En medio de una ola de renuncias de ministros y secretarios, el primer ministro británico Boris Johnson anunció su salida anticipada del poder. Aspira a mantenerse en el cargo, sin embargo, hasta que el Partido Conservador designe un sucesor, un proceso que podría extenderse hasta octubre.
El apartamiento de Johnson es inseparable de la crisis económica. La inflación, del 9% interanual, es la más elevada en 40 años y ha llevado a una fuerte caída del poder adquisitivo del salario. Esto está en la base del proceso de huelgas sectoriales abierto en las últimas semanas, que tuvo su mayor expresión en el paro de 72 horas de los ferrocarriles, uno de los más importantes en las últimas tres décadas. Al mismo tiempo, hay un alarmante incremento de la inseguridad alimentaria -aumentó un 57% el número de familias que saltean comidas, según la organización Food Foundation.
Paralelamente, el gobierno conservador se vio atravesado por todo tipo de escándalos políticos, como la infracción de las normas de confinamiento durante la pandemia (“partygate”), y la reciente designación de un funcionario con denuncias de acoso sexual. Un sondeo de YouGov indicaba que el 69% de los encuestados creía que el primer ministro debía renunciar.
Los conservadores venían de perder cerca de 300 bancas en las recientes elecciones municipales, y en comicios posteriores, sufrieron un revés en Wakefield, una de las localidades proletarias que le habían arrebatado al laborismo en las últimas generales de 2019.
Johnson fue identificado como el mariscal de la derrota y un sector del partido promovió una moción de censura interna secundada por el 40% de sus diputados. Fue el último capítulo: el primer ministro sobrevivió, pero quedó sumamente debilitado.
Entre las últimas fichas que jugó el mandatario, figura un endurecimiento de la política migratoria. Un clásico: buscar un chivo expiatorio ante la crisis. El Reino Unido pactó con Ruanda, un país ubicado en el corazón de Africa, la deportación de muchos de los desesperados que llegan a través del Canal de la Mancha.
Al mismo tiempo, Johnson anunció la modificación unilateral del protocolo sobre Irlanda acordado en el marco del Brexit, con el propósito de recuperar las simpatías de los unionistas norirlandeses y de encontrar un eje de agitación nacionalista. Esto reanudó las tensiones con Bruselas y mostró que el traumático proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) no es un capítulo superado.
Así como el Brexit mostró las tendencias disgregadoras dentro de la UE, potenció las tendencias disolventes dentro del propio Reino Unido. A la reactivación del conflicto en Irlanda se suma la intención del gobierno de Escocia de convocar un nuevo referéndum de independencia para 2023.
Lo que viene
Con el anuncio de Johnson, se abre la disputa en las filas conservadoras por el poder. El sitio de The Guardian (7/7) coloca como los mejor posicionados para la sucesión a Rishi Sunak, el ministro de finanzas que renunció esta misma semana (un exanalista del banco Goldman Sachs), y a Ben Wallace, ministro de defensa. Este último es el ejecutor de la política de auxilio al gobierno de Ucrania y del desarrollo del militarismo, pactado en la última cumbre de la Otan.
La semana próxima, el llamado Comité 1922, que organiza la vida legislativa del partido y la transición, renovará sus caras. Existe la posibilidad de que reforme las normas de sucesión para adelantar la salida de Johnson, dado el desgaste del mandatario. Pero eso dependerá también de que el partido encuentre un sustituto claro.
Del otro lado del tablero político, el líder de los laboristas, Keir Starmer, reclamó la salida inmediata de Johnson y amenazó con la presentación de una moción general de censura en el parlamento. Pero es importante señalar que actúa ante los hechos consumados; Starmer se comportó durante todo este tiempo como una “oposición responsable”, mientras la situación de los trabajadores se deterioraba más y más. Y secundó la política belicista, llegando a amenazar con la expulsión de cualquier diputado que cuestionara el rol de la Otan.
El ocaso del gobierno de Johnson es la derrota de uno de los más entusiastas promotores de la guerra imperialista y las políticas de ajuste. Expresa los límites de una tentativa derechista y seudonacionalista con la que los conservadores buscaban conjurar la debacle del Reino Unido, que sigue su curso.
Frente al deterioro social y el ajuste, las centrales sindicales deberían abandonar su pasividad e impulsar un plan de lucha para que la crisis no la paguen los trabajadores.
La lucha es el camino para derrotar el gobierno reaccionario de los tories, en la perspectiva de un gobierno de los trabajadores y el socialismo.
Gustavo Montenegro
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