Para que esto ocurra, tiene que haberse producido una degradación fenomenal de las condiciones salariales y laborales del conjunto de la clase obrera, registrada y “no registrada”. Por empezar, hay que destacar que, de los 600.000 nuevos ocupados en 2022, casi la mitad -294.000 trabajadores- fueron contratados como “monotributistas”, representando un crecimiento del 11% de esta modalidad para ese año. El trabajo formal, en cambio, creció sólo un 3,2%. Los informes laborales identifican al monotributo como “empleo independiente”, cuando en la abrumadora mayoría de los casos es una relación de dependencia encubierta, que le permite al patrón evitarse el pago de aportes patronales, obra social y despedir al trabajador en cualquier momento. Ni qué decir que es el trabajo con “factura”, que habilita al desconocimiento de los salarios y condiciones laborales de convenio. Los monotributas ya representan un universo de 3 millones, el 23% de toda la fuerza de trabajo “registrada” en el país”. (Nótese que las estadísticas han metido al monotributismo en el empleo “registrado”, oficializando así al fraude laboral).
Pero la pauperización “en crecimiento” no sólo puede explicarse por la precarización del trabajo. Se ha operado también un descenso sostenido de los salarios formales, colocando a un número cada vez más importante de trabajadores por debajo de la línea de pobreza. En noviembre de 2022, cuando la canasta de pobreza del INDEC ascendía a 140.000 pesos, el promedio del salario bruto de la mitad inferior de la escala salarial estaba en 155.000 pesos – unos 130.000 netos. En otras palabras: la mitad de los trabajadores “registrados” perciben un salario que está por debajo de la línea de pobreza. Pero, ¿a cuánto se eleva esa cifra incorporando a los “no registrados” –changuistas, subocupados? No menos de otro 10 o 15% de la fuerza laboral. La pobreza se ha convertido así en la condición ´natural´ del 60 o 65% de la clase obrera en Argentina.
Naturalmente, la estadística de la “línea de pobreza” no representa una visión de conjunto sobre la pauperización, la cual debe incluir aspectos no salariales, como el hacinamiento habitacional y las carencias de atención a la salud. La extensión de las jornadas laborales y el desconocimiento de los convenios colectivos consumen aceleradamente la salud y las reservas vitales de la clase obrera.
Velorio y fiesta
El "crecimiento" estadístico y de los resultados empresariales suele ser festejado por funcionarios como De Mendiguren – sin decir nunca que su contraparte necesaria es un aumento histórico en la tasa de explotación de la clase obrera. La indexación de los precios ha incrementado los beneficios del capital agrario e industrial. Fijan los precios de acuerdo a la cotización del dólar paralelo, mientras los costos de importación se determinan en el mercado oficial, que está un 50% abajo. De otro lado, los acreedores de la deuda pública tienen indexado su valor a la inflación o al dólar, el que fuera más alto. El aumento de tarifas, para que el usuario financie de antemano las inversiones que prometen los dueños, y por sobre todo el giro de ganancias al exterior, desvaloriza el ingreso de los trabajadores y revaloriza las ganancias de las patronales. La coalición armada en 2019, sus gobernadores, burócratas sindicales y dirigentes “sociales”, le han prestado un apreciado servicio al capital y a las patronales.
Marcelo Ramal
31/03/2023
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