sábado, mayo 12, 2007

Cuba y el desarme nuclear: un paso trascendental por la paz y el multilateralismo.

Voluntad política y compromiso.
NIDIA DÍAZ

El mundo asiste, casi con las manos atadas, a la inminencia de la segunda guerra de agresión desatada por la Administración de los Estados Unidos en el siglo XXI, en la cual muchos países podrían quedar involucrados con el consiguiente saldo de pérdidas en vidas humanas y materiales.

A pesar de la renuencia de muchos a seguir el redoble de los tambores de la guerra, llegado el momento, Washington sabe que no pocos lo acompañarán en la nueva cruzada contra Iraq, y para lograrlo han desplegado una intensísima campaña diplomática en la que engañosamente aducen que el gobierno de Bagdad será el único objetivo de la contienda.

Consagrados analistas y políticos avezados advierten que Iraq será solo el comienzo. El Planeta todo es lo que está en el colimador de los halcones yankis.

A diferencia de las que la precedieron, en esta feroz contienda no habrá reparto. El botín tendrá un solo dueño: Estados Unidos. Razón suficiente para sumar esfuerzos e impedir a tiempo que lleguen a consumarse los delirios de poder y grandeza de la ultraderecha norteamericana y de los representantes del complejo militar industrial norteamericano.

En estos días, como parte de esos esfuerzos, una carta firmada por 4 000 intelectuales y académicos estadounidenses recorre el mundo, oponiéndose a la decisión de su gobierno de lanzarse a la guerra contra Iraq. El gobierno iraquí, por su parte, aceptó sin condiciones el regreso de los inspectores de la ONU. Gobiernos, incluso de naciones aliadas de Washington, piden que cualquier acción deberá llevarse a cabo bajo el manto de las Naciones Unidas. Todo será poco para contener el vuelo de los halcones yankis.

En esta compleja coyuntura internacional, marcada por la política hegemónica y unilateral de los Estados Unidos, Cuba dio un paso trascendente de compromiso con la promoción y el fortalecimiento del multilateralismo, y a favor de la paz y la seguridad internacionales, al decidir el 14 de septiembre último adherirse al Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) y ratificar el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, más conocido como el Tratado de Tlatelolco.

¿Por qué ahora la adhesión y ratificación, respectivamente, a esos tratados internacionales?

De este modo, podrían preguntarse algunos que han seguido a lo largo de estos 42 años la posición de principios mantenida por la Revolución Cubana frente a textos discriminatorios que validan el derecho de unos pocos al monopolio nuclear, precisamente de aquellos que integran, con poder de veto, el Consejo de Seguridad de la ONU.

Para encontrar la respuesta, habría que ir a la historia y antecedentes de ambos documentos y, sobre todo, al hecho mismo de que Cuba —que no ha desarrollado ni tiene intención de desarrollar jamás armas nucleares—, ha vivido en las últimas décadas bajo la hostilidad de la principal potencia nuclear del mundo.

EL TNP, SUS INSUFICIENCIAS Y ALCANCE

Para nadie constituye un secreto que la victoria sobre el fascismo se alcanzó sobre la pérdida de millones de vidas humanas y la destrucción de la base material y las riquezas culturales de muchos pueblos. Tampoco es desconocido que de ella emergieron dos polos de poder, poseedores ambos del arma atómica, uno de los cuales: Estados Unidos, no vaciló, sin justificación alguna, en emplearla contra las poblaciones indefensas de Hiroshima y Nagasaki demostrando la posibilidad del uso unilateral y arbitrario de un arma con un poder destructor incalculable.

Con tales antecedentes, la presentación en la ONU, entre 1956 y 1957, por parte de la otrora Unión Soviética y los Estados Unidos de las primeras propuestas referidas a la no proliferación de las armas nucleares, fue acogida favorablemente por gran parte de la comunidad internacional, a pesar de que muchos comprendían que esta era una meta insuficiente y que no debía constituir un fin en sí misma frente a la verdadera amenaza que se cernía sobre la humanidad. La inmensa mayoría de los países miembros de las Naciones Unidas estaban conscientes de que el objetivo de promover y lograr el desarme general y completo sería más inalcanzable aún si se producía una proliferación de las armas nucleares.

Países como la India, entonces, preconizarían que la no-proliferación nuclear no debía ser solo de manera horizontal sino vertical. Es decir, se hacía imprescindible que los arsenales existentes no fueran engrosados ni sus armamentos perfeccionados. Sin embargo, las negociaciones no produjeron el resultado esperado. El interés de que los arsenales nucleares existentes no fueran engrosados ni perfeccionados, no fue cubierto.

El contexto de la Guerra Fría propició la adopción de fórmulas de compromiso que lastraron el espíritu del futuro tratado. Las negociaciones se desarrollaron bajo la interferencia que añadieron los planes de la OTAN de crear una fuerza nuclear multilateral o atlántica, con el objetivo de permitir el acceso de la República Federal de Alemania a las armas nucleares e incluso, como algunas fuentes señalaban, promover su entrada al "club" nuclear, a pesar de la oposición pública de la ex URSS, quien consideraba que tal propuesta constituía una clara violación de los principios que refrendaría el futuro tratado.

En una palabra, el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) que se aprobó el 12 de junio de 1968 por la Asamblea General de la ONU bajo la resolución 2373, nació así castrado por los intereses estratégicos de los dos bloques político-militares principales de esa época, para los que las mortíferas armas nucleares eran un instrumento de disuasión entre ellos.

El 5 de marzo de 1970 entró en vigor un tratado internacional de esencia discriminatoria destinado a impedir el acceso de otros a las temibles armas, pero garantizando la existencia de un "Club nuclear" sin que se limitaran sus derechos al perfeccionamiento cuantitativo y cualitativo de este tipo de armamento.

¿CUÁL ES LA LETRA DEL TRATADO?

El TNP consta de un Preámbulo y once artículos. El primero establece el compromiso de los poseedores de no traspaso de armas nucleares o de su control. En el segundo, se establece el compromiso de los no poseedores de no recibir traspaso, ni adquirir de otra forma tales armas y en el tercero, queda estipulado que los no poseedores deben asumir el compromiso de aceptar las salvaguardias del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).

En otros artículos, se estipula el derecho al uso pacífico de la energía nuclear y el acceso sin discriminación de los no poseedores a los beneficios de la aplicación pacífica de las explosiones nucleares, así como la obligación para todos los Estados Partes de negociar medidas de desarme nuclear, entre otros.

Como puede apreciarse, el TNP restringe el derecho de posesión del arma nuclear solo a los cinco miembros del Consejo de Seguridad: Estados Unidos, la entonces Unión Soviética (ahora Rusia), Francia, China y Gran Bretaña, consagrando así el surgimiento de un "club de países poseedores". Algunos de sus integrantes, como en el caso de los Estados Unidos, se han opuesto a llevar a cabo negociaciones multilaterales para lograr un tratado internacional de desarme nuclear.

La inmensa mayoría de los que rubricaron el TNP lo hizo pensando en que con ello no alimentarían el clima de inseguridad internacional y ahuyentarían el peligro de una confrontación nuclear, aceptando el compromiso de no poseer nunca el arma atómica.

Hay que decir que la Crisis de Octubre, conocida mundialmente como la crisis de los misiles, alimentó aquellas percepciones y a partir de 1962 se incrementaron los reclamos a favor de la adopción del TNP.

Cabe a Cuba el mérito de haber participado activamente en el proceso de elaboración del referido Tratado, al mismo tiempo que denunció sistemáticamente sus imperfecciones.

Nuestras objeciones al respecto no estuvieron nunca dictadas por una negativa al principio de no-proliferación nuclear, todo lo contrario, para Cuba, el TNP podría constituir un primer paso hacia el objetivo supremo del desarme nuclear como parte del proceso de desarme general y completo.

Algo debe quedar claro: nuestro país jamás ha sustentado sus planes de defensa en la posesión de armas nucleares ni cualquier otra de exterminio masivo y sus reservas hacia el TNP han tenido que ver con el hecho de que, en esencia, se trata de un tratado selectivo y discriminatorio que ha perpetuado la posesión de tales armas por un reducido grupo de países. La única forma de superar los vicios de origen del TNP es cumpliendo el objetivo de la eliminación total de las armas nucleares.

Por considerar que en estos momentos peligra como nunca antes la paz mundial, ante la existencia de un solo poder hegemónico mundial en posesión del arma nuclear, la Revolución Cubana ha tomado la decisión de adherirse al TNP como una muestra de voluntad política y compromiso con la promoción y consolidación del multilateralismo y como una contribución a la paz y la seguridad internacionales.

¿Y EL TRATADO DE TLATELOLCO?

El Tratado de Tlatelolco tiene como objetivo, al igual que el TNP, la no-proliferación del arma nuclear pero a nivel del hemisferio occidental.

De aquí que en 1962 un grupo de países latinoamericanos dé los primeros pasos en la consecución de una zona desnuclearizada en la región, la que finalmente queda abierta a la firma el 14 de febrero de 1967, entrando en vigor el 24 de abril de 1969.

Hay que decir que el Tratado de Tlatelolco fue el primer tratado internacional que definió las armas nucleares y fue el primero que obligó a las cinco potencias nucleares a respetar el status de desnuclearización de la región, así como impidió utilizar o amenazar con utilizar armas nucleares en contra de las partes contratantes.

El objetivo era evitar que surgiera otra potencia nuclear en la zona.

Si bien Cuba estuvo de acuerdo con la creación de una zona libre de armas nucleares en Latinoamérica, sí cuestionó desde un principio la falta de seguridad y de garantías por parte de Estados Unidos, que no aseguraba la desnuclearización de sus bases navales en Puerto Rico, la zona del Canal de Panamá, otras bases militares enclavadas en el área o que retiraría sus fuerzas de la Base Naval de Guantánamo.

Cuba, garante de su seguridad nacional, no podía subestimar el hecho de que Estados Unidos es la única potencia nuclear de la región y es, asimismo, la potencia que con mayor hostilidad y saña nos ha enfrentado durante más de cuatro décadas, proclamando su decisión de destruir a la Revolución.

Sin embargo, nuestro país nunca se cerró a la firma del Tratado de Tlatelolco y siempre dejó entrever que en algún momento nos incorporaríamos al mismo.

Consecuente con ese principio, y teniendo en cuenta los notables cambios producidos en la región latinoamericana y caribeña a partir de la década de los 80, el 25 de marzo de 1995, Cuba firmó el Tratado de Tlatelolco como una prueba de la vocación latinoamericanista y de solidaridad con los países de la región. La reciente decisión de ratificarlo constituye una contribución importante a los esfuerzos regionales en favor del desarme nuclear, la paz y la seguridad a nivel mundial.

En tiempos en que los heraldos del apocalipsis llaman a la guerra, Cuba hace patente con la decisión de adherirse y ratificar los Tratados de no-proliferación nuclear global y regional, la clara voluntad política de su Gobierno y su compromiso en favor de la eliminación total de las armas nucleares y del desarme general y completo, la paz y el fortalecimiento de los mecanismos multilaterales. El logro de estos objetivos solo será posible bajo la égida de las Naciones Unidas y con el concurso de la comunidad internacional, en igualdad de derechos para todas las naciones, con respeto a su soberanía y libre determinación.

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