domingo, julio 05, 2020

Francia: después de las elecciones municipales



Se acelera la crisis.

La crisis dio un paso adelante con el nombramiento de un nuevo primer ministro, luego de unas elecciones municipales catastróficas para el partido del gobierno de Macron y en el cuadro de una debacle económica que se acentúa. El movimiento obrero, la juventud, la población, siguen manifestando su oposición al gobierno y a la política capitalista de hacerle pagar la crisis a los trabajadores.

Las elecciones municipales: un catalizador

Para entender las consecuencia de las elecciones municipales, hay que tener en cuenta algunos datos básicos. Francia es un país unitario con regiones, departamento y comunas. Cada nivel es autónomo y sus autoridades son electas. La comuna es manejada por el Consejo Municipal, que elige al alcalde. Hay cerca de 35.000 comunas, con más de 500.000 concejales, pero el 73% de los municipios tiene menos de 1.000 habitantes (y el 90 % menos de 3.000) y solo 228 municipios tienen más de 30.000 habitantes y 42, más de 100.000. Las elecciones son a dos vueltas, con una prima a la lista mayoritaria, cada 6 años. Son elecciones muy dispersas, cuyo carácter “local” es más marcado cuanto más chica es la comuna.
Habitualmente, son las elecciones más concurridas -fuera de las presidenciales- y son importantes para los aparatos de los partidos nacionales y como temperatura del estado de ánimo de la población en relación al gobierno. Por ejemplo, las últimas elecciones municipales fueron en el 2014; un éxito para la derecha y un retroceso significativo del Partido Socialista y el presidente Hollande, que gobernaba desde el 2012.
En el 2020, el gobierno hizo todo lo posible para disminuir la importancia de las elecciones municipales, porque sabía que iban a ser un retroceso para los candidatos de La República en Marcha, el partido creado por Macron para la elección presidencial del 2017. La primera vuelta tuvo lugar el 15 de marzo, convocada en medio de la pandemia, y la segunda el pasado domingo 18 de junio, tres meses después en lugar de una semana. En la primera vuelta se eligieron concejales municipales sin etiquetas políticas en prácticamente todas las comunas chicas. El domingo estaba convocada el 38 % de la población (16 millones) en 4.800 comunas, el 13 % del total.
El rasgo más marcado de las dos vueltas fue la abstención, que llegó al 60% nacional, 20 puntos más que en el 2014. Fue la abstención más alta en las elecciones de la Va República (1958). Si se puede pensar que esta abstención aumentó tanto en la primera vuelta por el temor de la población al virus y la incompetencia del gobierno en la organización, es claro que en la segunda vuelta se trata ante todo de una expresión política: rencor, indiferencia, desconfianza, de la población hacia el poder político. En Francia se suele afirmar que los alcaldes son la autoridad más próxima a la población. En el 2020, la mayor parte de los alcaldes ganadores tuvieron el voto de poco más del 10% del padrón. Su legitimidad política se ha reducido al mínimo. Es otro retroceso cualitativo de la capacidad del poder político de controlar y encausar a la población.
Los resultados electorales fueron un verdadero desastre para el partido de gobierno y para Macron. En realidad, debe decirse que estas elecciones mostraron que La República en Marcha (LRM) no existe como partido, ni siquiera en el sentido caricatural de los viejos partidos burgueses en Francia, llamados partidos de notables. Tampoco es por supuesto un partido de militantes. Es una organización de arribistas y aventureros que captaron los puestos públicos y las bancas parlamentarias, en el período en que Macron aparecía como la única alternativa burguesa.
LRM llevó adelante una política de alianzas con la derecha y pudo presentar un candidato propio solo en París. Su campaña fue una calamidad, sin orientación, sin rumbo. Perdió sobre todos los tableros y no gobierna ninguna ciudad -salvo Tolosa en alianza con el Partido Republicano. En París, se dividió, tuvo que cambiar de candidato luego de un escándalo sexual y su candidata -la exministra de la Salud- ni siquiera pudo ser electa como concejal. En Lyon, fue la desbandada total. En Marsella, prácticamente ni figuró. Macron quedó arrinconado y solitario en el Palacio del Eliseo.

Barrios populares y abstención

La abstención fue todavía más fuerte en los barrios populares y en la juventud. La media es del 75 % en estas secciones, lo que quiere decir que hay barrios donde prácticamente no votó nadie, teniendo en cuenta que hay que inscribirse en las listas electorales y que los inmigrantes recientes están excluidos porque no son franceses. Los barrios populares han sido los más golpeados por la crisis y el parasitismo del capitalismo francés. El desempleo es 2,7 veces mayor que la media nacional, 33% de los jóvenes entre 16 y 25 años no tienen empleo ni formación, 42 % de los habitantes vive bajo el mínimo de pobreza, los servicios públicos están ausentes.
Durante muchas décadas, los llamados “municipalismos” comunista y socialista funcionaron como un amortiguador de la explotación y las miserias del capitalismo para un conjunto de franjas de la pequeña burguesía y de la clase obrera y dieron forma a los aparatos del PC y del PS. El municipalismo comunista arranca desde la fundación del partido en 1920 y se extiende y consolida a partir de 1945, con los “suburbios rojos” de París. El electorado de estos suburbios aseguraba una fuerte representación parlamentaria y la carrera de los burócratas. Las municipalidades comunistas intervinieron en la construcción de viviendas sociales, educación, ayuda social. Con el tiempo, se formó una red clientelista y una burocracia municipal confundida con el aparato partidario. Los inmigrantes fueron excluidos y hasta rechazados. El PC fue perdiendo municipios a partir de los años 70-80 y ahora queda muy poco de este municipalismo. En estas elecciones perdió el municipio emblemático de Saint-Denis en favor del PS ytambién fue derrotado en Champigny, por la derecha. Tuvo algunas victorias que alcanzan para decir que el PC no sufrió un descalabro en el 2020 y que continuó su retroceso. En 1977, el PC controlaba 147 comunas de la región parisina; hoy controla 34 y Montreuil es la única con más de 100.000 habitantes.
El municipalismo socialista es más variado en sus formas y pequeño burgués, más organizado alrededor del notable local que del aparato nacional. En la década del ’70 contribuyó al ascenso de Mitterrand al poder en 1981, conquistando municipios en nombre de una política urbana progresista, no especulativa y con acciones culturales. En los años 80 y 90 vivió de los triunfos nacionales y de las acciones sociales y culturales. En las elecciones del 2014 perdió pie completamente; por lo mismo, las elecciones del 2020 le permitieron salir del pozo en el que cayó en la elección presidencial del 2017. Mantuvo ciudades como Nantes y Rennes y volvió a ganar en París. En muchos casos, formó parte de las listas ganadoras en alianza con el partido ecologista, Europa Ecología-Los Verdes.
Los ganadores de la elección fueron los ecologistas, que se impusieron en Lyon y otras ciudades y participaron en alianzas ganadoras con el PS, al punto que se popularizó el término de “ola verde”. Sin embargo, nada indica que esta ola dé lugar a fenómenos similares a los de los municipalismos de izquierda. Se produce en un momento de crisis y de abstención masiva: es una ola en el vacío. Se identifica mucho con la Unión de la Izquierda (alianza electoral entre el PS, el Movimiento de Radicales de Izquierda -MRG- y el PCF desde 1972 hasta 1977) y los verdes ya habían obtenido buenos resultados desde el 2001. Es muy probable que el aumento de la votación verde se deba en parte a un desplazamiento del voto a Macron. Se concentra en las grandes ciudades y en los barrios pequeño burgueses, resultado de la gentrificación (se echa a la clase obrera y se instala la pequeña burguesía acomodada, los bobo, burgueses bohemios). La ecología ganó influencia entre la juventud estudiantil y no en los barrios populares. Finalmente, los verdes navegaron casi exclusivamente con los temas ecológicos muy populares y dejaron de lado las cuestiones más candentes.
En su primer discurso, el nuevo alcalde ecologista de Lyon trató de ganar la simpatía de la burguesía y declaró que “la ecología no es el enemigo de la economía, es su mejor aliado”. El dirigente ecologista Yanick Jadot, líder de la lista europea en el 2019, se niega a definirse como de izquierda, rechaza la alianza con el PS y llama a trabajar con los empresarios. Toda una fracción de la ecología europea ya participa en gobiernos con partidos burgueses, en Austria y regiones alemanas. En Francia, el ala de izquierda dispuesta a una nueva Unión de la Izquierda es importante en el aparato partidario y ganó algunas municipalidades y no tiene ninguna sospecha de “anticapitalismo”, a diferencia de los movimientos ecologistas juveniles.
La única ciudad en la que puede decirse que hubo una movilización sistemática de jóvenes, mujeres y trabajadores para las elecciones municipales fue Marsella, lo que permitió un triunfo resonante del conglomerado llamado “La primavera marsellesa”.
En la izquierda, el derrotado es Melenchon. El movimiento de La Francia Rebelde no condujo ninguna alianza unitaria, se presentó con lista propia solo en París y tuvo resultados escasos.

Un fantoche como primer ministro

El presidente Emmanuel Macron tuvo que adelantar el cambio de gobierno, golpeado por el desastre de las elecciones municipales. El jueves dio una entrevista a la prensa en la que anunció una “reanudación de la actividad (en septiembre, luego del verano) muy dura” y se despidió del que oficiaba de primer ministro Edouard Philippe, que ese momento era mucho más popular que el presidente. Al día siguiente, un comunicado matinal anunciaba el nombramiento de Jean Castex como primer ministro, que nombrará su gabinete el fin de semana y presentará su gobierno el miércoles a la Asamblea Nacional.
Jean Castex es un alto funcionario, miembro sin importancia del derechista Partido Republicano (donde adhería al ala más de derecha), alcalde de un pequeño pueblo y sobre todo sin ningún peso político propio. Su nombramiento implica claramente que todos los poderes estarán concentrados en el presidente Macron. Un hecho aparentemente secundario lo confirma: Macron nombró a un fiel servidor personal como jefe de gabinete del primer ministro (a diferencia de lo que había sucedido con Philippe) y el jefe de gabinete es el que controla cotidianamente la actividad ministerial.
Estos elementos confirman y agravan la situación de crisis del gobierno. Macron refuerza su bonapartismo institucional. Francia está gobernada por un banquero que tiene como “colaborador” a un alto funcionario como primer ministro y dispone de un Parlamento con mayoría, sin ninguna autoridad. El artículo 20 de la Constitución, que enuncia que “el gobierno determina y conduce la política de la Nación” está anulado de hecho.
La pandemia del coronavirus puso en evidencia no solo que el capitalismo como sistema mundial de expoliación favorece estas pandemias, sino también que los gobiernos burgueses, y el gobierno de Francia no fue una excepción, son incapaces de una política efectiva de control, porque están marcados por la necesidad de retomar la explotación cotidiana de las masas, y que las burocracias gubernamentales de los altos funcionarios del sistema sanitario están subordinadas a esta impotencia burguesa. La epidemia en Francia no fue más grave gracias al esfuerzo del personal de los hospitales públicos, afectados por los planes de racionalización y privatización pero todavía disponibles para la población en un cuadro de urgencia. Las intervenciones políticas de Macron fueron un desastre, que arrastró también a ministros y funcionarios.
Al mismo tiempo, es un bonapartismo cada vez más débil y vacilante, sin control del movimiento de las clases sociales y con la represión como arma fundamental para oponerse a la movilización obrera y popular. Está sentado literalmente sobre las bayonetas y además con una policía derechista y racista, que manifiesta en las calles contra su ministro. El poder político se diluye. La derecha y la burguesía afirman que el gobierno no tiene autoridad, cuando la crisis necesita precisamente un “gobierno fuerte”.
El imperialismo francés cruje por todos lados: la intervención militar en África es un desastre, fue expulsado de Libia, se agarra a la Alemania como tabla de salvación de una Unión Europea en retroceso, depende completamente del Banco Central Europeo para que el endeudamiento impresionante del Estado y de las grandes empresas no provoque una estampida financiera y bancaria.
Se sabe que la crisis que se está desarrollando se manifestará mucho más abiertamente en septiembre, con despidos, quiebras, miseria. Macron ya anunció que piensa retomar la reforma de las jubilaciones. Es una verdadera provocación que anuncia cuál será la política del gobierno Castex. Va a ser un nuevo acto de la política derechista, bajo la divisa “trabajar y producir más”, con ataques más profundos a las condiciones de vida de la población. Lo que es cierto es que esta “nueva” etapa se caracteriza por el hecho que el gobierno dispone todavía menos de los medios habituales y rutinarios de la dominación política burguesa, que tenían los gobiernos anteriores, y que la crisis lo empujará a medidas cada vez más terribles y duras.

Una perspectiva de lucha

Este período está marcado por la movilización juvenil y obrera. Los mismos jóvenes de los barrios populares que se abstuvieron en las elecciones municipales fueron el resorte y el proyectil de la gran movilización contra la represión y las violencias policiales, llamada por el Comité Adamá el martes 2 de junio y el sábado 13. A la sorpresa general, como ya indicáramos en otra nota, la manifestación prohibida del 2 de junio reunió más de 20.000 personas y la del 13 también, en favor de inmigrantes y sin papeles. Esta irrupción de jóvenes que fueron clasificados como apolíticos cambió el rostro del período y lo iluminó. El propio presidente Macron tuvo que dedicar una parte de su último discurso a calumniar a esta juventud militante, acusándola de “separatista” y “comunitarista” cuando en realidad se está organizando y movilizando contra la política y las instituciones del Estado burgués, la policía en primer lugar.
Las movilizaciones del personal hospitalario continuaron con una nueva manifestación combativa el martes 30. Por su lado, las movilizaciones contra los despidos comienzan a generalizarse : 7.500 despidos en Air France, 3.400 en Airbus Francia, 400 despidos en Nokia en Bretaña, cierre y despidos en Renault en la región parisina y muchos más.
La creciente movilización, centralización, politización, de estas luchas nos permiten predecir que nos encaminamos a un septiembre caliente, sino antes, como reacción al programa del gobierno y.la represión. Las elecciones municipales muestran que ha cedido un nuevo dique del orden político burgués cotidiano y la movilización contra la represión ha ganado a un sector clave de la juventud. Si el movimiento obrero y su vanguardia avanzan en su estructuración combativa, en su maduración política, en su iniciativa centralizada, puede esperarse que la rebelión y la bronca se desarrollen como una movilización revolucionaria contra el capitalismo, su crisis y su barbarie.

Roberto Gramar

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