Tiene razón Carlos Payán en su excelente discurso de aceptación de la medalla Belisario Domínguez cuando ubica a México en el tiempo de Trump, la xenofobia, el racismo, el nacionalismo fascista, la preparación de una devastadora guerra mundial y la marcha acelerada hacia una catástrofe ecológica. Pese a la desastrosa situación dejada por el PRIAN (y precisamente por ella) México no puede ser guardia fronteriza del imperialismo ni puede seguir ocupado por sus propios soldados convertidos en policías. Debe prepararse y preparar a la población para los grandes desastres naturales y la desertificación que provoca el cambio climático resultante del capitalismo y su depredación. Debe extender- y no reducir- sus bosques y defender al agua de la rapiña de la minería y reestructurar su territorio reforzando –no debilitando- la agricultura campesina y sostener los ejidos y las comunidades en vez de golpearlos.
La prioridad debe ser el reordenamiento de los recursos por los habitantes y para éstos, no el lucro de grandes empresas capitalistas. Necesita lograr al menos la seguridad alimentaria en vías de obtener la autonomía en ese campo, fijar la población con un trabajo digno y productivo reduciendo la emigración y el trabajo llamado informal que esconde la subocupación y la miseria. Tiene que elevar mucho su nivel cultural, mejorar la educación y la lectura para eliminar el semianalfabetismo y la reducción del lenguaje a pocas decenas de palabras que anula la capacidad de pensar, conocer y decidir independientemente, como ciudadanos libres, no como esclavos de la TV y otros intoxicadores.
México tiene que incorporar plenamente a la ciudadanía y la igualdad a sus indígenas, que no son consultados ni sobre los problemas que les atañen directamente y cuyos derechos no son respetados; ellos deben fijar democráticamente, según sus propias normas, los objetivos y las formas y ritmos del desarrollo, de la reestructuración del territorio.
Hay que dar vuelta la pirámide. Que los de abajo piensen, discutan, organicen, decidan, desarrollen sus planes sin depender de decisiones que les llueven desde lo alto. Un pueblo que necesita jefes o salvadores, no es democrático, es un pueblo sin ciudadanos. Los chalecos amarillos franceses dan el ejemplo rechazando los líderes y actuando horizontalmente y uniendo clases medias pobres y trabajadores para poder reconquistar el París del gran capital.
Es prioritario promover la enseñanza, la cultura, la ciencia y la tecnología y defender la mente de los ciudadanos con una ley de medios que condene a quienes mientan por interés. Es indispensable la defensa del ambiente, la organización de los indígenas-campesinos, de los ejidatarios y de la agricultura familiar, sostener al artesanado, combatir duramente el consumismo y la contaminación ambiental y de aguas y mares por el plástico y los detergentes, practicar una agricultura biológica y salvar a los pobres de las bebidas y comidas chatarra.
Hay que crear poder adquisitivo y una importante red de industrias y comercios medianos que reduzcan la concentración de la riqueza en pocos oligopolios. La prevención de los delitos y su represión deben estar a cargo de la Guardia Nacional, formada por ciudadanos sin antecedentes penales por delitos comunes y de Comités comunitarios ciudadanos por colonia o comunidad y la justicia debe ser impartida con jurados populares.
Sólo la organización democrática de los trabajadores permitirá a México hacer frente al embate de una nueva crisis semejante a la del 2008 que tendría grandes repercusiones sociales en todo el continente y, en particular, en Centroamérica y México, tan dependientes de Estados Unidos.
Contrariamente a lo que decían algunos ignorantes e impresionistas sobre la inminente eliminación del dólar como moneda de intercambio, las cosas siguieron el camino opuesto aunque, sin duda, esa previsión apresurada terminará por resultar cierta en el futuro y, como fue previsto, los BRICS no resistieron, Brasil y Sudáfrica entraron en profunda crisis y Rusia no puede con la carga del rearme y la caída del precio del petróleo y del gas, envejece y pierde población pues la expectativa de vida es de 65 años para los varones y cada mujer da a luz, en promedio, 1,7 hijos que no llegan a reproducir la pareja.
Sólo la India y China aguantan aunque la población china también envejece y sufre los efectos de la guerra comercial con Washington y de su intenso rearme, que complica y retarda su crecimiento económico. Eso no le impide colocar sus peones económicos y militares en el tablero mundial para realizar la Ruta de la Seda que cree una Eurasia unida bajo la influencia de Beijing.
Todo está en movimiento en un proceso que se acelera. Lo peor sería ver a México fijo y aislado, como si integrase otro planeta. Sería criminal apostarle al capitalismo, aceptar sus normas y valores que llevan al desastre. Hay que apostar en cambio por la utopía posible, por la democratización y modernización de México en un mundo de iguales y que respete la naturaleza.
Guillermo Almeyra
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