Ya los gobernadores y bloques “dialoguistas” tienen en sus compus lo que sería la nueva ley ómnibus, condición del “pacto de mayo”. Y hasta hay fechas tentativas para su tratamiento en abril. Habrá choques y crisis por el paquete fiscal, los impuestos coparticipables o no, las cajas jubilatorias provinciales, los subsidios y exenciones y otros rubros. Se trama no discutir por incisos y solo algunos artículos en particular. En fin, todo está atado con alambre salvo el rumbo del ajustazo, la demoledora licuación de ingresos, los despidos y la recesión fulminante. Pero ha surgido un tema de fuerte “consenso”, la reforma laboral, que hasta podría ser un tema fundamental para hacer pasar otros más polémicos como los enumerados. Para Massot, el expresidente de la bancada del PRO, la reforma laboral “es el único elemento ‘expansivo’ en la política económica de Milei”.
Trasciende que podría sacarse del articulado “reformista” del megaDNU suspendido por la Justicia, la obligación de una autorización expresa del trabajador para habilitar el descuento sindical por recibo de sueldo, como guiño para neutralizar o atenuar la resistencia de la dirigencia sindical peronista, tan celosa de sus cajas. Conviene entonces recordar qué quedaría y si el capítulo sería “más tragable”.
Los artículos 73, 79, 86, 87, 88 y 97 del DNU, en realidad, no dejan títere con cabeza en materia de derechos laborales. Habilitan la eliminación de la indemnización que se reemplaza por un fondo tipo Uocra administrado por la Anses, elimina las multas por trabajo informal, amplía a ocho meses el período de prueba, habilita el banco de horas eliminando virtualmente las horas extras, anula la ultraactividad de los convenios después de su vencimiento hasta nuevo acuerdo (que puede ser nunca), dispone guardias del 75% en las huelgas de sectores declarados “esenciales” y del 80% en actividades declaradas “trascendentales” (educación, transporte, aeronáutica, salud, bancarios, gastronómicos, aduaneros, etc., etc., etc.) que abarcan el 60% de las actividades, prohíbe toda asamblea no autorizada por la patronal que pueda “entorpecer” la producción y criminalizan “acciones de bloqueo, toma de establecimientos, intimidación, amenazas” y otros difusos tipos penales en el marco de una huelga.
Como se aprecia, sea como capítulo de la ley ómnibus, sea como ley aparte, se está discutiendo una contrarreforma antilaboral para borrar cien años de conquistas obreras que limitan la explotación del capital. Estas disposiciones arrasan con la jornada laboral conquistada a principios del siglo pasado, con la indemnización y sus actualizaciones, dejando al empleado a merced de su empleador. Arrasa también con los convenios colectivos al eliminar su vigencia por falta de acuerdo al vencimiento, lo que los deja en manos del sector patronal que así podría ir arrojando directamente a ley general de contrato con solo no aceptar un nuevo convenio colectivo. Agreguemos aquí que Milei, en su discurso del 1°de marzo en el Congreso, hizo eje en el convenio por empresa (a la baja, por supuesto), algo que ya tiene mucho recorrido desde los ’90 en numerosas actividades industriales. Y las actividades “esenciales y trascendentales” anulan el derecho de huelga para la mayoría de las actividades a las que luego podrían ir incorporando otras, recordemos la arbitrariedad en la declaración de esencialidad durante la pandemia por parte del gobierno anterior.
La propaganda derechista que envenena diciendo que habrá puestos de trabajo por eliminar las “regulaciones” que significan derechos conquistados es una mentira venenosa que debería estar siendo puesta a debate por todas las direcciones sindicales, fábrica por fábrica, lugar de trabajo por lugar de trabajo. Lo que perdimos en los ’90, al contrario, llevó a una desocupación del 18% en el año 1998, luego con todos los derechos perdidos fuimos también a una desocupación del 26% con Duhalde en 2002. Son derechos que no recuperamos en la reactivación de principios de siglo con el kirchnerismo y ahora vienen por todo. A Milei le encanta la Argentina agroexportadora de principios del siglo XX, salvo las conquistas obreras y jubilatorias que supimos conseguir con huelgas y sangre obrera en esa época y décadas después.
La contrarreforma antilaboral avanza porque está en la agenda de toda la burguesía, grande, mediana y chica. Por eso la apoyan desde Milei hasta Cristina y por eso la burocracia sindical busca adaptarse, porque priorizan el sistema y su lugar en él al interés de clase. A esta ofensiva la podemos parar solo los trabajadores, desbordando a la burocracia sindical desde todos los costados, para que el movimiento obrero en su conjunto, ocupado y desocupado, sea el gran protagonista de un paro activo y un plan de lucha que culmine en la huelga general. Entremos con esta posición al debate abierto por el paro nacional. No queremos una medida para descomprimir, necesitamos un canal para derrotar el plan Milei.
Néstor Pitrola
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