La remoción de Ocampo y la llegada de Caputo fueron parte de un golpe económico del capital financiero: el día jueves, los bancos desistieron de renovar el 60% de las colocaciones de Leliqs que vencían ese día, y reasignaron esos fondos a colocaciones con 24 horas de plazo (pases). El eventual vuelco de esa masa de dinero a la circulación constituiría un pasaporte a la corrida cambiaria y a la hiperinflación en cuestión de horas. Las movidas siguientes del gabinete económico estuvieron condicionadas por esa extorsión.
Lo primero que hizo el eventual ministro Luis Caputo fue reunirse con la Asociación de Bancos. Las versiones difusas sobre esa reunión confirman que Milei-Caputo, en relación a la cuestión explosiva de las Leliqs, aún no tienen nada en la mano. Caputo se limitó a descartar salidas de carácter confiscatorio (plan Bonex), pero no presentó un planteo alternativo. Caputo había desautorizado a Ocampo por considerar que “no había apetito en el mercado para colocar bonos de deuda a canjear por las Leliq, acercar dólares frescos y poner en marcha la dolarización” (La Nación, 26/11). Caputo tampoco pudo anunciar el meneado crédito de 15.000 millones de dólares que fue a gestionar al FMI. Incluso si fuera concedido, esos fondos no sólo deberían servir como respaldo para una eventual salida de las Leliqs – también tendrían que asegurar el giro corriente de divisas, en un escenario con 10.000 millones de dólares de reservas negativas y una deuda de 40.000 millones por importaciones. Esa frazada -si existiera- es demasiado corta.
La alternativa de emitir deuda para recibir dólares frescos exigiría ofrecer activos en garantía –acciones del Fondo del Anses y otros patrimonios públicos. Aun así, esa variante choca con la formidable devaluación de la deuda argentina, que obligaría a emitir títulos por un valor tres o cuatro veces superior a los fondos a percibir. La variante de reemplazar a las Leliqs por títulos del Tesoro en pesos es tan explosiva como la situación actual: no hay otra manera de pagar los intereses astronómicos de esa alternativa si no es con emisión de pesos por parte del banco Central.
Los bancos le reiteraron a Caputo la variante “gradualista” de un desarme progresivo de las Leliqs, como resultado de un feroz ajuste fiscal, por un lado, y de la progresiva licuación de la deuda, por el otro. La banca (pero también Caputo-Milei) presenta al cese del financiamiento del Central al Tesoro como “emisión cero”. Es un un planteo mentiroso, porque el Banco seguirá emitiendo para pagar intereses e intervenir en el mercado de deuda. Salarios, jubilaciones y gastos sociales pagarán este rescate inescrupuloso de los banqueros.
La salida “gradual” de los bancos, sin embargo, es incompatible con una liberación más o menos cercana del mercado de cambios y choca, por lo tanto, con los planteos estratégicos de las “fuerzas del cielo”- la expectativa de un ingreso de dólares del agro negocio, el gas y la minería. En definitiva, la cuestión de la quiebra del Banco Central pone de manifiesto un dislocamiento más general del régimen económico, que no podrá procesarse con salidas indoloras.
Caputo-Posse
Los diarios informan que Caputo fue “contratado” por Nicolás Posse, el futuro jefe de gabinete de Milei, hace varios meses, para pergeñar una ingeniería financiera con vistas a un eventual triunfo de la LLA. Pero la información periodística no dice quién “contrató” a Posse, aunque sí señala que se encargó de ´armar´ la candidatura de Milei a partir del apoyo de un conjunto de “políticos y empresarios” (LN, 26/11).
Algunos detractores tempranos de Caputo han salido a acusarlo de que quiere conseguir dólares frescos para armar “una fuga de capitales al estilo de la de Sturzenegger en 2018” (infobae, 26/11). Según estas fuentes, los 12.000 o 15.000 millones de dólares que estaría tramitando Caputo podrían tener ese destino. Sugestivamente, Caputo ha dejado de sonar para el ministerio de Economía, pero sí tendría la silla del Banco Central – es decir, la “lapicera” que arbitrará sobre el ingreso y la salida de dólares.
En torno del gabinete de Milei, y de la bancarrota argentina, se procesa una lucha feroz de camarillas capitalistas – la cuestión es quién conquista la posición privilegiada en el mega “concurso de acreedores”.
Al compás de esta puja, la crisis del pregabinete abarca a todas las carteras. Villarruel ha entrado en cortocicuito con Milei, después de haber sido desplazada de las áreas de Defensa y Seguridad; pero la “sobreviviente designada”, Patricia Bullrich, entró en colisión con Macri, por haber arreglado con Milei por cuerda separada; los diputados libertarios se han rebelado contra la designación de Randazzo, a quien bancan los gobernadores pejotistas. El resultado del balotaje no ha sido el punto de apoyo para la reconstrucción de un régimen político quebrado, sino otro salto en su disgregación.
Marcelo Ramal
26/11/2023
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