La crisis del “extremo-centro” alude a una combinación política entre el albertismo y el larretismo, que en ningún momento, sin embargo, funcionó como gobierno ni tampoco como alianza parlamentaria o legislativa. El retroceso electoral del oficialismo se manifestó en la tasa de abstención, por un lado, y en el voto a JxC, por el otro. Lo destacado no es la memoria de lo que fue el gobierno macrista, sino la velocidad que adquirió su recomposición política, que tampoco es la misma que en 2019. Electoramente hablando, las de medio término ofrecen un espacio de crecimiento de la izquierda, pero todavía le falta pasar por una experiencia de elecciones ejecutivas. En 2017, el PTS conquistó la mayoría en Libertador General San Martín, Jujuy, que perdió en elecciones provinciales y nacionales subsiguientes. El mismo ciclo ocurrió en Mendoza y Salta, y también en Córdoba, aunque con menos notoriedad.
La crisis ha puesto en evidencia el agotamiento terminal del gobierno, lo cual lleva a una crisis de régimen político. Esto conlleva, en principio, a un derrumbe de los planes económicos, con un impacto extraordinario en las de condiciones de las masas. El volumen de las movilizaciones piqueteras son un anticipio de la potencialidad de ese impacto. Rosso y Castillo se han puesto de acuerdo en no mencionarlas, debido a su hostilidad histórica a los movimientos de los trabajadores sin empleo. Pero llama la atención esta omisión en la construcción que hacen de una situación pre-revolucionaria, de confrontación entre Del Caño, de un lado, y Milei, del otro. Lo que uno y otro denominan polarización no es más que el diseño de una reconfiguración del mapa electoral, efectuada con métodos arbitrarios. En esta línea electorera, el aparato del PO sostiene que una “movilización política, incluso reforzará a la izquierda como alternativa de cara a las elecciones de noviembre, por las bancadas que tenemos en juego y las que podemos conquistar” (Prensa Obrera, 16/9). La “movilización política” se refiere a convocar a un congreso del FIT-U. Un congreso encuadrado no es, por ciento, una movilización sino electoral, además de una maniobra de ese aparato para confrontar a un PTS que juzga mediático, con el Polo Obrero que responde al oficialismo.
Mientras la izquierda se debate en este oportunismo electoral, buscando su mejor diseño como receptora de votos de un electorado ´descontento´, el país asiste a un cimbronazo social y político. Un gobierno cada vez más desvencijado avanza hacia una ´implosión´ interna, con alcances hacia todo el régimen político. La ´implosión´ afecta ya a la Corte Suprema. La módica ´chequera´ electoral que habilitó el oficialismo sólo ofende a los trabajadores que vieron hundirse sus condiciones de vida durante la pandemia. El precario rearme oficial junto a algunos gobernadores procura rescatar del naufragio un acuerdo con el FMI. Esta crisis no encontrará salida con las elecciones de noviembre.
Julián Asiner
29/09/2021
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