Con respecto al ambiente, el exmilitar sostuvo que incrementó el presupuesto del área y que la deforestación bajó un 32% entre agosto de este año y el anterior. Los hechos dicen otra cosa: las partidas para agencias ambientales cayeron un 24% para este 2021 (France 24, 25/4), y según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) la deforestación trepó un 56% durante su gobierno (El País, 21/9).
Bolsonaro aseguró también que para enfrentar las consecuencias sociales de la pandemia se puso en marcha una ayuda de 800 dólares que se extendió a 68 millones de personas. Pero en realidad, ese auxilio fue de un valor promedio de 120 dólares por tres meses (Página 12, 22/9) y este año esa prestación se redujo a 50 dólares mensuales. Bajo su gobierno han crecido la pobreza y el hambre, este último un drama que golpea ya a 19 millones de personas (Perfil, 18/6). Simultáneamente, creció la cantidad de super ricos; 67 personas que poseen en conjunto 217.000 millones de dólares (ídem).
En cuanto a la pandemia, el mandatario volvió a defender el llamado “tratamiento precoz” que incluye el uso de la cloroquina, de eficacia no comprobada. En cambio, sigue sembrando intrigas respecto a las vacunas. En una reunión con Boris Johnson, también en Nueva York, poco menos que se jactó de no haberse vacunado aún. Sobre los inmunizantes, hay investigaciones de compras bajo sobornos de los de AstraZeneca, pese a la afirmación del exmilitar de que en lo que va de su gobierno no se produjo “ni un caso de corrupción”.
El discurso fue interpretado como un intento de volver a la carga, tras las movilizaciones oficialistas del 7, que estuvieron precedidas por llamados autogolpistas de sus seguidores que no se concretaron. Después de aquella jornada, Bolsonaro había reculado con una carta en que afirma ser respetuoso de los otros poderes del Estado. Se comenta que quien intercedió para lograr ese pronunciamiento fue el expresidente golpista Michel Temer.
Bolsonaro no ha abandonado sus planes autogolpistas, pero no encuentra el respaldo de la cúpula de las fuerzas armadas, de la clase dominante ni del imperialismo. La burguesía, molesta por el fracaso del gobierno y temerosa de una irrupción popular, parece inclinarse por un recambio electoral en 2022, aquietando las aguas en el camino. El impeachment aparece como un factor de presión contra el presidente y un plan alternativo por si las cosas se salen de control.
Lula da Silva, del PT, el candidato mejor posicionado para desbancar a Bolsonaro en 2022, impulsa un frente amplio electoral con la derecha opositora y busca ganar el respaldo de los capitalistas. Por eso, se reunió con el expresidente Fernando Henrique Cardoso y algunos sostienen que colocaría como candidato a vice a un hombre de los mercados.
Al revés de esta orientación, está planteado profundizar la movilización en las calles (el 2 de octubre habrá una nueva jornada) y desarrollar un plan de lucha, en la perspectiva de la huelga general, para echar a Bolsonaro, su vice Hamilton Mourao y todo el régimen. Para ello, se debe superar la política de contención de la CUT y toda la burocracia sindical.
La independencia política de los trabajadores es decisiva en este proceso.
Gustavo Montenegro
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