El ataque de Irán a Israel, según las noticias que se están conociendo, consistió en el lanzamiento de unos 300 proyectiles, la mayoría de los cuales fue lanzada desde territorio iraní, a más de 1.700 kilómetros de su destino, y en menor medida provenientes de Yemen y El Líbano. En total, alrededor de 170 drones, más de 30 misiles de crucero y más de 120 misiles balísticos. La acción iraní nace como represalia por el bombardeo a la embajada iraní en Siria, donde murieron dos generales del ejército islámico, otros nueve funcionarios, algunos de alto rango, y quedó derrumbado en forma completa el anexo del edificio.
La inmensa mayoría de los proyectiles fue interceptada por Israel que, como es sabido, dispone de un moderno y sofisticado dispositivo de defensa antimisiles. Importa señalar que en ese operativo tuvo una intervención activa y destacada Estados Unidos: funcionarios norteamericanos dijeron que más de 70 drones y tres misiles balísticos fueron interceptados por barcos y aviones militares de la Armada estadounidense. “Para apoyar la defensa de Israel, el ejército estadounidense trasladó aviones y destructores de defensa contra misiles balísticos a la región durante el transcurso de la semana pasada”, dijo el presidente estadounidense en un comunicado. Gracias a estos despliegues y “a la extraordinaria habilidad de nuestros militares, ayudamos a Israel a derribar casi todos los drones y misiles entrantes”, dijo Biden. Israel viene apuntalando una variedad de sistemas para bloquear ataques de todo tipo, desde misiles balísticos con trayectorias que los llevan por encima de la atmósfera hasta misiles de crucero y cohetes que vuelan a baja altura.
La respuesta iraní fue pensada para no romper las negociaciones con el imperialismo, al amparo de China y Rusia. Usaron armas que Israel y Estados Unidos podían neutralizar y rápidamente dieron por terminada la respuesta militar en un comunicado presentado en la ONU.
Hay una campaña mediática internacional pérfida y hasta por momentos histérica haciendo hincapié sobre la “amenaza iraní”. Lo cierto es que el ataque por parte de Israel a la embajada iraní en Siria no es una agresión más. Una embajada, en el marco del derecho internacional, es considerada parte del territorio de un país, de modo tal que equivale a atacar directamente al país. Esto representa una provocación de marca mayor que llevaba, a sabiendas por parte del régimen sionista, a un salto en la escala del conflicto. Irán no tenía otra opción que responder. Reivindicamos el derecho legítimo de Irán a defenderse del ataque y de la escalada del sionismo y del imperialismo. Quedarse de brazos cruzados hubiera sido una señal de vulnerabilidad extrema y una invitación a Tel Aviv a su subir la apuesta y preparar agresiones superiores.
El carácter de una provocación por parte de Israel queda más a la vista si tenemos en cuenta que Teherán venía haciendo esfuerzos por no involucrarse directamente en el conflicto en Gaza. Hezbolá, alineado con Irán, se negó a abrir un segundo frente de hostilidades en el sur del Líbano, lindero con la frontera norte de Israel, como esperaba la resistencia palestina. Los hutíes, que se manejan con autonomía y distan de ser una sucursal de Irán, venían sufriendo presiones del régimen de los ayatolás para dar marcha atrás en sus ataques contra navíos en el Mar Rojo, en solidaridad con la lucha palestina. No olvidemos además que la teocracia iraní venía de un acercamiento con Arabia Saudita y el mundo árabe, auspiciada por China, y no está en su radar embarcarse en una aventura bélica, con final imprevisible, con más razón cuando la estabilidad de régimen está minada, atravesado por una severa crisis económica y un descontento creciente en la población. La persecución del régimen ejercida contra las mujeres ha terminado disparando el malestar social reinante, abriendo paso a un escenario creciente de huelgas y movilización popular.
La Casa Blanca ha declarado que desconocía el ataque a la embajada iraní en Siria, que no habría sido consultado por Tel Aviv previamente, lo cual parece bastante raro pero, con independencia de ello, lo que sí es cierto es que no lo condenó y, lo más importante, el alineamiento férreo e incondicional de Washington con Netanyahu a la hora de enfrentar a Irán. Por supuesto, este incidente con Irán le viene como anillo al dedo tanto al gobierno israelí como al gobierno de Biden como pantalla distraccionista para procurar sacar la mirada central de la opinión pública sobre lo que ocurre en Gaza, en momentos en que entramos en un fase crucial y dramática del conflicto. Lo que está en discusión es el ingreso de las fuerzas israelíes en la localidad de Rafah, ubicada en el extremo sur de la Franja. De ocurrir eso, conduciría a un exterminio superior a lo visto en estos seis meses, teniendo en cuenta que ha quedado como el último reducto para refugiarse por parte de la población gazatí que se ha visto obligada a abandonar sus hogares en el resto del territorio. Hay cabildeos y febriles negociaciones, de acuerdo a trascendidos, entre Estados Unidos e Israel sobre el alcance de la ofensiva. El salto en el enfrentamiento con Irán provocado por el sionismo es funcional al interés de Netanyahu que pretende forzar a Washington a ir a fondo en este operativo.
Pero es necesario no olvidar que los seis meses de conflicto en Gaza están haciendo su trabajo de topo y están dejando sus marcas. El gobierno de Biden, que está a los tumbos por diversos factores, viene sufriendo un desprestigio entre la población árabe, musulmana y progresista por su apoyo y complicidad con el genocidio palestino, que puede terminar provocándole la pérdida del voto de ese sector del electorado y costarle la reelección.
Netanyahu viene soportando, a su turno un deterioro en su propio país, que ya había estallado antes del conflicto. Esto se ha amplificado a medida que pasan los meses y no hay una solución a la vista en lo que se refiere a la liberación de los rehenes. La voces y manifestaciones a favor de la renuncia de Netanyahu son cada vez más numerosas y, por primera vez, el ministro de Defensa y principal cabeza de la oposición, que integra el gobierno de unidad nacional formado luego del 7 de octubre pasado, ha reclamado una convocatoria a elecciones anticipadas, que apuntaría a desplazar al actual primer ministro y que contaría con el guiño de Estados Unidos. Netanyahu, que promovió la escalada para sostenerse ante las manifestaciones de masas reclamando su renuncia y elecciones, ha prohibido ahora que se reúnan más de 1.000 personas en todo Israel y muchas menos en algunas zonas, imponiendo un virtual estado de sitio con la excusa del peligro de los ataques iraníes.
Como se ve las aguas están agitadas, de modo tal que esta provocación contra Irán puede terminar siendo un búmeran, que es el temor que anida en los círculos occidentales. Lo cierto es que la respuesta iraní ha despertado el entusiasmo de los palestinos en Cisjordania que la perciben como un viento de aire fresco en medio de una lucha aislada que vienen llevando adelante. Por lo pronto, las muestras de simpatía con la causa palestina en las propias metrópolis imperialistas crecen del mismo modo que en los países árabes, en contraste con sus Estados, en primer lugar Arabia Saudita y Egipto, que mantiene una política cómplice con el sionismo y el imperialismo. Habrá que ver cuál es la represalia que va a tomar el régimen sionista luego de este ataque iraní. La perspectiva de una regionalización del conflicto en Medio Oriente está más cercana y, por lo tanto, de un salto en la desestabilización del orden imperialista, y al calor de ello de las tendencias belicistas y de grandes conmociones políticas, por un lado, y de las tendencias a las rebeliones populares, por el otro.
Milei decidió interrumpir su gira por el exterior y regresar al país para ponerse al frente de un “comité de crisis”. Toda esta sobreactuación del presidente revela que quiere alinear a la Argentina junto a Israel y Estados Unidos en una guerra contra el pueblo palestino y los países de Medio Oriente. En el comunicado de la presidencia de la Nación, emitido horas después de conocida la acción iraní, este propósito se hace explícito. Se argumenta para ello que Israel es la “defensora de los valores de Occidente” en un abierto sostenimiento de la limpieza étnica que el sionismo ha provocado y sigue provocando con, además del desalojo de millones de palestinos de su tierra, un verdadero genocidio. La mención al fallo de la Cámara de Casación, sobre el atentado a la Amia en 1994, que responsabiliza enteramente a Hezbolá por el mismo -rechazando las múltiples pruebas de la “pista local” y el papel de los servicios secretos, incluido el israelí- coloca a nuestro país en el escenario de la guerra, como peón de Israel y el imperialismo.
En este contexto, aumentan los desafíos de los trabajadores y de las organizaciones combativas y de la izquierda. Redoblemos la movilización internacional por la causa palestina y contra la escalada sionista e imperialista.
Pablo Heller
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