Candela sobrevivió luego de caerse a las vías del tren tras un desmayo.
Una formación del tren Belgrano Sur estaba frenando en el andén de la Estación Independencia de González Catán, cuando una joven de 24 años llamada Candela se desvaneció cayendo a las vías entre dos vagones en movimiento. Afortunadamente se salvó de ser arrollada, y, tras doce días de internación, fue dada de alta.
Este episodio impactante ocurrido el 29 de marzo se viralizó semanas después, junto con el testimonio de la protagonista. Allí nos enteramos que Candela estaba en ayunas aquella tarde del desmayo que le podría haber costado la vida. También supimos que, al igual que muchos jóvenes y especialmente del género femenino, Candela no tiene trabajo y se vio forzada a abandonar sus estudios durante la pandemia frente a la falta de recursos para cursar de manera virtual. Ese día precisamente se dirigía a una entrevista laboral, luego de meses rebuscándosela vendiendo comida. Relató que mientras el Comando de Trenes Seguros la trasladaba al hospital, pensó en su hijita de dos años, por la que sortea un sinfín de adversidades diarias para que no le falta nada, y se estremeció ante la posibilidad de que el desenlace hubiera sido otro, donde la pequeña hubiera quedado en el más absoluto desamparo.
Aquella imagen, de una mujer de veintipico caminando con el estómago vacío, viendo cómo inicia el otoño y ella aún no pudiendo encontrar empleo que le permita transitar una vida deseable y darle un futuro a su hija, ilustra una realidad nacional donde los índices de desocupación en las personas menores de 30 años superan ampliamente el promedio (7%), llegando al 13% en el caso de los varones y al 16% en las mujeres de esa franja etaria.
A su vez, la profusión del trabajo precario y la miseria salarial también golpea particularmente a la juventud. Una reciente encuesta en redes sociales refleja nítidamente esta situación, donde por ejemplo, uno de los encuestados que trabaja de residente de medicina comentó que cobra $80 mil mensuales por 12 horas de trabajo diarias. Por otra parte, un docente de Chubut indicó que su sueldo apenas llega a $45 mil, una arquitecta recién recibida gana $40 mil trabajando en un estudio y un estudiante de sistemas se desempeña como Tester Jr y apenas llega a los $60 mil mensuales, entre otros ejemplos. Como vemos, todas las cifras mencionadas están por debajo de la línea de pobreza (Ámbito, 20/4).
Finalmente, es la alianza que teje el gobierno, junto con la patronales y la burocracia sindical, la encargada de edificar el escenario descripto, donde se mina el porvenir de la juventud. A contramano del discurso empresarial que presenta la falta de trabajo como el resultado de un supuesto déficit en la capacitación de los jóvenes, es evidente que ocurre lo inverso: en Argentina existe una sobrecalificación de la mano de obra mientras la oferta laboral es cada vez más precaria con salarios de hambre. En ese sentido, la flexibilización de la población juvenil oficia como puntal para degradar las condiciones de trabajo y salariales del conjunto de la clase obrera y establecer la reforma laboral en los hechos. Penurias que no harán más que agravarse con el rumbo fondomonetarista adoptado.
Todos estos agravios por parte de quienes gobiernan y su clase social son los que motivan la organización de miles de jóvenes en los barrios de manera independiente al Estado, nucleados en la Unidad Piquetera, quienes ganan la calle por pan, por el derecho a la educación y por empleo genuino. En definitiva, para que no haya más “Candelas” que se desvanezcan en ayunas, impedidas de poder trabajar y estudiar.
Sofía Hart
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