La socialdemocracia (SPD) obtuvo casi el 26% de los sufragios, aproximadamente cinco puntos más que en la votación federal anterior. Otro ganador fueron los verdes, que si bien no quedaron en el primer puesto, como en su momento estimaron algunas encuestas, consiguieron el tercer lugar gracias a un salto de más del 60% en su caudal que los llevó a casi el 15%. Los liberales terminaron cuartos (11,5%), con una votación semejante a la anterior. Los dos extremos del tablero político, la extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD), y Die Linke, retroceden. La formación filonazi cayó del tercer al quinto puesto, con poco más del 10% de los votos, que sigue siendo un número considerable. Y Die Linke se despeñó hasta el 5%, contra el 9% de la vez anterior (en 2009 había llegado a su pico, con el 12%).
Hasta el momento, la democracia cristiana y la socialdemocracia venían gobernando juntos. Estos resultados plantean la posibilidad de una nueva coalición en el poder. El SPD ya anunció su deseo de lograr una mayoría en el parlamento con los verdes y los liberales. Pero la CDU-CSU intentará seducir a esos mismos partidos. Se abre ahora un intenso período de negociaciones que podría extenderse incluso hasta fin de año.
Un primer análisis
Estos comicios estaban marcados por la retirada de la canciller Angela Merkel, que gobernó casi los últimos 16 años. Armin Laschet, su delfín, no tuvo éxito. Pero no es un problema de figuras. Después de todo, la mandataria saliente le expresó públicamente su apoyo a lo largo de la campaña, y en las federales de 2017, con Merkel al frente, la derecha ya había retrocedido.
En estos comicios en particular, la CDU sufre el impacto la pandemia y la crisis económica. En 2020, el PBI cayó un 5%, y aunque ahora hay una recuperación, se pronostica que el 2021 cerrará con un aumento del producto del 2,5%, con lo cual todavía no hay una recuperación completa.
Por otra parte, Alemania viene experimentando un deterioro de las condiciones sociales, como fruto de las políticas de ajuste y precarización laboral. Hay un crecimiento de la pobreza entre menores de edad y jubilados.
Un encarecimiento de los alquileres. El desempleo es relativamente bajo, pero a costa de una multiplicación de los llamados “mini-empleos”, puestos precarios originalmente pensados para estudiantes que ya abarcan a 7 millones de trabajadores sobre un total de 40 (Clarín, 17/9).
Pese a ser socio de las políticas de ajuste, y al hecho de que las reformas más brutales fueron aplicadas entre 1998 y 2005 por un canciller socialdemócrata (Gerard Schröeder), el SPD logró canalizar parcialmente el rechazo al gobierno, con una pequeña recomposición electoral. Algunos medios señalan que su candidato, Olaf Scholz, hizo campaña prometiendo un aumento del salario mínimo a 12 euros.
De todos modos, si hacemos un análisis histórico, veremos que tomados de conjunto, los dos partidos tradicionales, la CDU y el SPD, que han gobernado el país las últimas décadas, han dejado de concentrar en la última década la inmensa mayoría de los votos, y han emergido nuevas fuerzas a su derecha y a su izquierda. Es una manifestación política de las últimas crisis mundiales.
Los verdes, como señalábamos, es el partido que más crece en esta elección de 2021. Canaliza el crecimiento del movimiento ambiental. Días antes del comicio, hubo una gigantesca movilización, como parte de la huelga internacional por el clima, encabezada por la referente sueca Greta Thunberg.
Es importante señalar que los verdes alemanes son una fuerza completamente adaptada al régimen político, disponible a acuerdos con el mejor postor, sea la derecha o la socialdemocracia.
La extrema derecha (AfD) ha encontrado un límite en su vertiginoso crecimiento electoral, cuyas causas habrá que sondear con mayor profundidad. Ese crecimiento había comenzado en el este del país, cuyas diferencias con el oeste, tras la reunificación, son palpables aún 30 años después (mayor desempleo y menores ingresos). Además, promovió una línea xenófoba ante la oleada de refugiados de los últimos años, transformándolos en un chivo expiatorio frente a la crisis. Por el momento, la línea radicalizada y euroescéptica de la AfD no logra ser dominante en la burguesía alemana, lo que le pone un límite a su desarrollo. No obstante lo cual, sus registros electorales siguen siendo considerables.
En cuanto a Die Linke, también merecen un análisis más detenidos sus resultados, pero es probable que la coalición se haya visto afectada por su falta de una delimitación política seria con la socialdemocracia, con la que cogobiernan, por ejemplo, en Turingia. Un dato interesante es que Die Linke conserva su caudal electoral en Berlín, donde llega al 14% de los votos. En esa ciudad, fue la única formación política que estuvo a favor del “sí” en el referéndum triunfante por la expropiación de viviendas ociosas para bajar el precio de los alquileres.
Lo que viene
El nuevo canciller alemán se enfrentará a un cuadro continental complejo, en el que Merkel cumplía un papel muy relevante. Tras el paquete de rescate de 2020 y la suspensión de los límites de déficit presupuestario dentro de la Unión Europea (UE), a raíz de la pandemia, ahora está en discusión su restablecimiento. El endeudamiento se ha disparado a más del 100% para los 19 países del euro, y en el caso de naciones como Italia y Grecia ese número se eleva a 160 y 200%, respectivamente (France 24, 10/9). Pero la reinstauración de esas metas de austeridad podría tener un efecto recesivo. Se reeditarán, inevitablemente, las disputas que ya se vieron el año pasado entre el eje franco-alemán, el bloque de los llamados países «frugales», y los del sur.
A las tensiones dentro de la UE, se suman las que hay con Estados Unidos. Merkel ha secundado las críticas de Emmanuel Macron al pacto militar de Estados Unidos con el Reino Unido y Australia. Ambos mandatarios, también, cuestionaron al presidente Joe Biden por la retirada de Afganistán y pusieron reparos ante el intento del norteamericano de encolumnarlos en una política más agresiva hacia China. Quedan pendientes, a su vez, la resolución de disputas arancelarias en torno al acero y al aluminio.
En el plano interno, tanto la socialdemocracia como la derecha han empezado a cortejar a los liberales para la formación del nuevo gobierno. Por eso, vale la pena señalar que su líder, Christian Linder, quien tiene la aspiración de ser ministro de finanzas, es partidario de un férreo control de las finanzas públicas (El País, 27/9), o sea del desarrollo de políticas de ajuste.
En el último período se han desarrollado algunas luchas del movimiento obrero en Alemania, como las huelgas de los conductores de trenes, pero no ha habido una irrupción generalizada. Preparar la intervención de los trabajadores es la clave frente a la etapa que se viene.
Gustavo Montenegro
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