El apoyo que Massa está recibiendo, cada vez más, de las principales corporaciones capitalistas ¿se trasladará en votos? Hasta ahora el “círculo rojo” fracasó en sus apuestas electorales (Rodríguez Larreta para las Paso y Bullrich para la primera vuelta). El posible acuerdo, e incluso un eventual puesto en el gobierno de “unidad nacional”, de Melconian -a quien Bullrich iba a entregar el Ministerio de Economía- con Massa es un golpe a la candidatura de Milei porque plantea la incapacidad de trasladar el apoyo empresarial que recibió la candidata de Juntos por el Cambio a Milei. El titular de la Fundación Mediterránea expresa el rechazo de un sector importante de la clase capitalista a la dolarización que Milei se empeña en ratificar una y otra vez. Algo parecido sucede con el reciente pronunciamiento de la Cámara de la Construcción ante la amenaza de que con la motosierra se acabe la obra pública y los negocios garantizados con el Estado. En principio la clase capitalista parece mayoritariamente inclinada a sostener al “ministro-candidato”, en parte por el rechazo a los planteos económicos de Milei, y en la preocupación de la condiciones para la gobernabilidad que el candidato de La Libertad Avanza no parece poder garantizar.
Macri, al acordar con Milei, ha hecho implosionar a Juntos por el Cambio. El PRO se ha dividido pero no exactamente entre “palomas” y “halcones” sino incluso dentro de cada facción. Santilli estaría por pronunciarse a favor de la candidatura de Milei en lo que sería la ruptura de su sociedad con Rodríguez Larreta, y a su vez Monzó, Massot y otros bullrichistas se han pasado al apoyo “neutral” a Massa. La renuncia de Santoro al balotaje apuntó a un pacto entre Massa y Jorge Macri, quien no sale a proclamar su apoyo a Milei, además, para evitar la ruptura de su propio bloque en la legislatura porteña por donde deben pasar los negocios de la familia. Algo similar sucede en la UCR: el pronunciamiento a favor de la neutralidad de Morales y la dirección del radicalismo no expresa una unanimidad y ni siquiera una diferencia de grado. Mientras Morales dice que hará “lo imposible“ para que no gané Milei, Cornejo –que en principio se había declarado neutral- acaba de garantizar que la UCR mendocina fiscalizará a favor del “libertario”, algo similar sucede (aunque sin estridencias) con algunos intendentes de la provincia de Buenos Aires. Más evidente ha sido la delimitación del correntino Valdez respecto de Morales.
Macri explotó la derrota de sus contrincantes internos, Rodríguez Larreta y Bullrich, para volver a ocupar una centralidad. Así logró convertirse en el jefe de campaña de Milei y por lo tanto beneficiario de un eventual triunfo electoral o jefe de la oposición de si este pierde. Divide y reinarás, dice el refrán.
¿Alcanzará esto para que Milei gane? El “león” se ha confiado a un domador de la casta que dijo repudiar y ha debido reconfigurar su propio espacio. Afuera quedaron liberales del Cema; Carlos Rodríguez (exviceministro de Roque Fernández bajo el gobierno de Menem) se quejó públicamente que ser asesor de Milei implica solo hacerse cargo de declaraciones impresentables y que nadie lo consulta sobre economía. El acuerdo con Macri ha mellado al propio agrupamiento mileísta con renunciamientos de diputados nacionales y otros parlamentarios electos cuyos alcances no se pueden aún dimensionar.
Lo que sí es claro es que el pacto con Macri presiona para hacer de Milei una versión más próxima a un centroderechista del que ganó las Paso, o sea, un Macri más derechista. Así como Massa es un Scioli derechizado (pero más independiente del kirchnerismo) o más bien una suerte de Menem. En lugar de la incorporación de la UCeDé de Alsogaray como ocurrió bajo el mandato del riojano, ingresarían Morales, la derecha radical y sectores del PRO y de Juntos por el Cambio a un gobierno de unidad nacional como lo adelantó el candidato de Unión por la Patria. El apoyo de Massa a los bombardeos de Israel a campos de refugiados, incluso contra los tibios reclamos de Cancillería, no deja lugar a dudas. Las diferencias con el balotaje de 2015 parecen de grado. En aquella oportunidad Massa declaró que iba hacer lo imposible para que no ganara Scioli, en un apoyo evidente a Macri al cual acompañó a Davos y ayudó a garantizar la gobernabilidad con diputados, con el cogobierno con Vidal en la provincia de Buenos Aires, etc. ¿Cuánto afectará electoralmente a Milei su alianza con la casta de Macri? El 19 de noviembre se sabrá.
Si hay crisis, que se note
Massa se frota la manos ante la implosión de Juntos por el Cambio, él ha logrado que casi sin peros su candidatura sea apoyada por el conjunto del peronismo en todas sus variantes y sobre todo con el apoyo fundamental de la burocracia sindical, la cual no solo es explícita en llamar al voto sino que además le allana el camino para que los acuerdos con los empresarios se hagan a costa de los trabajadores. Es lo que sucedió con los supermercados para contener los precios por lo menos hasta el balotaje: la burocracia de Cavalieri les garantizó a los “formadores de precios” que podrán suspender por seis meses a sus trabajadores con el 50% del sueldo (uno de los más bajos de los trabajadores registrados) si tienen “problemas económicos”.
Esto no alcanza para tener un tránsito tranquilo hacia el 19. El desabastecimiento de combustible, las largas colas en las estaciones de servicio no son buena propaganda electoral. Lo peor es que este es el resultado de las medidas del propio Massa, es decir, él es víctima de sí mismo. No pudo evitar anunciar un aumento del 10% de las naftas -impulsado por la oficial YPF- cuando pretende vender la idea de un ajuste indoloro.
La falta de dólares, el fracaso en contener la inflación, la parálisis de una parte de la producción y las consecuencias sobre las ingresos y las condiciones de vida de los trabajadores estallan en la campaña electoral como responsabilidad del gobierno que Massa hoy dirige de hecho. En las reuniones con los grupos capitalistas estos le han hecho saber su agenda de reclamos, algunos de los cuales no pueden ser resueltos sin un shock, como es una fuerte devaluación y un recorte sustancial de los recursos del Estado. Sostienen que no hay gradualismo posible. La postergación en el tiempo, por la indefinición electoral, no disminuye los problemas, por el contrario los agrava. Por eso Patricia Bullrich quiere que el país explote ahora y que la explosión allane el triunfo de Milei-Macri que gobernarán sobre tierra devastada.
El balotaje es un chantaje para imponer un plan de guerra
Con el balotaje se pretende que con su voto el electorado dé un aval a uno de los dos ajustadores. Las divisiones que hemos enumerado al comienzo de este artículo no tienen que ver con ninguna lucha obrera o popular, son una expresión de la división de los capitalistas en el marco de una crisis aguda, o sea una lucha por quién paga los costos y quién se los hace pagar a los trabajadores.
En este sentido Massa aplicó otra medida ejemplificadora de su futuro gobierno esta semana, al anunciar el pase de los programas sociales al Ministerio de Trabajo, apuntando a dar bajas y a reforzar la línea de que funcionen como subsidio a las patronales que pretenden fuerza de trabajo gratuita.
Massa quiere convertir al balotaje en una opción entre democracia y fascismo mientras postula un gobierno con el represor Morales, llenando los estrados judiciales de luchadores populares como sucede con la elevación a juicio de una causa por una movilización por la que imputaron a seis piqueteros de Córdoba, o acelerando la confirmación de una condena para hacer efectiva la prisión del Chino Arakaki y Daniel Ruiz por enfrentar a Macri en diciembre de 2017 en defensa de los jubilados.
La burocracia sindical que ha permitido la pulverización del salario y las jubilaciones y habilitado la precarización laboral pretende hacer pasar a Massa como el “presidente de los trabajadores”.
A su vez Macri dice que Milei es el cambio, a sabiendas de que el liberfacho busca explotar el rechazo a quienes vienen gobernando con un programa de guerra contra los trabajadores, recuperando el rol interno de las fuerzas armadas, barriendo con los convenios colectivos y los derechos laborales que no han sido todavía eliminados por los gobiernos de los últimos años y apuntando a la privatización abierta de la educación y la salud.
Frente a este escenario, el Partido Obrero no apoya políticamente a ninguno de los candidatos. La tarea central es preparar y organizar la lucha contra el ajuste y los ataques a los trabajadores que ambos candidatos quieren capitanear, es esto lo que guiará este sábado 4 a los delegados a la conferencia electoral del Partido Obrero donde se definirá una posición electoral luego de decenas de plenarios de su militancia a lo largo de todo el país.
Eduardo Salas
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