El “programa de vacunación” de la Ciudad es inexistente. No terminaron de vacunar ni al personal de salud ni a los mayores de 80 y no tienen siquiera en sus planes inscribir a los docentes ni a los mayores de 70.
Quirós trató de justificarse diciendo que faltan vacunas porque -proporcionalmente- la Ciudad tiene muchos más trabajadores de salud y una población envejecida. Sin embargo, el reclamo al gobierno nacional de que les dieran más vacunas quedó en ridículo por varios motivos.
El primero es la lentitud pasmosa con la que vacunan los adalides de la eficiencia empresarial aplicada al Estado. El ministro reclama más vacunas y dice que tienen capacidad de vacunar a 25.000 personas por día. Pero, por el contrario, cada día aplican menos: el 2 de marzo, suministró 8.503 dosis; el 3 aplicó apenas 3.173 dosis, 5.330 menos que el día anterior. Según Clarín (6/3), “La Ciudad tiene aproximadamente 160.000 dosis para vacunar al personal público y privado de salud”. ¿Por qué no los vacuna? El manejo discrecional de la vacuna es común a todos los gobiernos, independientemente de su color político.
La cantidad recibida alcanzaba para vacunar a todo el personal de salud, público y privado, y aún así les hubiera quedado un remanente de 74.735 vacunas para los adultos mayores de 80, dice un preciso informe del Equipo Sanitario del Hospital Alvear.
Además, Rodríguez Larreta transfirió bajo cuerda un número impreciso de vacunas a siete empresas de salud. Ahora dicen que fueron 9.999. Sobre el destino de semejante tesoro, el gobierno carece de todo control. El regalo a los privados es de una injusticia escandalosa: los mayores de 80 con prepaga -un número muy pequeño de esta población la tiene- reciben una vacuna que la inmensa mayoría de sus pares sigue esperando. Según el portal de datos abiertos de la administración porteña, sobre un universo de alrededor de 150.000 mayores de 80, hasta ahora vacunaron 32.393. Faltan vacunar 115.426.
En realidad, todos los mayores de 65 -el sector que menos posibilidades tiene de sobrevivir al Covid- han sido librados a su suerte.
Los trabajadores de la salud -si se suman quienes trabajan en el ámbito público, privado, geriátrico e independientes- suman 146.490 personas. Falta vacunar el 30 por ciento en el ámbito público. En el ámbito privado, el escenario es peor: solo el 37% está vacunado (Clarín, ídem).
Las dilaciones se pagan con la vida: esta última semana murieron María Rosa Fullone, médica de la Guardia del Fernández (56), y Carlos Serenday, cirujano del Hospital de Quemados (66).
Las dosis de Sinopharm que ya arribaron al país serán utilizadas por la mayoría de las provincias para vacunar a los docentes ya que solo está aprobada para ser aplicada en menores de 60 años. Pero el gobierno porteño los excluyó del plan de vacunación. Esto, aunque los casos de Covid en las escuelas ya rondan el medio millar.
Este descalabro sanitario es de una gravedad absoluta. Todos los especialistas coinciden en que la llegada de los primeros fríos, la “presencialidad” escolar y la circulación comunitaria de nuevas cepas son un cóctel explosivo que puede potenciar meteóricamente los contagios y arrasar en pocos días con las camas hospitalarias existentes.
Los choques entre el gobierno nacional y el de Rodríguez Larreta sobre las vacunas son solo pirotecnia verbal. La pasividad de los sindicatos de la salud y de la educación antes este cuadro los hace corresponsables de esta política criminal.
Si no hay vacunas, que las compren.
Basta de presencialidad en las escuelas.
La vacunación inmediata a trabajadores de salud, docentes, mayores de 65 y población de riesgo.
Olga Cristóbal
06/03/2021
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