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miércoles, diciembre 19, 2018
Stalinismo y trotskismo en el Vietnam
Ebrio después de haberse demostrado que –como había logrado hacer Hitler con sus opositores internos-, Stalin no solamente consiguió mediante el terror doblegar y exterminar a la mayor parte de la “vieja guardia bolchevique” que pudiera en un momento dado cuestionarle en la cumbre del poder, Stalin trató de reproducir los mismo métodos a través del Komintern, objetivo que logró en no poca medida en la España republicana –de la que resultó ser su página más oscura-, así como en el Vietnam donde los llamados “trotskistas” podían perturbar sus planes de colación con el imperialismo francés. Nos encontramos ante un episodio significado en todo lo que significó la guerra de liberación del Vietnam que tuvo sus luces, peto también sus sombras.
Como el tiempo se come la memoria, recordemos por si alguien lo ha olvidado que la guerra del Vietnam según la escala eurocentrista, o la guerra americana según la vietnamita, fue, por motivos múltiples, uno de los capítulos más dramático (sobre todo cuando se extendió a Laos y Camboya) e influyente del siglo XX, marcó un momento de la historia, transformó el mapa político mundial, fue un referente central en la conformación de la generación del mayo del 68, provocó una crisis sin precedente en los EE.UU. Tanto es así que ahora, cuando los planes expansionistas derivados del las ambiciones del triunfal-capitalismo han entrado en una crisis de consecuencia imprevisibles, ahora se vuelva a hablar del “síndrome del Vietnam”, un concepto que hay que escribir en “la onda de David”, o mejor dicho en un doble honda porque antes derrotar al más agresivo de los imperialismos, el pueblo del Vietnam ya había derrotado al colonialismo francés, abriendo de esta manera paso a la guerra por la independencia de Argelia.
Cuando hablamos de derrota conviene matizar. Se trata de una derrota parcial. El imperialismo norteamericano tuvo finalmente que ceder, sobre todo cuando se encontró que las atrocidades perpetradas estaban provocando movilizaciones cada vez más masivas por parte de la juventud universitaria y obrera (otra cosa fueron los sindicatos, pertrechado por un anticomunismo que los llevó al mayor entreguismo y corrupción), que a su vez conectaba con la revuelta de la ciudadanía de origen esclavo africano mantenida “democráticamente” como de segunda o tercera categoría. Parcial también porque antes de ceder, los gobiernos estadounidense que ya habían tratado de dejar Vietnam en la edad de piedra, lanzaron contra Laos y Camboya las suficientes como para socavar las bases materiales para condenarlos a la miseria, y por lo tanto a la dependencia económica. Parcial porque a pesar de que la documentación reunida por instituciones como el Tribunal Russell daba para repetir, incluso de manera ampliada, juicios como los del Tribunal de Núremberg, la élite gobernante norteamericana solo pudo ser juzgada moralmente, y aún así por unas conciencias que en muchos casos, no tardarían en ser doblegadas, y ahí están los ejemplos de antiguos militantes antiguerra del Vietnam como Javier Solana, Jack Straw o el verde alemán Joschka Fischer actuando una vez integrados como si dicha guerra jamás hubiera tenido lugar.
En esta historia hay algunas cosas que en aquellos años estaban muy claras, y que nadie decente discutía. Una era que el pueblo del Vietnam era la principal víctima de las ambiciones colonialista, otra era que sin una relación muy estrecha con este pueblo, el partido comunista del Vietnam jamás habría alcanzado la suma de victorias que le llevaría al poder. Entre estas verdades apenas si había un espacio para dudar de la integridad política de personajes como Ho Chin Minch o Vo Nguyen Giap. Sin embargo, lo cierto es que ya había motivos para la crítica en el pasado como los hay en el presente, sobre todo en relación con la influencia de raíz estalinista inoculada en el partido comunista durante los años más oscuros.
En los años treinta nos encontramos con un capítulo muy poco conocido, la eliminación de los componentes de la corriente trotskista entre finales de los años treinta y principios de los cincuenta; en el presente con la reproducción de formas de dominación burocráticas que excluyen por igual la participación de las masas en las decisiones políticas como la posibilidad de existencia de otras opciones políticas, incluyendo la que optaría por una reconstrucción del ideal socialista y democrático. Es desde estas últimas consideraciones que se justifica a nuestro entender la necesidad de abrir el debate sobre la historia del comunismo en el Vietnam, y para el que se ha compuesto este “dossier”, alimentado por cierto tanto por la actualidad del “síndrome del Vietnam” como por la aparición de nuevos libros que, a nuestro juicio, resultan harto significativos de la exigencia cada vez más ostensible de recuperar los ideales emancipatorios de entre las ruinas del estalinismo.
Una discusión con numerosos hilos, uno de los cuales nos lleva directamente a una historia paralela a la del POUM, y así la plantea con toda claridad el veteranísimo militante y escritor Ngo Van, fallecido a principios de este año. Sus magníficas “Memorias escuetas” que son el motivo central de este “dossier” cuando se refiere en su prólogo que “por medio de la III Internacional, Stalin imponía una estrategia totalitaria que nos parecía traicionar un internacionalismo consubstancial a todo compromiso revolucionario. De forma espontánea, nuestra crítica del poder estalinista, cuyo horror se exacerbó de forma espectacular con los juicios de Moscú, fue articulándose en torno a las ideas y a los partidarios de Trotsky. Desde que dejé Indochina en 1948, nunca me ha abandonado la esperanza y la convicción de una necesaria subversión del abyecto orden del mundo, pero ha ido creciendo con nuevas reflexiones sobre el bolchevismo y la revolución. En Francia, en las fábricas y en otros lugares, he encontrado aliados, tanto franceses como ex colonizados o españoles -otros supervivientes- que, con el POUM o los anarquistas, vivieron una experiencia parecida en nuestra guerra: la de estar comprometidos contra dos frentes, uno contra el poder reaccionario y otro contra el partido estalinista ávido de poder”.
En nuestros lares, la historia de los comunistas revolucionarios de “La Lutte” en el Vietnam, apenas si nos llegó mediante algunas alusiones en la biografía de Ho Chin Minch, del famoso escritor e historiador francés Jean Lacouture (Alianza, Madrid, 1968), y de algunas alusiones en algunos manuales sobre la historia del trotskismo; ni que decir tiene, nunca se tradujo la gran investigación sobre este episodio, la aportada por Daniel Hémery en Révolutionnaires vietnamiens et pouvoir colonial en Indochine. 1/. Este desconocimiento es deudor tanto de la escasa bibliografía existente sobre el Vietnam, normalmente restringida al período coincidente con la guerra auspiciada por los Estados Unidos y por lo tanto inmersa de pleno en los dilemas de la “guerra fría” así como en los del colonialismo-anticolonialismo. Esto sin olvidar obviamente la existencia de una revolución…
Ha pasado mucho tiempo y muchas cosas. De hecho, en un mundo de pocas lecturas el escenario ha venido a ser ocupado por el cine, norteamericano por supuesto, bien desde la fracción ultraconservadora (muy personificada en actores tan fascistoídes como John Wayne, Silvestre Stallone o Chuck Norris) bien la más liberal y antimilitarista representada por cineastas como Oliver Stone (Nacido el 4 de julio) o Stanley Kubrick (La chaqueta metálica), y por actores como Jane Fonda o Donald Sutherland) y en la que, tanto en un caso como en otro, la parte vietnamita aparece como una convidada de piedra. Desde el fascismo aparece como parte de un pérfifo “comunismo asiático”, en tanto que desde la izquierda aparecen –justamente- como víctimas, a veces crueles, luchadores en defensa de lo que les resulta propio, por supuesto: no sin contradicciones.
La ocasión para nuevas lecturas y nuevos debates nos la brindan la edición de dos obras distintas pero bastante complementarias, y ambas situadas en un extenso terreno que podíamos esquematizar como parte de la muy diversa “tradición trotskista”. En el primer caso se trata de La otra guerra del Vietnam, obra de John Neale (El Viejo Topo/Intervención Cultural, Mataró, 2003, 300 págs., tr. de Gemma Galdón). Neale es Doctor de Historia Social por la Universidad de Warwick, Gran Bretaña, y cuenta con una abundante obra. Su esquema de trabajo abarca tanto la situación vietnamita como la norteamericana (que vivió personalmente, primero como patriota, luego como antimilitarista), y su punto de vista político es bastante deudor de la corriente liderada por el “Socialist Worker Party” británico, creado por Tony Clift, y que en estos lares está representada por el colectivo “En lucha” (En lluita, en Cataluña). Una gran virtud de Neale es su sencillez y su amenidad, un criterio tomado del propio Clift quien decía muy acertadamente que mientras más complicada sea una cosa más sencillamente hay que explicarla. Un objetivo plenamente logrado como he podido constatar en la distribución de la edición en los medios obreros.
Mientras que el trabajo de Neale es un ensayo amplio que trata de abarcar tanto la historia vietnamita como la norteamericana, tanto el movimiento comunista nacionalista del Vietnam como el significado del movimiento antiguerra en los EE.UU (del que él mismo formó parte), la obra de Ngo Van es un testimonio personal en la que el autor viene a ser como el ojo de una cerradura por el que vemos pasar una “película” en la que la historia local, nacional, familiar y militante se confunde con los acontecimientos evocados. El propio Ngo Van estuvo en Barcelona el pasado junio (2004) invitado por la inquieta Ediciones Octaedro, y presentó su libro en la hermosa librería barcelonesa Altaír ante un público numeroso y cálido, y lo hizo en compañía del historiador y militante ácrata Paco Madrid que ofreció unas breves pinceladas sobre la “otra historia” vietnamita inmersa en la historia más conocida: la de una crisis revolucionaria que fue cercenada por la inoculación del estalinismo en un partido comunista que hasta finales de los años treinta había aceptado hacer frente único con la sección de la IV Internacional. A sus entonces 91 años, Ngo Van realizó sus declaraciones con dificultad pero con una animosidad muy intensa que subió varios grados cuando se enteró emotivamente que su admirado Andrés Nin tenía una Fundación, y mostró su fervoroso interés por seguir la ruta de Orwell en Barcelona.
Estas obra tan personal y tan entrañable había sido precedida por otra, la prolija y muy documentada, “Révolution et contre-révolution sous la domination coloniale” (L´Insomaniaque, Paris, 444 págs.) 2/. Su profundo calado se hace “sentir” en una narración tan personal y al mismo tiempo tan colectiva efectuada por Ngo Van que nunca olvida que él fue uno entre tantos. Aunque eso sí, también Ngo se distinguió aunque solo fuese por su amor por la gran literatura francesa, plenamente consciente que si bien Francia los oprimía, la cultura y los ideales que venían de Francia los ayudaba a liberarse, de ahí que tempranamente fuera el autor de un folleto sobre los procesos de Moscú, que muy bien lo podría haber editado el POUM en Barcelona por las mismas fechas. Pienso que gracias estos libros ha llegado el momento de hacer algo en contra de este desconocimiento, de que apenas sepamos tres o cuatro cosas sobre situaciones en las que el comunismo antiestalinista alcanzó un arraigo y una influencia significativa, y que acabó siendo abatido entre dos fuegos, el de la derecha por supuesto, pero también desde el del comunismo oficial orientado desde el poder totalitario que Stalin y sus secuaces acabarían teniendo como expresión de una enfermedad que acabaría dañando todo el cuerpo del mismo ideal socialista.
Actualmente, todo indica que el pueblo vietnamita quiere olvidar y vivir lo más alegremente posible sus vidas llenas de dificultades económicas, dificultades a los que no son ajenas las medidas argumentales que de alguna manera se han visto obligado a tomar el jarabe contra el que habían luchado tan dignamente. Quizás se pueda decir con Chomski que el Imperio no ganó, pero dejó el Vietnam tan destruido que los nuevos gobernantes tuvieron que hacer frente a las consecuencias de una guerra que fue devastadora, sobre todo para ellos. Los agresores nunca dejaron sus casas ni sus supermercados.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
Notas
1/ Esta obra, subtitulada “Comunistas, trotskistas, nacionalistas en Saigón desde 1932 a 1937”, fue publicada por François Maspero en 1975, y cuenta 526 págs., de la que más de 100 págs. conforman una documentación complementaria. Se trata de una historia minuciosa de una época central en las relaciones entre la izquierda francesa y el anticolonialismo vietnamita, con apartados muy detallado sobre la historia de “La Lutte”, y sobre el debate indirecto entre Ta Thu Thau y Trotsky sobre las diferencias entre el Frente Popular en la metrópolis y el frente único que congregó a trotskistas, comunistas oficiales, budistas y nacionalistas contra el colonialismo…Por falta de tiempo no he traducido el capítulo III, Du Front Populaire a la escisión (1936-1937), centrado en el debate sobre el neocolonialismo frentepopulista… El texto de Trotsky “Sobre la declaración de los oposicionistas indochinos”, incluido en los anexos se puede encontrar en castellano en el vol. I, tomo II, 1930-1931 de los Escritos aparecidos en la Editorial Pluma, Bogotá, 1977.
2/ Este capítulo de la historia fue ampliamente estudiado en el nº 2 vol. 3 (otoño 1990) de la revista “Revolutionary History”; por su parte los Cahiers Léon Trotsky de Grenoble le dedicaron los números 40 (diciembre 1989), y 46 (julio 1991), y comprende un artículo de Ngo Van sobre “El movimiento por la IV internacional en Indochina (1939-1945)”.
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