El pasado domingo 12 de septiembre Argentina afrontó unas nuevas elecciones primarias. De punta a punta del país la campaña electoral mostró un evidente desentono entre las necesidades reales de la población trabajadora y el régimen político, lo que generó un rechazo que no solo se evidenció en el alto nivel de voto en blanco y ausentismo sino también en la gran sorpresa de la contienda electoral que fue la histórica elección conquistada por el Frente de Izquierda – Unidad, colocándose como tercera fuerza a nivel nacional y logrando más de un millón de votos. Así, al FIT-U se le abre la posibilidad no solo de ampliar el bloque en el Congreso nacional, sino también de ingresar en diversas legislaturas provinciales y concejos deliberantes.
Un dato que ilustra el desencanto general de la población es que la fuerza que resultó ganadora, Juntos por el Cambio, lo hizo con un marcado retroceso en cantidad de votos. Esto expresa que todavía está muy fresco en la memoria de la población el recuerdo de la catástrofe macrista, aunque el blanco principal del repudio hayan sido los referentes del oficialismo, quienes prometían ponerle punto final al ajuste y la miseria y solo la profundizaron. A pocos días de las elecciones los representantes macristas se manifestaron incluso públicamente a favor de eliminar las indemnizaciones por despido, un tópico central de la reforma laboral a la que todos los bloques patronales se comprometieron, incluido también el gobierno de los Fernández. Es un dato a tener en cuenta que también hubo, al menos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (y en menor medida en la provincia de Buenos Aires) un desplazamiento de la base electoral del macrismo por derecha, al campo de los fascistas proclamados “liberales”.
Javier Milei obtuvo el 13,4% del voto porteño, pero dejando entrever que no le molesta jugar el papel de ser un factor de presión dentro de la interna cambiemita. Por eso, a pesar de su palabrerío contra la “casta política”, no se sonrojó cuando dijo, en el cierre de campaña, que el liberalismo “obtuvo casi un 25% en la Ciudad”, incluyendo dentro de su batallón a la elección realizada por Ricardo López Murphy en la interna de Juntos; o cuando se abrazó y deshizo en elogios mutuamente con Patricia Bullrich en televisión. La incipiente aventura del economista inflado por los grandes medios de comunicación ya se cayó de maduro, y termina de confirmar que quien fuera asesor del genocida Antonio Bussi en el Congreso es parte también de la casta a la que demoniza. Es la expresión más reaccionaria del régimen político, y sus proclamaciones por la “libertad” son por la libertad del empresariado para superexplotar sin trabas a los trabajadores y hacer añicos sus conquistas históricas. Una prueba cabal es que se mostró recientemente a favor de privatizar la educación. No obstante, no hay que perder de vista que a nivel nacional se ubicaron por debajo del Frente de Izquierda – Unidad, tal cual sucedió en la provincia de Buenos Aires.
La derrota electoral del gobierno
Aunque, sin duda, el gran derrotado de esta elección fue el gobierno de los Fernández. Los nuevos informes del Indec traen algunas estadísticas que ayudan a desglosar el descontento popular que se expresó en las urnas. Contrario al pronóstico inicial del ministro Martín Guzmán en el Presupuesto 2021, la inflación ya acumula en lo que va del año un 32,3%. De esta forma, la Canasta Básica Total, que actúa de “línea divisoria” de la pobreza, se encamina a los $70.000, y más de la mitad del país percibe ingresos por debajo de ella. En cuanto a la Canasta Básica Alimentaria, que actúa de línea divisoria de la indigencia, en agosto ascendió a $29.213, pero las jubilaciones y salarios mínimos de septiembre se ubican por debajo de esa cifra, con $25.922 y $29.160 respectivamente. Es la pauperización que explica el cachetazo que se llevó el gobierno, y por la cual miles de piqueteros se movilizaron este jueves en todo el país.
Alberto Fernández dijo que “iba a escuchar lo que dijeron las urnas”. Así fue que rápidamente se lanzó a anunciar una serie de medidas “aspirina” tardías y desesperadas. Las más emblemáticas fueron el relanzamiento del IFE y un bono para los jubilados, aunque es claro que no logran paliar el hambre y la desocupación en ascenso o los haberes previsionales de indigencia. Peor aún, el gobierno los otorgaría sin trastocar el esquema económico, por lo que el director del Banco Nación, Claudio Lozano, propuso lisa y llanamente pagarlos en una moneda no convertible. Esta medida, además de tener mucho olor a 2001, resulta una tomada de pelo a millones de desocupados y hambrientos a quienes se quiere hacer pagar los platos rotos de la fuga de divisas; cuando en la próxima semana el gobierno ejecutará otro pago millonario al Fondo Monetario Internacional, o envió al Congreso la Ley de Hidrocarburos que supone enormes beneficios impositivos y libertades para fugar dólares a los pulpos del fracking. A propósito de esto, según un artículo de La Nación hay 250 mil millones de dólares fuera del sistema financiero local, una cifra que creció en más de 4 mil millones en el último año. En el mismo sentido, el de una economía nacional supeditada a las oficinas del FMI, se anota la presentación del Presupuesto 2022. Como bien señalamos en Prensa Obrera, es ni más ni menos que un cheque en blanco al gigante financiero, que clarifica que en la Rosada están dispuestos a acatar ciegamente cada condicionamiento que impongan desde Washington.
La frutilla del postre, no obstante, es la potenciación de la crisis política, que adquirió dimensiones bíblicas después de las Paso. El kirchnerismo con Cristina a la cabeza asestó un golpe palaciego al interior del gobierno. Rápidamente dispuso a sus ministros a ofrecer la renuncia, y así presionar a Alberto para que pusiera en retirada a algunos de los suyos, como el ahora exjefe de gabinete Santiago Cafiero. A partir de ese momento las rencillas internas del oficialismo explotaron por los aires. Una filtración de audios de Whatsapp dejó “en offside” a la diputada kirchnerista Fernando Vallejos, que, “menos de lindo”, le dijo de todo al presidente y sus ministros. Luego le siguió la propia vicepresidenta, que publicó una carta desmarcándose parcialmente del presidente y pujando por un relevo del gabinete bajo su disposición. Ambos sucesos son interesantes, porque el kirchnerismo confiesa que el gobierno está llevando a cabo un ajuste descomunal en sintonía con el plan de austeridad fiscal exigido por el FMI para arribar a un nuevo acuerdo para el pago de la deuda externa. Tienen por igual un carácter autoincriminatorio, porque por mucho que intenten tirar la pelota afuera, el kirchnerismo fue y es un componente sustancial en la coalición de gobierno para la ejecución de este plan de ajuste.
El nuevo gabinete
El resultado de la novela fue un reciente recambio del equipo ministerial orquestado por Cristina, que explicita un salto cualitativo hacia la derecha del gobierno nacional. Basta con decir que el reemplazo de Cafiero al frente del gabinete será Juan Manzur, un hombre del Opus Dei recordado por encarcelar como gobernador de Tucumán a una joven por un aborto espontáneo, y por obligar a parir a una niña de 11 años víctima de una violación, negándole el derecho constitucional a la ILE. Al turno en que se sucede este recambio, el arzobispado de La Plata comenzó una campaña de presión sobre el gobierno en contra del aborto legal. Este vuelco derechista traerá aparejado un mayor grado de inserción de las Iglesias en la gobernabilidad, evidenciando la necesidad del Estado de darles terreno en un cuadro explosivo como el que atravesamos. Sin duda, las consecuencias de esta orientación para las mujeres y las diversidades serán desastrosas, cuando hace una semana se cumplió medio año sin Tehuel de la Torre.
Aparecen en escena también otras figuras no muy felizmente recordadas, como Aníbal Fernández. Resulta un chiste de muy mal gusto su designación como nuevo ministro de Seguridad en un nuevo aniversario de la segunda desaparición de Jorge Julio López, ya que en aquella ocasión sugirió que “quizás está tomando té en lo de su tía”. Fernández ya fue jefe de gabinete de Cristina Kirchner, y en aquel lapso se dedicó a encubrir y felicitar a la policía que liberó la zona para que una patota de la Unión Ferroviaria asesinara a nuestro compañero Mariano Ferreyra, en octubre de 2010. Fue también secretario general de la Presidencia en junio de 2002, cuando el gobierno de Duhalde masacraba a Darío y Maxi en el Puente Pueyrredón, y desde ese cargo sugería ante los medios que “los piqueteros se mataron entre ellos”.
Los desafíos del FIT-U
Lo que no se puede objetar es que la crisis tiene un alcance mayúsculo en todos los planos. El hambre y el saqueo al que el plan económico digitado por el FMI somete a millones de personas en nuestro país sacudió con firmeza al gobierno, pero la oposición patronal, también cruzada por sus trifulcas internas, no corre a su vez mejor suerte. El ADN de la cuestión es que tanto unos como otros, sin distinción de grietas, o aunque posen en discursos “contra la casta política”, obedecen a los intereses patronales y del capital financiero. Sobre esa base, cualquiera fuera el ganador de las generales de medio término, vendrá con la reforma laboral, educativa, jubilatoria, impositiva y la profundización del ajuste bajo el brazo.
De este calibre es el desafío que se le plantea al Frente de Izquierda – Unidad, que llega a noviembre como la única alternativa con un programa de salida para que no sean los trabajadores quienes paguen el peso de la crisis. Tras haber conquistado un 23,3% en Jujuy, un 9,4% en Chubut, un 7,9% en Neuquén, un 7,8% en Santa Cruz, un 6,9% en San Juan, una elección récord en la Ciudad con el 6,2% y resultados auspiciosos en la tercera sección de una provincia de Buenos Aires que nos encuentra como tercera fuerza con 5,2%, las tareas que quedan de aquí a noviembre son intensas. De repetirse el resultado el Frente de Izquierda – Unidad culminaría una elección récord, que le permitiría no solo defender su presencia en el parlamento nacional, sino incluso ampliarla e ingresar a Legislaturas y Concejos. Pero no nos podemos detener en eso. De aquí a las generales de noviembre, sin duda alguna, se amplificarán las contradicciones explosivas de un país quebrado y hambriento. Por eso es que redoblamos el llamado a un gran congreso del Frente de Izquierda – Unidad, que sirva para reforzar una campaña política común para intervenir en la crisis y concentrar esfuerzos por conquistar el descontento popular expresado en las urnas con el voto al FIT-U.
Como siempre lo dijimos, la salida es por izquierda. ¡Que tengan un gran domingo!
Manuel Taba
Editor de Prensa Obrera.
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