domingo, diciembre 16, 2018

Fernando Birri: “Larga vida a la utopía del ojo y de la oreja”



Birri y un collage de fotogramas de algunas de sus películas: "Tire dié", "Los inundados", "La pampa gringa".

“Ata tu arado a una estrella”, documental de Carmen Guarini

“Ata tu arado a una estrella” es un documental-ofrenda de Carmen Guarini al maestro del cine latinoamericano Fernando Birri. En esta ofrenda, personal y a la vez colectiva, la directora amalgama el making-of del documental de Birri “Che, ¿la muerte de la utopía?” --en el cual el director dialoga con escritores, campesinos y activistas sobre qué significa para ellos la utopía (1997)-- con escenas filmadas en las dos décadas siguientes por Guarini y su equipo. Geográficamente el documental parte desde Santa Fe, pasa por Buenos Aires, hace una parada en Las Higueras, se detiene en San Antonio de los Baños y finaliza en Roma con la directora en el departamento de Birri y su esposa, pocos meses antes de la muerte del cineasta en 2017. Es un recorrido que marca sitios clave en la vida del fundador de la primera escuela de cine latinoamericana, la Escuela Documental de Santa Fe, Argentina.
Carmen Guarini incluye escenas de un par de películas de Birri, como la memorable “Tire dié” (1956-1958), primer film-encuesta filmado en América Latina. Birri escribió que la dirección de “Tire dié” había sido muy sui generis porque fue hecho por ciento veinte muchachos y muchachas que no habían hecho nunca cine y fue el resultado de un trabajo de equipo. En referencia a la relación con los protagonistas, los niños que corren temerariamente a la par del tren para pedir monedas en una barriada pobre de Santa Fe, dijo: “Nadie puede conseguir una presencia creíble, o si prefieren verdadera, del personaje si no crea primero una relación profundamente humana, de profundo respeto y, aunque la palabra esté bastante fuera de moda, de profundo amor… Es fundamental trabajar con esa dimensión, sin esa dimensión a mí, personalmente, no me interesa el cine; creo que nadie, nadie puede conseguir un film honesto si no hay esa base de confianza, de compromiso, de amor”.
Y es exactamente este criterio el que sobresale en el documental de Carmen Guarini. “Ata tu arado a una estrella” está entretejido sobre una relación de profundo respeto y afecto entre la cineasta y Fernando Birri, que puede palparse desde la primera escena hasta la última. La película captura amorosamente el brillo infantil que persiste con irreverencia en los ojos gastados por el tiempo, la sonrisa constante y sobretodo el pensamiento lúcido y la creatividad inagotable de Birri. A su vez, Birri, como personaje del documental, es generoso, comunicativo, solidario, agradecido. Solo hay un instante en que esboza una queja: cree que la pregunta de Carmen sobre su vida fuera de la Argentina, sobre sus exilios, podría ser injusta porque él “nunca estuvo desde afuera, sino siempre desde adentro…”. Aceptando lúdicamente su papel en la película dice Birri: “Yo prácticamente hace cinco años que no existo, yo soy una proyección, cuando ustedes se vayan… yo desaparezco y vuelvo a aparecer cuando Carmen aparece; me construyo… Estoy feliz de estar con Uds. ahora…”
En el diálogo con Carmen Guarini, en las charlas con discípulos de la Escuela Documental de Santa Fe, en las entrevistas que Birri les hizo a escritores como Osvaldo Bayer, Eduardo Galeano y Ernesto Sábato, en la Escuela de los Tres Mundos ovacionado por los alumnos y acompañado por Fidel y García Márquez, en todo momento Birri es un profeta conciente del peso de sus palabras, ni aun cuando bromea y ríe con ganas pierde el eje de su pensamiento: sabe que sus palabras trascenderán el momento y las calibra para enfocarse en los temas que guiaron su vida, entre los que se destaca uno: la utopía, o el derecho a soñar con un mundo mejor.
Y es la utopía justamente el tema en torno al cual está diseñado el documental de la cineasta y antropóloga Carmen Guarini, con una coherencia total. Desde la primera escena poéticamente filmada, que nos muestra a Birri cerrando una a una las puertas y ventanas de su casa con andar ligero, una sonrisa y rebosante de energía —resaltada por el visceral tema musical de Gustavo Pomeranec— mientras parte de viaje para filmar su documental sobre el Che y la utopía. Hasta la escena final, donde vemos a un Birri anciano en su departamento de Roma que a paso lento recorre su hogar filmando la terraza, las flores, sus cuadros; sus ojos de niño curioso re-descubren con una pequeña cámara los tesoros que encierra su casa mientras reafirma que “la resignación no existe en el camino de la utopía… Vivo de la memoria --que es el pasado-- pero también de la memoria del futuro, que es un proyecto, que es la utopía… soy una especie de memoria que anda caminando. La vida, ¿en qué consiste? Consiste en la memoria y en la memoria del futuro -que es un contradicción, pues no existe- pero Sí existe, se llama proyecto, querés que te lo diga más clarito, se llama UTOPÍA.”
Quizás no casualmente, la escena más risueña y ligera del documental es la “planificación” del funeral de Birri, hecha por el propio Birri mientras comparte un asado con discípulos de la Escuela Documental y amigos en Santa Fe. Entusiasmado Birri exclama que en su funeral las cenizas serán acompañadas por un cortejo que bailará al son de la murga negra de Santa Fe, con sus amigos llevando imágenes de Glauber Rocha, Dos Santos, Solana… Animado por las risas de sus discípulos Birri agrega más detalles y ríe feliz como un niño planeando un cumpleaños… La vida y la muerte para Birri van de la mano; son compañeras.
El funeral que Birri anhela en clave de broma y a ritmo de murga me lleva a evocar la escena final de “El sabor de las cerezas” de Abbas Kiarostami. La pantalla, que había quedado completamente oscura después del (probable) suicidio del protagonista, se ilumina con una verde colina mientras Louis Armstrong interpreta “St. James Infirmary”, la marcha fúnebre que inicia como un lamento desgarrador para luego convertirse en una celebración gloriosa de la vida. Badii, el personaje principal, considera que "la vida es una elección y no una obligación”. Reflexionando sobre el tema, el maestro de cine iraní dijo: “Uno debe sentirse responsable de su propia vida… en mi película hay algo de existencialista: Mientras estemos con vida, tenemos la responsabilidad de nuestra vida”. Como un eco del existencialismo de Kiarostami, afirma Birri: “Si yo no pudiera soñar con un futuro mejor para todos… yo personalmente no encontraría una razón para seguir viviendo…”.
Birri sin duda alguna supo soñar con un mundo mejor y supo hacer de este sueño personal un sueño colectivo que remonta vuelo en el cine de Carmen Guarini y de cineastas y estudiantes de cine a lo largo y ancho de América Latina y el mundo. Conciente de este legado y a modo de balance, dijo: “Los dos puntos importantes que quedarán de mi vida son la Escuela Documental de Santa Fe y la Escuela de Tres Mundos (América Latina y el Caribe, Africa y Asia). Sin falsa modestia, dos lugares que marcaron la historia del cine latinoamericano.”
En un momento clave del documental, Carmen Guarini se pregunta si no viviremos un momento en que la utopía ha quedado reducida a un sueño fantasmagórico. A la respuesta parece hallarla en la Escuela de los Tres Mundos, donde ella misma imparte clases: “La utopía además de ser un lugar puede ser una persona… la utopía y Birri sirven para hacernos caminar…”.
El cine “contaminado” de Birri —calificativo creado por Pasolini y apropiado por Birri para referirse a su propio cine, que cruza fronteras entre ficción y no-ficción, y que se aplica también al cine de Carmen Guarini— tiene como protagonistas tanto a los que sufren la injusticia social como a los que luchan contra esa injusticia: los pobladores de zonas inundadas, los niños que tienen que salir a pedir una moneda para comer, el Che, Madres de Plaza de Mayo, Rafael Alberti. Es justamente del gran poeta español este poema que sugiere no perder nunca de vista la estrella, aquella estrella que guiara a Birri:
“Te conocí de niño/ allá en el campo aquel de Córdoba Argentina,/ jugando entre los álamos y los maizales,/ las vacas de las viejas quintas, los peones.../ No te vi más, hasta que supe un día/ que eras la luz ensangrentada, el norte,/ esa estrella/ que hay que mirar a cada instante/ para saber en dónde nos hallamos”. -poema de Rafael Alberti dedicado al Che.

Silvia Arana

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