Gran confusión introduce un editorial (“Semana Política. Un mes de Boric: Gobernabilidad precaria y ausencia de hegemonías en la lenta transición pos revuelta”, 13/4/22) del Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR) de Chile. Organización hermana del PTS argentino, integrante de la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional.
Mareado por el uso de categorías pseudo gramscianas sobre “hegemonías”, “crisis de representatividad” y afines, el PTR chileno plantea que el gobierno de Boric no termina de definir un rumbo. Se encontraría “como el jamón del sándwich” entre el “reformismo” del PC (Partido Comunista) y el “progresismo neoliberal” del PS (Partido Socialista) “como expresión de fuerzas económicas, sociales, políticas y culturales que cruzan el Chile pos revuelta”. Las presiones de estas dos coaliciones que Boric pergeñó en su lista electoral y en el gabinete ministerial actual, estarían paralizando al nuevo gobierno, lo que –sumado a la presión derechista- lo estarían llevando hacia la derecha.
El PTR reflexiona, usando la histórica frase de Marx –“la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos” – que estas tradiciones estarían marcando al nuevo gobierno. ¿Es necesaria una evolución superadora del boricquismo?.
“Las “dos almas” (que convivirían dentro del gobierno de Boric) expresan de forma distorsionada fuerzas sociales externas al gobierno que presionan en sentido contrario: o hacia la agenda popular (resolver demandas de la rebelión e históricas), o hacia la agenda burguesa (reformas parciales que no cuestionen el sistema). Por derecha y por izquierda”, dice el editorial.
El gobierno débil estaría lleno de contradicciones: “Mientras cada símbolo de Boric busca dialogar con el pueblo, con “su” izquierda; cada gesto real, cada hecho, gira a “su” derecha”, afirman.
En primer lugar, es una concesión-capitulación definir al PC como “reformista”, representando a una pretendida ala izquierda dentro del gobierno Boric. El PC stalinista chileno tiene un rol estratégico en el sostenimiento del gobierno. El PC es el que tiene influencia en la central obrera (CUT) y diversas organizaciones populares. Más allá de alguna postura verborrágica, el PC no saca los pies del plato, mantiene a las organizaciones obreras y populares paralizadas, sin organizar la lucha por las reivindicaciones que las llevaron al histórico levantamiento del 18 de octubre.
El reformismo en la época del ascenso capitalista jugó en diversos momentos papeles progresivos (lucha por las 8 horas, etc.). Pero, hoy en día, en esta aguda etapa de crisis capitalista, no podemos caracterizar al PC como reformista, sino como frentepopulista. Está dispuesto a sacrificar los reclamos de las masas en función de un acuerdo con los sectores “democráticos” de la burguesía. El PC no es la antítesis (inconsecuente) de la derecha gubernamental: el PC es complementario de esa derecha. Su papel es bloquear el desarrollo de una movilización de masas que amenace con radicalizarse y transformarse en revolucionaria. Este papel debe ser fuertemente denunciado y llamar a que la CUT y las organizaciones de masas rompan con la política de conciliación de clases que le imponen las direcciones stalinistas y socialdemócratas y pase a una lucha independiente del gobierno y las patrones por sus reclamos.
Es necesario definir con claridad que estamos frente a un gobierno frentepopulista, de contención de la lucha de clases, que busca la “unidad nacional” con las clases burguesas y sus estamentos del poder (fuerzas armadas, etc.) y desmovilizar la lucha de las masas.
Las “vacilaciones” del gobierno tienen que ver, en lo fundamental, con que el proceso abierto por la irrupción de masas el 18 de octubre del 2019 no se ha cerrado. Este es el papel que Boric quiere cumplir, como lo evidenció con el temprano “pacto” que celebró con Piñera, a fines del 2019, para impedir la caída de este y canalizar la rebelión de masas en torno a un largo cronograma de procesos electorales.
¿“Posrevuelta”?
No se puede plantear que se cerró esa irrupción de la movilización de masas, que estamos en la “pos revuelta”, como habla el editorial del PTR. Los procesos revolucionarios y de lucha de masas pueden abarcar períodos largos. En la revolución española se desarrolló entre 1931 y 1938, cerrado con la derrota contrarrevolucionaria de la guerra civil iniciada en 1936. Período con flujos y reflujos, con triunfos y derrotas de las masas. En la Argentina, también, la situación revolucionaria abierta con el Cordobazo de 1969 tuvo muchas oscilaciones, emergió con fuerza nuevamente en la huelga general de 1975 contra el gobierno peronista y se terminó de cerrar con el golpe de Videla en 1976.
Investigaciones de mercado, realizadas recientemente, afirman que la mayoría de la población reivindica la irrupción de masas del 18 de octubre y que la imagen del presidente Boric ha caído en picada en menos de 30 días, que no hubo “luna de miel”.
Que las masas vuelvan a intervenir protagónicamente no pasa por aconsejar al gobierno que “un movimiento de pasivización juega a favor de la derecha, y a favor de asentar un gobierno más parecido a Bachelet 2 o a una Concertación 3.0 como han señalado otros actores”.
El enemigo de las masas está en el poder, en el gobierno de Boric, con sus eventuales contradicciones. Lógicamente, hay “oposiciones” burguesas más derechistas, pero el que ejecuta la política del Estado contra el pueblo es el gobierno. La acción de la “mano derecha” y de la “mano izquierda” del gobierno se complementan. Es una muestra de su cinismo: hace (escasa) demagogia por un lado, pero ejecuta una política procapitalista por el otro. Nombra edecán de los Carabineros a una mujer militar, pero estos siguen reprimiendo, incluso incorporando –como se vio hace unas semanas- a grupos de lúmpenes parapoliciales para atacar a los estudiantes. Se afirma que es “histórico” un gabinete ministerial con mayoría de mujeres, pero se defiende el sistema de poder capitalista patriarcal y el oscurantismo eclesiástico y no se resuelven las reivindicaciones de las mujeres explotadas.
Boric se empeñó, ahora, en bloquear el quinto retiro por parte de los trabajadores de sus fondos previsionales, para afrontar la carestía que ataca sus condiciones de vida. A contramano de los tres retiros similares anteriores, a los que Boric no se opuso, ahora sí lo hizo… para “defender el futuro de los jubilados” (propuso solo autorizar retiros de fondos de las AFP para pagar deudas bancarias: para salvar al capital bancario). Y amenaza con que un nuevo retiro dificultaría introducir “reformas” en el sistema de jubilaciones privadas de las AFP. Por supuesto, no otorga aumentos salariales para afrontar la carestía. La CUT no solo no llamó al paro contra esta política antiobrera en materia previsional, sino que el PC apoyó el planteo de Boric.
El movimiento obrero debe romper su subordinación al boricquismo y pasar a reclamar e imponer en las calles aumento salarial y de jubilaciones de emergencia, pleno derecho a retirar los fondos de las AFP, derogación del régimen de jubilación privada, nacionalización del sistema previsional, financiado por fondos exclusivamente empresariales y bajo gestión directa de trabajadores y jubilados.
Alas
La existencia de dos alas dentro de un gobierno, la existencia de un entorno alrededor del presidente que le condiciona su accionar político y otras “figuras” semejantes, son típicas de todo proceso de estas características y son utilizadas para hacer depender el movimiento de las masas de la eventual alianza con el “sector progresivo”, de su evolución y/o de su eventual ruptura en caso de persistir la derechización del “poder popular”. Esto impulsa la cooptación de sectores combativos hacia el poder (división del movimiento de mujeres, del frente de lucha por la libertad de los presos, etc.).
En la Argentina lo hemos vivido con la cooptación de direcciones sindicales, piqueteras, estudiantiles, de lucha por las libertades, al gobierno kirchnerista. Y ahora, ante el hundimiento del gobierno frente al pacto con el FMI, el ala kirchnerista afirma “romper” con el presidente vacilante. Se trata de una maniobra política para impedir que sectores de la clase obrera se vuelquen hacia la izquierda revolucionaria. Parte de la izquierda argentina coquetea con una alianza con este sector pseudo rupturista, que no pasa a la lucha contra el régimen, e incluso defiende sus posiciones dentro del dispositivo estatal.
En Chile (como en Argentina) es fundamental la lucha por la total independencia política y organizativa de los trabajadores y explotados. La izquierda que se reclama revolucionaria debe asumir la vanguardia de este realineamiento independiente y de lucha. De lo contrario, se estrechará la evolución política -desde el nacionalismo burgués peronista en Argentina y desde el frentepopulismo neo stalinista en Chile- hacia la construcción de un partido obrero socialista, clasista y revolucionario.
Rafael Santos
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