Entrevista al ecologista Antonio Brailovsky
M.H.: Se está desarrollando en Polonia la denominada COP 24 sobre el cambio climático que tiene lugar en la ciudad de Katowice, que fue bloqueada el pasado sábado horas después de que miles de manifestantes marcharon en la ciudad para denunciar la promoción de la minería de carbón en Polonia y para exigir la toma de acciones urgentes contra el cambio climático. ¿Qué nos puede comentar de esta reunión?
A.B.: Yo creo que si hubieran invertido en energía eólica y solar el dinero que gastaron en estas Cumbres tendríamos más encaminada la solución. Hay una hipocresía tradicional de la ONU que simula que creen que porque se reúnen y elaboran un documento que nadie va a cumplir, están haciendo un aporte. En realidad el único aporte que están haciendo es engañando a la gente. Se han reunido 24 veces, no una o dos, y hasta ahora por lo menos todos los países del G20 han incumplido todos los compromisos que asumieron. Entonces, se reúnen, discuten cualquier cosa, aprueban maravillas, se sacan la foto y después no cumplen nada. Esto hay que decirlo, hay que hablar del fracaso del sistema de la ONU que está más pensado para engañar a la gente que para solucionar problemas.
M.H.: ¿Qué deberíamos esperar los seres humanos comunes y corrientes de esta COP24?
A.B.: Nada. Un documento anodino, el compromiso de que van a hacer los grandes esfuerzos para solucionar los problemas y una mentira más. Si uno hace el listado de 23 reuniones mentirosas, qué puede pensar de la Nº 24. La primera vez que a uno lo engañan es culpa del que miente, pero la Nº 24 ya es culpa de uno creerles.
Yo creo que realmente la presión de los intereses de las empresas contaminadoras es tan fuerte que no van a hacer nada, van a prometer hacerlo alguna vez y nada más. Encima tienen el pretexto de tener a un payaso como Donald Trump que dice lo que los demás no se atreven a decir. Este momento lo juega Trump, en Brasil lo jugará Bolsonaro. Pero no hay que esperar nada que salga de este sistema tan decadente y corrupto.
M.H.: ¿Qué podemos hacer los seres humanos frente al cambio climático, al calentamiento global?
A.B.: Una es movilizarse en contra de todas las actividades contaminantes. El caso argentino tal vez requiera de más movilizaciones porque es el más irracional de todos, con el tema del fracking en petróleo y gas, porque es una actividad extremadamente contaminante, tanto del aire, el agua, el suelo y el riesgo de la salud de la gente. Y no es rentable para nadie porque el gobierno tiene que subsidiar a las empresas para que saquen petróleo y gas por medio de fracking entonces estamos pagándole a las empresas internacionales con nuestros impuestos, con el dinero que tendría que ir a salud, educación, jubilaciones, salarios, etc., para que hagan una actividad que está destruyendo el mundo. De modo que lo primero que tendría que hacerse es una movilización muy fuerte contra estas empresas.
Y lo otro tiene que ser una actitud de adaptación o resistencia al cambio climático que también requiere una movilización social para volver a redactar todos los códigos urbanísticos del país, teniendo en cuenta que todas las zonas que alguna vez se inundaron se van a inundar más y las que tuvieron sequías van a tener más graves.
Esto hay que plantearlo, moverse como ciudadanos, actuar. No se puede seguir mirando para otro lado, no se puede aceptar más que nos planteen que la maravilla que nos va a sacar de la crisis económica sea el fracking y que hayan aprobado un Código urbanístico y de edificación de la Ciudad de Buenos Aires que no tenga en cuenta que hay napas de agua, arroyos entubados.
No tuvieron en cuenta que esta Ciudad está cada vez más afectada por el cambio climático y que no se puede construir en todas partes de la misma manera, no se puede hacerlo sobre un arroyo, ni en un lugar en donde la napa subterránea está más cerca de la superficie que donde está más profunda.
Aquí ha habido un engaño a la gente, se omitieron los temas importantes para beneficiar a las petroleras en un caso y en el otro al negocio inmobiliario.
Yo creo que tenemos un pueblo demasiado pasivo ante estos abusos. Pienso en la reacción de la gente de París cuando les aumentaron un poquito el precio del combustible, salieron a protestar; nosotros aceptamos. Nos aumentan los combustibles varias veces y a ellos un 0,5% y los indignó. Tenemos que aprender de la gente que se enoja cuando hay un abuso.
Ley de semillas: las multinacionales quieren prohibir una actividad practicada desde el Neolítico
M.H.: Ha quedado para el año que viene el debate en torno a la Ley de semillas ¿De dónde arrancaremos respecto de esa discusión?
A.B.: Yo creo que necesitamos más discusión en la sociedad, que la gente se entere de qué significa esto. Desde que empezamos a hacer agricultura hace más de 10.000 la práctica de los agricultores fue siempre sembrar, cultivar, cosechar y reservar un poco de lo que cosecharan para usarlo como semilla para el año siguiente. Esta vez se trata de prohibir algo tan elemental como eso.
Es decir, las empresas que manejan las semillas dicen “no te compro la cosecha si no es de esta variedad que te vendo”. El agricultor la siembra, se la vende a la empresa y la empresa dice “pero esa semilla la desarrollé yo, es mía y no podés volverla a sembrar, tenés que volver a comprarme a mí otra semilla”. El derecho del agricultor de volver a sembrar la semilla que cosechó esta ley se lo está prohibiendo. Una cosa que los agricultores vienen haciendo desde el Neolítico.
A mí me parece que es nuevamente un abuso extraordinario y que requiere de una sociedad que se entere de que está siendo abusada y que reclame, porque además, esto ya se está viendo en todas partes, todo el sistema de semillas de las multinacionales está generando que también cultiven plagas resistentes a los plaguicidas que usan, entonces la solución para las empresas es envenenar a la gente, fumigar más, etc.
Pero la solución ecológica es trabajar con las variedades de los campesinos, que tienen variedades de cada planta que pueden ser naturalmente resistentes a distintas plagas sin echarles venenos. Pero por supuesto los fabricantes de veneno no quieren admitirlo, por eso quieren una ley que le prohíba a la gente cultivar su propia semilla.
M.H.: Una batalla que tendremos que librar el próximo año.
A.B.: Desde ahora mejor, porque la gente piensa que es un tema que pasa allá lejos, que es un tema técnico que no le atañe y no es así. Porque en este momento, por ejemplo, mi mujer está preparando la cena, vamos a comer verduras con plaguicidas, carne con plaguicidas que es el resultado del modelo de producción que imponen estas empresas. Para poder comer productos limpios necesitamos que esa ley no se apruebe.
Mario Hernández
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