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viernes, julio 03, 2020
35 años del estreno de “Volver al futuro”: el futuro no está escrito
Los EE.UU. de los '80, las políticas moderadas del director Zemeckis y el lugar de este clásico en la historia de los viajes en el tiempo.
En un mundo convulsionado por la pandemia, nuestros hábitos de consumo audiovisual cobraron una gran importancia. Desde las plataformas de streaming, pasando por los clásicos servicios de cable y TV satelital, diariamente nos ofrecen un menú apabullante de series, películas de estreno, reposición y repetición hasta el hartazgo y el alienante zapping.
Pero si hay una película a prueba del hartazgo, el zapping compulsivo -y galardonada como “la peli que salva la noche”- es Volver al futuro, un ícono pop inoxidable que cumple, este viernes 35 años de su estreno mundial.
“En mi opinión, si vas a hacer algo como esto, hazlo con estilo…”
Sin duda alguna, Volver al futuro es un icono de la cultura popular que a podido atravesar todo tipo de barreras generacionales.
Desde su estreno en julio de 1985, este hito del director Robert Zemeckis -con la colaboración en el guión de Bob Gale y de Steven Spielberg en la dirección- resistió con longevidad el paso del tiempo y -no menos importante- el boom de remakes, reboots, spin off y nuevas trilogías del que tantos clásicos del cine han sido víctimas por parte de productoras como Disney. Una resistencia en la que los propios Zemeckis y Gale, que trabajaron juntos tanto en la parte I como en la II (1989) y III (1990), han sido explícitos año tras año, respondiendo a cualquier rumor con una pétrea diatriba: “mientras nosotros sigamos con vida, no va a haber un Volver al futuro 4”.
Su guion es considerado un objeto de estudio por su capacidad de ofrecerle al espectador una cantidad infinita de “cebos” y “ecos”, o sea, pistas que permiten enlazar los encuadres de la cámara con la trama que se irá sucediendo en las escenas siguientes y viceversa.
Ejemplo de ello es el cebo de la escena inicial, donde se realiza un cameo a un reloj con un muñeco colgado de las agujas, la cual vaticina al “Doc” Emmet Brown colgado de la Torre del Reloj. El efecto eco, por su parte, puede apreciarse en la escena del estacionamiento “Twin Pine Mall”, el cual al final del film cambia de nombre como “Loney Pine Mall”, luego de que Marty McFly arrollara un pino en su arribo al año 1955.
Todo esto en un permanente juego de clímax entre el suspenso cómico, el uso de los montajes, los planos largos y secundarios para apreciar la acción, la cuidada ambientación de época en los decorados y la sensación de no saber qué puede ocurrir. Recursos que vuelven a la película impredecible, como ocurre cuando Marty McFly y su madre Lorraine son arribados por Biff Tannen de forma sorpresiva en la escena del estacionamiento de la escuela.
Dichos recursos, sumados a la influencia del cine de Hitchcock -principalmente en sus técnicas de encuadre, puesta en escena y cierto morbo en el tratamiento del suspenso, el humor y los temas sexuales- la convierten en un clásico exponente del “cine de espectáculo”, que apela al estímulo de los sentidos por delante de la lógica narrativa.
Por último su humor, repleto de gags físicos, diálogos delirantes, sutilezas e ironía ambientarán a la película en un clima con tonos surrealistas y kafkianos. Su banda sonora y el uso artesanal de los efectos especiales son el toque “Spielberg” que terminan de cerrar este concepto de entrenamiento por completo.
Todo tiempo por pasado fue mejor…
Con sus accidentados viajes, sus alocadas paradojas temporales, su frescura e ironía, la trama de Volver al futuro ha generado todo tipo de reacciones y sensaciones. Desde la más llana sensación de entretenimiento hasta la nostalgia y los suspiros por la eterna fantasía de viajar en el tiempo como forma remediar nuestros errores, sin duda el film va más allá de una simple historia de adolescente que viaja al pasado para terminar convirtiéndose en el “celestino” de sus padres.
Volver al futuro es una historia que refleja a la Norteamérica de los años ’80, la década del consumismo, de la “revolución conservadora” de la era Reagan, del puritanismo y la vuelta a los valores morales del “American Way of Life”, del apogeo del exitismo de la cultura yuppie ante las frustraciones de la generación hippie de los ’60 y el desencanto de la juvenil generación X.
Esta temática está muy presente en el cine y la TV norteamericana de esos tiempos, en series como Lazos familiares (también protagonizada por Michael Fox), Blanco y Negro y hasta inclusive Alf, cuyos padres adoptivos son dos ex hippies transformados en una familia acomodada de clase media culposa. Y en películas como El secreto de mi éxito”, De mendigo a millonario, Wall Street y El Club de los 5 (The Breakfast Club), entre otras.
En Volver al futuro estos complejos son abiertamente evidentes y hasta inclusive personificados en cada protagonista. Por un lado tenemos Marty McFly, un típico adolescente de los 80’s con sus proyectos, frustraciones e inseguridades en el seno de una familia disfuncional, con un padre sumiso y cobarde, una madre resignada y puritana y unos hermanos sin muchas perspectivas de progreso. Por el otro lado está Biff Tannen, un eterno arrogante y abusador que se toma todo tipo de abusos contra familia de Marty.
En síntesis esta familia es la representación de una Norteamérica que tambalea entre las frustraciones de la crisis de los radicalizados años ’60 y ’70 y la arrogancia propia de los ’80.
El accidentado viaje en el tiempo a 1955 de la trama será la forma de corregir estas frustraciones y redimir el futuro, o mejor dicho presente, que no es otra cosa que una vuelta a los valores de una Norteamérica inocente, de postguerra, donde todo parecía que estaba por hacerse y donde la capacidad de asombrarse estaba a la orden del día -algo reflejado en la escena en la que los abuelos de Marty se asombran con su primera televisión, en contraste con la actitud alienante hacia la misma de su familia de 1985.
El medio para este “volver” será un Delorean DMC-12 modificado: otro guiño más para el espectador, ya que dicho automóvil -un deportivo de alta gama diseñado por el exitoso ingeniero automotriz John Delorean- terminó siendo uno de los mayores fracasos de la industria automotriz de los ’80, tanto por sus pobres prestaciones como por el affaire de estafas financieras y narcotráfico en que terminó ese efímero proyecto.
En definitiva, para Robert Zemeckis todos los sucesos que de ahora en más ocurran en 1955, tendrán una incidencia directa y lineal en 1985, sin que los convulsionados años ’60 y ’70 puedan incidir.
Esta especie de tensión entre valores puros y valores perversos es una marca registrada en el cine de Zemeckis. Se la la puede ver en la película Autos usados, de 1980, donde dos hermanos diametralmente opuestos -uno campechano de perfil bajo y el otro un ambicioso fanfarrón- se disputan el mercado de los autos usados en un pueblo de los EE.UU.
Pero la película que más remarcará esta tensión y este anhelo de sesgo “moderado” será la consagrada Forrest Gump (1994) con el protagonista Forrest y la coprotagonista Jenny como la representación de dos Norteaméricas: la primera, de valores morales y deseo de progreso más allá de los obstáculos; la segunda, de resentimientos y rebeldía -vista en la misma como “libertinaje”- que terminará por hundirla en la decadencia y la depresión.
Out of time
Desde antaño, la idea de viajar en el tiempo ha sido una de las más apasionantes fantasías de la humanidad. La obsesión por conocer el pasado y anticiparse al futuro -tanto para ratificarlo como modificarlo-, como así la naturaleza del tiempo, han sido temas de inspiración en disciplinas tan disímiles como la literatura, el cine, la física e inclusive las ciencias sociales, con los llamados “historiadores contrafácticos”.
Pero sin duda alguna la literatura y el cine han sido las mayores usinas creadoras de este género.
Desde la literatura se pueden encontrar obras como el Cuento de navidad (Dickens), La máquina del tiempo (H.G. Wells), Un yanki en la corte del Rey Arturo (Mark Twain), El fin de la eternidad (Asimov) o inclusive al propio Borges en algunos de sus ensayos y poemas.
Pero es en el cine, con su capacidad de plasmar sensorialmente este viaje hacia mundos inexistentes, el que marcó esta fantasía.
Entre los filmes previos más conocidos están La máquina del tiempo (George Pal, 1960), El muelle (Chris Marker, 1962), Te quiero, Te quiero (Alain Resnais, 1967), Los pasajeros del tiempo (Nicholas Meyer, 1979), El experimento Filadelfia (Stewart Raffill, 1984) y Terminator (James Cameron, 1984). Todos estos comparten cierta idea de plantear el viaje en el tiempo como un hecho épico y “científico”, donde las paradojas temporales se presentan como fenómenos trascendentales para la humanidad, planteando inclusive posibles escenarios oscuros y distópicos.
En cambio, en Volver al futuro el viaje en el tiempo es un hecho lúdico, repleto de absurdidades y donde los protagonistas no son grandes héroes sino más bien personajes mundanos y marginales que viven desencajados en su propio mundo. El Doc Emmet Brown como un fracasado y excéntrico científico de barrio y Marty McFly como un adolescente desencantado de su propia familia, y particularmente de su padre, y desencajado por la incestuosa atracción de su joven madre hacia el.
A partir de Volver al futuro, la temática de viajes en el tiempo cobrará muchísima más importancia y dará obras de mayor complejidad como 12 monos (1996), El efecto mariposa (2004), Predestinación (2014), Interestelar (2014) o series más actuales y de una complejidad mayor como Dark.
El futuro no está escrito
En definitiva Volver al Futuro, además de entretener (y mucho), es una película que a su modo intenta reflexionar sobre la compleja idiosincrasia norteamericana buscando en las ideas del pasado y el tradicionalismo alguna respuesta y un consuelo ante los problemas del presente y el futuro.
Un futuro que, pandemia mediante, se presenta incierto y vacilante en todo el mundo y al que varios han decidido nombrarlo como “la nueva normalidad”.
¿Adonde vamos no necesitaremos carreteras?
Tal vez la única posible respuesta a ese dilema sea la conclusión con que el “Doc” cerró la trilogía en 1990: “tu futuro no ha sido aún escrito, ni el de ninguno de ustedes. Tu futuro es el que tú te formes. Así que háganse uno muy bueno”.
Agustín Carucha
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