ELSON CONCEPCIÓN PÉREZ
Desde 1977 la industria militar norteamericana lo emplea para revestir municiones convencionales (artillería, tanques y aviones), para proteger sus propios tanques, en aviones, en misiles Tomahawk y con otros fines. El inventario de ese material letal almacenado por EE.UU. supera las 720 000 toneladas, en cilindros de 12 toneladas por contenedor
Tres años nos separan de los bombardeos de la aviación norteamericana contra Yugoslavia.
Allí se constató que Estados Unidos utilizó más de 31 000 obuses revestidos con uranio empobrecido, además de unas decenas de miles de municiones y cohetes con igual envoltura, de los que impactaron contra la población civil durante 78 días de agresión.
Aún hoy, el suelo yugoslavo, las aguas de sus ríos —entre ellos el Danubio—, mantienen un alto nivel de contaminación radiactiva, debido al "regalo" sembrado por los que una y otra vez pisotean cualquier disposición o ley internacional que proscriba el uso del uranio con fines militares.
La noticia más actual se publicó esta semana de septiembre en Belgrado: la descontaminación del terreno con uranio empobrecido no ha podido ser terminada, y aunque la OTAN solo reconoció 390 proyectiles tirados, hubo por lo menos mil 500 que contienen uranio solo en los municipios de Bujanovac, Vranje y Presevo. Los proyectiles de uranio no se quedan tranquilos, sino que a través de los años profundizan en la tierra y hacen una vía hacia el agua a más de un metro de la superficie. El presupuesto federal es de 40 millones de dinares para emprender la tarea. Los hechos hablan de que es imposible limpiar por completo las superficies afectadas, por lo que aumenta la amenaza de peligro de contaminación radiactiva y química en el resto de las 55 regiones yugoslavas contaminadas.
Queda claro: Estados Unidos lanzó la agresión, empleó el uranio empobrecido en sus proyectiles, contaminó, infestó las tierras y las aguas, y ahora les toca a los yugoslavos —agredidos, mutilados y condicionados hasta nuestros días— la costosa y difícil tarea de limpiar el veneno que allí dejaron los agresores.
LOS ANTECEDENTES
A medida que se aproximan nuevas agresiones, guerras y bombardeos, la historia del uranio empobrecido debe tenerse presente, como lo está el incalculable daño a la vida, a la naturaleza y a la existencia misma de la Humanidad que ha provocado.
El uranio empobrecido es un residuo obtenido de la producción del combustible destinado a los reactores nucleares y las bombas atómicas.
Desde 1977 la industria militar norteamericana lo emplea para revestir municiones convencionales (artillería, tanques y aviones), para proteger sus propios tanques, en aviones, en misiles Tomahawk y con otros fines.
El inventario de ese material letal almacenado por Estados Unidos supera las 720 000 toneladas, en cilindros de 12 toneladas por contenedor.
Para ahorrar dinero y reciclar sus depósitos, los departamentos de Defensa y de Energía lo ceden gratis a empresas militares nacionales y extranjeras.
LOS EFECTOS INMEDIATOS Y MEDIATOS
Se ha comprobado que la vida media del uranio empobrecido es de 4 500 millones de años.
Un proyectil revestido de uranio, al impactar contra el objetivo provoca que el 70 % de su revestimiento arda y se volatilice en micropartículas tóxicas y radiactivas, las cuales pueden ser ingeridas o inhaladas tras quedar depositadas en el suelo o transportadas a kilómetros de distancia por la acción del aire, la cadena alimentaria o las aguas.
Su riesgo asociado es tanto químico como radiológico. Depositado en los pulmones o los riñones, el uranio empobrecido al degradarse emite radiaciones alfa y beta que provocan la muerte celular y mutaciones genéticas causantes de cáncer, al cabo de los años, en los afectados y sus descendientes.
LOS ENSAYOS CONTRA IRAQ
A tiempo de evitar una nueva guerra contra Iraq, Naciones Unidas y la comunidad internacional deben advertir y prohibir de cualquier forma que Estados Unidos vuelva a los genocidas ensayos del uso del uranio empobrecido para matar y mutilar a personas.
Cuando la llamada Guerra del Golfo, Estados Unidos en sus más de 110 000 ataques aéreos contra la población iraquí, lanzó 940 000 proyectiles con ese material, mientras en la ofensiva terrestre sus tanques M-60, M-1 y M1A1 dispararon otros 4 000 proyectiles también revestidos de uranio.
Se estima que hoy, 12 años después de aquella guerra, en territorio iraquí existen no menos de 300 toneladas métricas de desechos radiactivos que han afectado a más de un cuarto de millón de iraquíes.
Escalofriantes datos revelan los incrementos de las malformaciones congénitas y el cáncer que también se observa entre los soldados norteamericanos y británicos participantes en aquella acción.
Las huellas del uranio empobrecido, desgraciadamente, no terminan ni en Iraq ni en Yugoslavia. Hay pruebas fehacientes de su uso por la Marina norteamericana que usurpa la isla municipio de Vieques, en Puerto Rico. El Ejército norteamericano realiza ejercicios de tiro con obuses con uranio empobrecido en Okinawa, Japón. En Corea del Sur, Estados Unidos ha autorizado su fabricación, transporte y práctica en la pequeña ciudad de Maehyang-ru.
Otros muchos ejemplos sobre el empleo de esta mortífera carga se conocerán algún día, cuando al menos, sepamos la cantidad de metralla revestida con uranio empobrecido que ha empleado la aviación norteamericana en Afganistán.
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