Estados Unidos, Reino Unido y Australia acaban de formar una alianza militar que lleva como nombre “Aukus”, debido al acrónimo en inglés de estos países. El primer paso que dará es la construcción de submarinos nucleares en la nación oceánica. La mira de este importante acuerdo está puesta en China.
Beijing condenó rápidamente el pacto y lo mismo hizo Corea del Norte. Pero eso se daba por descontado. Lo verdaderamente sorprendente es el choque que desató entre los países firmantes y la Unión Europea, especialmente Francia. Ocurre que el gobierno de Emmanuel Macron tenía un contrato previo con Australia para la construcción de submarinos convencionales por más de 50 mil millones de dólares, por lo que era conocido como el “contrato del siglo”. El gobierno de Joe Biden, sencillamente, le dio una puñalada por la espalda, birlándole el negocio.
Jean-Yves Le Drian, canciller de Francia, comparó al mandatario estadounidense con su predecesor en el cargo. “Esa decisión unilateral, brutal, imprevisible, se parece mucho a lo que hacía el señor Trump. Esto, entre aliados, no se hace” (La Nación, 17/9), reprochó. Y es que, efectivamente, más allá de las críticas para la tribuna, el líder demócrata ha mantenido muchos de los aspectos de la política exterior de su antecesor. Por lo pronto, el gobierno galo retiró a sus embajadores de Australia y Estados Unidos.
Las tensiones entre los dos países ya venían en crecimiento: Macron sostuvo en 2019 que la Otan, la alianza militar liderada por Estados Unidos, estaba en “muerte cerebral” a raíz del insuficiente compromiso de los norteamericanos, más replegados sobre sí mismos. Y empezó a postular la necesidad de un ejército europeo. Este año, Biden viajó al viejo continente para tratar de alinear a sus socios en una política más dura hacia Rusia y China, pero encontró resistencias. Posteriormente, la decisión del líder de la Casa Blanca de retirar las tropas de Afganistán fue cuestionada por los europeos, que también la consideraron unilateral.
Estamos en una etapa de reconfiguración de las alianzas globales. Así como ha distanciado a franceses y estadounidenses, “Aukus” estrecha las relaciones entre Estados Unidos y el Reino Unido, que se pega más a su aliado del otro lado del Atlántico tras el Brexit. París, en tanto, canceló esta semana una reunión de defensa prevista con Londres.
El acuerdo llega en momentos de fuertes tensiones en el área del Pacífico. Taiwán, enfrentada a China y socia de los norteamericanos, anunció un reforzamiento de su presupuesto militar. Las dos Coreas hicieron pruebas misilísticas esta semana. Y el ministro de defensa de Japón, Nobuo Kishi, ratificó en un reportaje la soberanía de Tokio sobre las islas Senkaku-Diayou, en disputa con Beijing. Tokio es un aliado estadounidense, y a pesar de los límites que le marca la Constitución, viene fortaleciendo sus fuerzas armadas con aviones de combate F35 último modelo y con la construcción de portaaviones para transportarlos, así como también destructores, submarinos y misiles (CNN, 16/9).
La disputa mayor es por el Mar de la China Meridional, del que Beijing reclama la mayoría, pero que también es codiciado por Vietnam, Brunei, Malasia, Taiwán y Filipinas. Se estima que la mitad del comercio mundial transita por este vía, razón por la cual despierta tantos apetitos.
Militarismo
El lanzamiento de Aukus coincide también con un mayor pertrechamiento militar tanto de Estados Unidos como de China, las dos potencias enfrentadas hoy en el plano de una guerra comercial. Los norteamericanos dispusieron en 2020 un presupuesto de 778.000 millones de dólares, un alza del 4,4% respecto al año anterior (La Nación, 19/9). Y aunque algunos sostienen que en la última década ha procedido a un recorte en el área, sigue siendo por lejos el país que más recursos destina a la cuestión. China, el segundo en la lista, orientó 258.000 millones de dólares el mismo año, y en la última década ha incrementado el giro de fondos en un 76% (ídem).
Pese a que China ha dado un salto en su capacidad en el último período, Estados Unidos aún parece gozar de una superioridad militar. Beijing posee la mayor flota naval del mundo, pero cuando se mide el tonelaje queda debajo de Washington (El Confidencial, 14/9/20), que tiene buques más grandes. A la vez, los yanquis superan a su rival en cuanto a portaaviones gigantes (11-0, son capaces de transportar alrededor de 90 aviones), buques de asalto anfibio (9-2, pueden transportar 20 o 30 aviones y 1.500 unidades de desembarco), aviones de reabastecimiento (más de 530, contra 18), helicópteros (más de 4 mil, contra 842) y submarinos de propulsión nuclear (68-12). Por otra parte, aunque China posee mayor cantidad de efectivos (2,5 millones, incluyendo reservistas, contra aproximadamente 2 millones) los yanquis tienen mayor despliegue en el mundo: 200.000 tropas en el extranjero, con 800 bases entre 50 y 80 países. Beijing, en cambio, cuenta con tres bases (Yibuti, Tayikistán y Camboya) y unidades diseminadas -como parte de misiones de la ONU- en un puñado de países (Líbano, Malí, Sudán, Sudán del Sur y la República Democrática del Congo (datos de MIT Technology Rewiew, 10/11/20 y La Nación).
Aun así, China ha desarrollado una importante tecnología de defensa antiaérea y misiles antibuques de largo alcance (El Confidencial, ídem).
Está claro que la superioridad militar no le ha evitado a Estados Unidos ni su derrota histórica en Afganistán ni su retroceso generalizado, pero su descomunal gasto y despliegue es un dato que ilustra la hipocresía de quienes se proclaman como los portavoces de la paz y la democracia.
Aukus es solo la última expresión de un militarismo creciente. Las grandes potencias que hoy chocan en el terreno comercial se están preparando para posibles choques armados en el futuro. Es una consecuencia de la crisis capitalista y una característica de la época del imperialismo.
Esto merece el alerta y la denuncia de los trabajadores del mundo.
Gustavo Montenegro
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