. Hoy la presión tributaria es la más elevada que se recuerde. Para el 2020 el FMI exige un presupuesto con superávit fiscal primario de 1% que deberá continuarse en los años posteriores porque comienzan los vencimientos del préstamo del Fondo. Por otra parte presupuestariamente se prevé una caída del PBI del 2.7% para este año y del 0.5 para el próximo, sin embargo el FMI eleva esta caída al 1.8, lo que impactará en menores ingresos fiscales. Por lo que conseguir superávit primario es un imperativo. ¿Se seguirá con el ajuste permanente en una senda tipo Grecia? o ¿se retomará un ciclo de crecimiento? ¿Y en qué condiciones?
Tanto el massismo como el kirchnerismo han dejado trascender que la deuda hay que reestructurarla y renegociar el acuerdo con el Fondo, el gobierno Macri de reelegirse no tiene otra opción que seguir ese camino. Pero la reestructuración en estas condiciones será muy cara y el Fondo no será nada gratuito. El capitalismo argentino está en una verdadera encrucijada histórica, si no se sale del Fondo y se sigue con la sangría de la deuda la crisis se profundizará.
Mientras tanto se comienza a hablar de una nueva década perdida. Es que si se observa la evolución del PBI desde el 2012 al 2018 -los años 2010 y 2011 son los últimos de fuerte crecimiento- y se lo proyecta hasta el 2021 lo más probable es que el crecimiento de esos 10 años resulte neutro o levemente positivo. Pero si se tiene en cuenta el crecimiento de la población, 1% anual, el PBI per cápita será negativo.
No solo que la economía estancada reparte sus escasos frutos entre una ciudadanía cada vez más numerosa, sino que como sabemos ese reparto es cada vez más desigual. En síntesis que tendremos una economía más chica, con poca inversión, mayor desempleo y pobreza, y mayores desigualdades sociales.
Es el capitalismo que han impuesto nuestras clases dominantes y al que hay que resistir. También darle a esa resistencia una perspectiva anticapitalista.
Eduardo Lucita. Economistas de Izquierda (EDI)
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