En las localidades chilenas de Puchuncavi y Quintero existe desde hace seis décadas un complejo industrial ultracontaminante. La prensa internacional ha denominado como un «Chernobyl» (Clarín, 15/9). Los pobladores del lugar reclaman su cierre.
Este polo de industrias ubicado en una bahía a 100 kilómetros de Santiago de Chile es una verdadera «zona de sacrificio», donde unos quince establecimientos contaminan suelo, aire y agua con total impunidad. Allí funcionan empresas termoeléctricas, fundiciones de cobre, cementeras, puertos graneleros, petroleros y depósitos de concentrado minero (Efe, 22/3).
En agosto de 2018 una gran nube tóxica se posó sobre la comuna de Quintero. Esto motivó que unas 1.700 personas terminaran en el hospital local, haciéndolo colapsar. Por este hecho se ha denunciado en 2019 a seis directivos de la Enap (Empresa Nacional de Petróleo), acusados del manejo irregular de unos 140 mil metros cúbicos de crudo iraquí que se estima ha causado las fuertes emanaciones. Este grave episodio es solo un botón de muestra de una permanente contaminación e intoxicación que afecta a los habitantes de la región. Los ciudadanos del lugar acostumbran al uso de barbijos desde mucho tiempo antes de la pandemia de Covid-19.
Por otro lado, los indicadores del Ministerio de Salud de Chile en Puchuncavi y Quintero son contundentes. En los últimos diez años, en ambas localidades la mayoría de los fallecimientos se deben a infartos de miocardio y cánceres de estómago, bronquios y pulmones. Lo cual, es muy sencillo asociarla a los altos niveles de contaminación. Sin embargo recién a fines de 2020, y gracias a enormes movilizaciones, acampes y protestas populares, las autoridades sanitarias han encomendado una investigación de las enfermedades de la zona, cuyos resultados aún se esperan.
Este polo industrial fue construido en lo que era un balneario en la década del ’50, con el supuesto objetivo de elevar el desarrollo productivo del país.
Lo único que ha dejado es una fuente de envenenamiento y polución. Los gobiernos, tanto la dictadura de Augusto Pinochet y los «democráticos» de centroizquierda y derecha, son enteramente los autores materiales e intelectuales de este desastre.
Lo fundamental es reimpulsar la movilización de los trabajadores, la juventud, las mujeres y activistas en defensa del ambiente de la región, y de todo el país, para exigir el cierre de las fábricas contaminantes y un proceso de remediación ambiental a costa de las empresas asegurando la continuidad de las fuentes de trabajo de sus operarios, y la relocalización o reconversión bajo el control de comités obreros de aquellas necesarias. Por una investigación independiente del pasivo ambiental y los daños sanitarios, y que las patronales y el Estado respondan ello.
Gastón Fernández
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