El papado de Francisco ha sido un híbrido de simulaciones de ataques a derecha -en materia de ´aperturas´ hacia temas espinosos en que la iglesia se mostró siempre intransigente, como divorcio y homosexualidad- y frenos a su ala ´izquierda´: recientemente “el Vaticano intentó poner límites a los experimentos de los obispos alemanes, la principal fracción progresista, mediante una carta en la que afirma que ninguna reforma que tengan contemplada los alemanes podrá cambiar la doctrina de la Iglesia Católica acerca del sacerdocio sólo para varones y la inmoralidad de las relaciones entre personas del mismo sexo” (ídem).
Según explica la periodista Elizabetta Piqué, “el Papa a lo largo de sus diez años de pontificado siempre habló de la importancia de la misericordia y se mantuvo en silencio, dando la otra mejilla, ante los ataques”. Lo cierto es que ahora la crítica, por lo menos de dos cardenales estadounidenses, cabeza de una ´escuela´ ultramontana con redes de alcance mundial, coloca “bajo riesgo el sínodo sobre sinodalidad, la gran apuesta de su pontificado” (La Nación, 3/12).
Frente a estas críticas Bergoglio adoptó sanciones que, sin embargo, fueron consideradas “demasiado leves”. Recién después de una sesión del sínodo, Francisco removió al obispo Strickland de Tyler, Texas, “que se la pasaba atacando en sus redes sociales al Papa” e impuso “una pena administrativo-económica” al cardenal Raymond Leo Burke, cabeza más visible del ala más intransigente de la derecha eclesiática.
Burke vive en un “departamento de 400 metros cuadrados que ocupa en la Vía de la Conciliazione”, en el corazón del Vaticano. Bergoglio no le quitó, no obstante, “sus prerrogativas cardenalicias, es decir, su derecho a participar en el cónclave”. “Un cardenal de la curia que también habló off the record -según informa Elizabetta Piqué- ´Burke pasó la raya varias veces. Si hubiera tratado así a cualquiera de los papas anteriores, habría sido cesado mucho antes´”. Otro vaticanista va más lejos: “lo más paradójico es que el Papa le está pagando un sueldo y le está dando una casa de lujo donde recibe a los más acérrimos opositores a Francisco. La medida del Papa es de lo más suave, porque no lo está dimitiendo, no le está quitando el honor del cardenalato, no lo está degradando, no le está prohibiendo hablar” (ídem).
Cuando esta fracción de la iglesia ataca a Francisco como ´hereje´ expresa una tendencia fascistizante que se condice, precisamente en EE. UU., con la corriente más recalcitrante de la burguesía que busca el retorno de Trump y que dentro de la iglesia norteamericana es partidaria de reandar el camino de los golpes sufridos por esta iglesia, tras la ola de pederastía que la sacudió en los últimos 20 años.
La iglesia católica de EE. UU. se ha recuperado, relativamente, a base de la levantada de cabeza de su ala más derechista. De modo que la derecha eclesiástica azuza ahora al ala izquierda: en Alemania, principal asiento del ´progresismo´, “en 2022, sólo había 48 seminaristas nuevos para una iglesia que todavía atiende a 21 millones de católicos que se identifican como tales, mientras que EE. UU., con sus 73 millones de católicos, tienen casi 3 mil seminaristas en formación” (NYT, citado).
Las líneas de enfrentamiento en la iglesia se van modelando en función de las tendencias a la guerra mundial y la fascistización. Su futuro está condicionado por este período de crisis de régimen, guerras, rebeliones populares y revoluciones.
Pedro Correa
06/12/2023
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