La CGT convocó a una movilización en los Tribunales el próximo miércoles a las 12 horas, para reclamar a la Justicia una declaración de inconstitucionalidad del decretazo de Milei. La magnitud del ataque que impulsa el gobierno puso en crisis la política de la burocracia, que originalmente pretendía no hacer nada “por lo menos durante unos meses”. Bajo el peso de los vertiginosos acontecimientos de esas “semanas que parecen décadas”, quedó claramente hundida la falacia de que “hay que dejar actuar a un gobierno recién electo”.
Con un DNU que plantea retrocesos de un siglo y medio en conquistas obreras, una devaluación que pulverizó el salario -todavía no llegó lo peor- y hasta la inminente reversión de la eliminación de ganancias, la cúpula cegetista se vio forzada a salir de la hibernación. Sin embargo, la orientación que se imprime con esta acción frente al Palacio de Justicia es negativa respecto de la lucha que se abrió para derrotar el DNU y, en general, la feroz motosierra de Milei contra las masas populares. Busca depositar expectativas en la Corte del 2×1 a los genocidas, máximo exponente de la casta por excelencia. Se trata de una justicia que acaba de absolver sin vueltas a la mafia de Lago Escondido, donde conspiraban los máximos festejantes del decretazo (la AEA). Además, las eventuales objeciones judiciales, que sin duda vendrán, darán paso a una negociación “institucional”, para aprobar en forma “duradera” y “legal” el corazón de los ataques. Por eso, el movimiento obrero debe desarrollar una lucha para derrotar no sólo las formas (decretazo) sino especialmente el contenido. A la vez, la marcha será en un escenario limitado para una expresión masiva -los Tribunales-, con plena conciencia de que una irrupción popular podría desbordar el control por parte de la cúpula.
La convocatoria a un Confederal al día siguiente de la movilización no resuelve el problema del desvío que están imponiendo a las energías obreras para derrotar este ajuste. Al contrario, lo confirma: ya no habrá paro en 2023. Un eventual paro en enero sería con muchísimas fábricas en vacaciones, paradas técnicas y hasta suspensiones dada la recesión en curso. No necesitamos una medida descompresiva, sin continuidad, que es perfectamente compatible con los objetivos del gobierno (“protesten un día y luego la vida sigue con las nuevas normas”). Además, este confederal carece de todo mandato, porque el precioso tiempo que dejó pasar la CGT antes de convocar algo no fue utilizado para realizar asambleas, plenarios de delegados o cualquier forma de deliberación por abajo. Si eso ocurriera, es evidente que se impondría el “paro, paro, paro, paro general” que fue “vox populi” en los cacerolazos de todo el país.
La marcha del 20 de diciembre abrió un cambio de clima político, derrotando la pretensión totalitaria de Bullrich de impedir la protesta social. Se comprobó que hay condiciones para salir a las calles a enfrentar esta ofensiva bestial, y así se evidenció en los cacerolazos posteriores.
Por todo esto, impulsamos la participación en la marcha de la CGT para reclamar un paro activo inmediato que sea el comienzo de un plan de lucha progresivo hasta voltear el conjunto del paquetazo antiobrero de Milei. Uniendo piquetes, cacerolas y al conjunto del movimiento obrero.
Alejandro Lipcovich
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