Mientras sigue en boca de todos la salida de ministros y la reciente carta de Cristina Fernández de Kirchner, que dan cuenta del grado de crisis política que atraviesa el gobierno después del cachetazo electoral, el Indec publicó este jueves 16 uno de los informes relacionados a agosto. Una vez más estos números vienen a demostrar el tenor del derrumbe social en el país, lo que explica mejor el golpe que sufrió el gobierno en las urnas. La línea de indigencia trepó hasta los $29.213 en agosto, otra vez por encima de salarios y jubilaciones mínimas; incluso considerando los montos de septiembre. Los haberes previsionales más bajos (los que cobran casi la mitad de los jubilados del país) pasaron a $25.922, mientras que la escala más baja de los sueldos se coloca en $29.160. En tanto, la línea de pobreza llegó ya a $68.359.
La consolidación sistemática de confiscación salarial y previsional se puede verificar con el “Changómetro”, un estudio de la Federación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA) basado en los propios datos del Indec. El mismo pone en comparativa, de 2017 al presente, qué cantidad de un determinado producto se podía adquirir antes y ahora con $1.000. Algunas cifras son temibles: por ejemplo, mientras un billete de hornero permite en la actualidad comprar nueve kilos de arroz, hace cuatro años era suficiente para hacerse de 45. Si se hace una estimación general, lo que entonces se compraba del rubro de alimentos y bebidas con $1.000 hoy cuesta casi $4.500.
Atendiendo a estos números no debiera sorprender entonces que a principios de 2017 la pobreza alcanzara al 32% de la población, mientras hoy supera holgadamente el 50%. La evolución salarial y jubilatoria, en contrapartida, viene muy por detrás del incremento permanente a los precios de consumo, desvalorizándose al calor de la inflación y la devaluación del peso. Tal es así que a mediados de 2017 el salario mínimo se situaba en $8.860, mientras que las jubilaciones de la misma categoría eran a septiembre de aquel año de $7.246. Al día de hoy los salarios crecieron desde entonces un 330%, y los haberes mínimos un 350%. Pero, claro, según la recopilación de datos del Indec contemplada en el Changómetro, los precios al consumo masivo crecieron un 450%. Apoyados en este criterio estadístico, hablamos de una pérdida de $6.680 para los jubilados y de una pérdida de $10.770 para los asalariados.
Un relevo reciente de la consultora Scentia da cuenta de que el nivel de consumo de productos alimenticios del mes pasado empató al de agosto de 2020, cuando todavía imperaban las medidas de confinamiento estricto que afectaban particularmente a los índices económicos. Incluso, en el acumulado de principios de año a esta parte, el consumo de alimentos registra una contracción del 5,4% respecto al mismo plazo en el año pasado. Esto constituye una radiografía de la enorme pulverización salarial y jubilatoria cuando los ingresos tienen que hacerle frente a una inflación voraz, que desangra el bolsillo popular y echa leña al hambre y la miseria.
Los números del Indec sobre inflación, pobreza, indigencia y salarios confirman mes a mes la vasta penuria que alcanza a las mayorías trabajadoras en nuestro país. Después de una etapa de desvalorización récord de los salarios durante la fracasada experiencia macrista, el gobierno de los Fernández solo profundizó su pulverización, lo que se expresa en un aumento de más del 15% de la pobreza en sus primeros dos años. Estamos frente un gobierno ajustador que obedece ante todo a los planes del FMI y el capital financiero sobre la Argentina. Así tal cual lo reconoce la vicepresidenta Cristina en su carta, en la que busca desligarse de ser también responsable del ajuste dada la bronca popular que se expresó en las Paso del domingo. Unos y otros, a ambos lados de la «grieta», son responsables de habernos hundidos en una miseria insoportable.
Este repudio es el que también se hizo sentir con la enorme elección al Frente de Izquierda – Unidad, que por el contrario de oficialistas y opositores patronales conquistó más votos que en elecciones anteriores y no al revés. Profundicemos este hecho político para volcar a la izquierda el descontento popular por la liquidación generalizada de las condiciones de vida de la población laboriosa. Solo con la fuerza de los trabajadores y un programa socialista de salida a la crisis le pondremos fin a la carestía y la licuación de los salarios.
Manuel Taba
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