jueves, mayo 03, 2007

El de más bajo perfil de los dos: Friedrich Engels y el marxismo político e internacionalista.


“Con todos los filósofos es precisamente el ‘sistema’ el que perece, por la simple razón de que surge de un deseo eterno del espíritu humano: el deseo de superar todas las contradicciones”

Friedrich Engels

En una carta personal, Karl Marx le dice a su viejo compañero de luchas e ideas, Friedrich Engels, que “siempre seguirá sus huellas”. Es sabido que Marx, por principio estaba en contra de los elogios fáciles o cualquier tipo de demagogia. Hay algo profundo en esta afirmación que proviene de alguien considerado “el más grande pensador del milenio”, de acuerdo con una encuesta llevada a cabo por la BBC a fines del siglo XX. Por lo tanto, la función de Engels en la “dupla” es esencial para la formulación de lo que luego sería llamado “marxismo” y no un complemento, como se cree comunmente (1). Después de todo, fue Engels quien introdujo a Marx al mundo del movimiento obrero (inglés) (2) y a los círculos revolucionarios comunistas (en Europa).
Sin Friedrich Engels, el marxismo no habría existido. Esta aserción se refiere no solamente al valor específico de la llamada “contribución” de Engels para la formulación de la nueva doctrina social del proletariado: sería obviamente ridículo hablar de la “contribución” de Marx al marxismo. El propio Engels relativizó su papel histórico (por ejemplo, en la muy citada frase “en vida de Marx siempre toqué como segundo violín”, incluida en una carta personal a Conrad Schmidt). Pero esto contribuye poco a hacer creer lo contrario al análisis que sitúa a un Engels “mecanicista” contrapuesto a un Marx “dialéctico” (3).
Por sus incursiones en el campo de las relaciones hombre-naturaleza (en Dialéctica de la Naturaleza) o el estudio de los estadios iniciales de la Historia de la sociedad humana (en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado), Engels siempre fue considerado como el formulador de las bases de la antropología materialista (o marxista) cuyos presupuestos se modificarían constantemente, incluso en los debates de biología contemporánea. Con respecto a las ciencias naturales, Engels escribió en “Dialéctica de la Naturaleza” que “las líneas rígidas y rápidas son incompatibles con la teoría de la evolución... El viejo método metafísico no sirve más que para un período de aprendizaje en la visión de la naturaleza donde todas las diferencias convergen en grados intermedios y todos los opuestos se penetran mutuamente a través de conexiones inmediatas. La dialéctica, que no sigue estructuras rígidas y rápidas de validez universal e incondicional... y reconcilia los opuestos, es el único método de pensamiento apropiado en el más alto grado durante este período de formación”.
La realidad era el objetivo del conocimiento: “la naturaleza” no podía quedar fuera del universo en observación. Engels se lanzó a la tarea de desenmascararla a través de sus líneas de pensamiento filosóficos. Si las leyes de la dialéctica son válidas en la naturaleza deben reflejarse en los contenidos de la ciencia. Y para descubrir las leyes de la naturaleza, la utilización de la dialéctica no solamente sería esencial sino también beneficiosa. Pero con anterioridad era necesario demostrar el carácter dialéctico de los sistemas científicos, en sus principios y temas centrales. El gran problema consistía en el conflicto entre filosofía y ciencia, como puntualizaba el mismo Engels.
“Dialéctica de la Naturaleza” comenzó a ser desarrollada a partir de 1873; sin embargo, Engels ya hacía un largo tiempo que estaba embarcado en el estudio de las ciencias naturales. A pesar de que con dedicación continuó escribiendo el libro durante trece años, no pudo completarlo. Sin embargo, recogió muchos datos y escribió muchos capítulos hasta la muerte de Marx en 1883. Luego la responsabilidad de sustituir a su amigo y compañero no le dejó mucho tiempo para concentrarse en su obra: la “Dialéctica de la Naturaleza” se convirtió en el gran libro inacabado del siglo XIX (4). Sus ideas centrales, sin embargo, aparecen en el Anti-Dühring, la obra de Engels que marcó una nueva etapa en el desarrollo del marxismo. De acuerdo con el historiador de las socialdemocracia alemana Gary P. Steenson, “la publicación del Anti-Dühring señala el comienzo de una escuela de pensamiento marxista en la patria del maestro. En el contexto de la historia del marxismo, la importancia de Anti-Dühring demuestra el grado en el cual Engels ligó la obra de Marx a una concepción del mundo, basada en el desarrollo de las ciencias naturales de su época” (5).
Uno de los biólogos contemporáneos más destacados, Stephen Jay Gould, señaló el “resultado brillante” que anticipó “una fuente que sin dudas sorprenderá a la mayoría de los lectores” (6); en su ensayo “El papel del trabajo en la transición del mono al hombre”, publicado en forma póstuma en 1895, Friedrich Engels mencionó tres puntos esenciales en la evolución del ser humano: habla, tiene un cerebro grande y una postura erecta. Argumentaba que el primer paso debe de haber sido descender de los árboles, con la subsiguiente evolución de la postura erecta de nuestros antepasados.
Estos monos, cuando descendieron al nivel del suelo, comenzaron a adquirir el hábito de usar sus manos y adoptar una posición más erecta. Este fue un paso decisivo en la transición del mono al hombre. La postura erecta librea las manos para fabricar herramientas (trabajo, en la terminología de Engels). El desarrollo de la inteligencia, dice, vendría después. En consecuencia, “La mano no es solamente el órgano del trabajo, sino también un producto del trabajo. Solamente mediante el trabajo, por la adaptación a nuevas funciones... y por la aplicación siempre renovada de estas habilidades heredadas en nuevas y cada vez más complicadas operaciones, alcanzó la mano humana ese alto grado de perfección requerida para convertir en realidades las pinturas de un Rafael, las esculturas de un Thorwalden, la música de un Paganini”:
Gould señala que el trabajo de Engels no tenía exactamente una conclusión propia (de por sí) sino que su importancia radica en su análisis político incisivo del motivo por la cual la ciencia occidental está comprometida con la afirmación apriorística de la primacía cerebral. Cuando los seres humanos aprendieron a manejar su propio entorno material, dice Engels, se agregaron otras habilidades a las primitivas de caza y agricultura: tejido, cerámica navegación, artes y ciencias, ley y política y finalmente, “la reflexión fantástica de las cuestiones humanas en la mente humana: la religión”. Cuando se acumuló riqueza, pequeños grupos de hombres alcanzaron poder y obligaron a otros hombres a trabajar para ellos. El trabajo, la fuente de toda riqueza y la fuerza motriz de la evolución humana, asumió un status devaluado al trabajar para los poderosos. A partir del momento en que los poderosos comenzaron a controlar la voluntad de los demás, las funciones del cerebro parecían hacer lo mismo. La filosofía profesional prosiguió con la creación de un ideal inmaculado de libertad. Los filósofos se retiraron a un patrocinio estatal-religioso.
Incluso si Platón no hubiese trabajado en forma consciente para el fortalecimiento de la clase gobernante con una filosofía supuestamente abstracta, su propia clase dio nacimiento a un énfasis en que la Idea era lo primario, lo dominante y en particular, más importante que el Trabajo.
La tradición idealista dominó la filosofía hasta los días de Darwin. Y su influencia estaba tan profundamente enraizada y era tan persuasiva que incluso los científicos materialistas como Darwin, caían bajo su influjo. Se debe reconocer el prejuicio para poder rectificarlo. La primacía del cerebro parecía tan obvia y natural que se aceptaba como dada antes de ser reconocida como un prejuicio social profundamente extendido relativo a la posición de los pensadores y sus patrones.
Engels escribió en el texto citado: “Todo el mérito por el veloz avance de la civilización fue atribuido a la mente, el desarrollo y la actividad del cerebro. Los hombres se acostumbraron a explicar sus actos por sus pensamientos, en lugar de buscar la explicación en sus necesidades... Y de esa forma con el transcurso del tiempo fue surgiendo esta concepción idealística del mundo, la cual especialmente luego de la caída del mundo antiguo, dominó la mente humana. Este pensamiento tuvo tanta influencia que hasta los más materialistas entre los científicos de la escuela darwinista fueron incapaces de formarse una idea clara acerca del origen del hombre, porque bajo esta influencia ideológica no reconocían el papel jugado por el trabajo”. El énfasis en una definición antropológica del hombre a partir del trabajo, marca su carácter humano concreto, su desarrollo histórico y no debe ser confundido con una caracterización genérica y abstracta del trabajo, que lo define como una “forma de actividad” cuya esencia sería la búsqueda de un resultado en el menor tiempo posible.
Más decidido intelectualmente fue Engels, primer autor de la “Crítica de la Economía Política”, en 1843, un clásico que Marx caracterizó como “brillante”. Fue Engels entonces quien guió a Marx hacia el camino de la Economía, escribiendo la secuencia de la obra maestra de Marx comenzada como una crítica sucesivamente de la filosofía, la religión y la política (del Estado) que daría lugar a la mágnum opus del pensador alemán (El Capital). Sin poseer la formación teórica y académica de Marx (quien era doctor en Filosofía, mientras que Engels no había frecuentado ninguna universidad, poseyendo la cualidad que hoy en día se llama “de oyente”), Engels tenía una visión de la realidad de su tiempo espontánea, abarcativa y profunda, lo que le evitó a Marx buscar seguir otros caminos o probablemente demorarse en la elección del camino que finalmente lo llevó a la construcción de la obra político-intelectual más influyente de la contemporaneidad.
En el año clave de 1844, cuando se produjo la revuelta de los canutos (trabajadores de la seda) de Lyon, bajo la bandera de “vivir trabajado o morir combatiendo”, Engels que vivía en la Inglaterra industrial escribió “La situación del la clase obrera en Inglaterra”, mientras Marx escribió sus “Manuscritos Económico-Filosóficos”, donde la cuestión básica y más importante no era la relación entre el trabajador y los medios de producción, sino entre el trabajador y su producto (la “alienación” una categoría hegeliana, formulada desde el punto de vista materialista por Marx como la pauperización material y antropológica del ser humano).
Era correcta, por lo tanto la afirmación de Gareth Stedman Jones de que “Engels hizo los primeros señalamientos del tipo de conflictos de clase generados por la industria moderna”. Al hacerlo, Engels rompió con la base político-filosófica que había sostenido hasta entonces, el “comunismo filosófico” de Moses Hess, para quien el comunismo sería el resultado de la victoria de los principios comunitarios y de unidad sobre el egoísmo y la fragmentación. Para Hess, el comunismo no era el producto de la lucha de clases, con su futuro inserto en el destino de una clase determinada (en 1843, todavía influenciado por las ideas de Hess, Engels se rehusó a adherirse a la “Federación de los Justos”, a pesar de haber sido invitado por sus organizadores alemanes, Bauer, Schapper y Moll).1844 debería ser considerado como el año más importante para el marxismo ya que no solamente se lo señala como el de la ruptura de Marx con Feuerbach, sino también la de Engels con Hess.
Engels notó que, paralelamente a las grandes construcciones de los sistemas sociales en boga en la Europa de mediados del siglo XIX, se desarrolló otra tendencia directamente ligada a los movimientos sociales. Era la tendencia radical de las revoluciones democráticas, conocidas por sus propuestas igualitarias. A estas propuestas se les fue gradualmente asignando el término “comunismo”. Karl Marx vería en esta tendencia al “partido comunista realmente en acción”.
Engels rastreó los orígenes de esta tendencia en los grandes levantamientos contra la aristocracia, “la tendencia de los Anabaptistas y Thomas Münzer, en la época de la Reforma y la lucha de los campesinos en Alemania, los levellers en la gran revolución inglesa, y Babeuf en la gran Revolución Francesa. Y a su turno, esos levantamientos revolucionarios de una clase incipiente fueron acompañados por sus expresiones teóricas correspondientes: en los siglos XVI y XVII surgen las descripciones utópicas de un régimen ideal de sociedad, en el siglo XVII teorías ya declaradamente comunistas, como las de Morelly y Mably. La reivindicación de igualdad no se limitaba a los derechos políticos, también se extendía a las condiciones sociales de vida de cada individuo. Su objetivo no era solamente abolir los privilegios de ciertas clases, sino abolir la diferencia de clases en sí misma”.
Engels juega un papel decisivo y central en la ruptura provocada por la cuestión de la lucha de clases dentro de la “izquierda hegeliana” (a la cual pertenecían Marx y Engels). En ese sentido, como recuerda Gareth Sedman Jones, “(Engels) suministró los componentes básicos que destacaban la insuficiencia de la teoría anterior: las que constituían una gran parte de las proposiciones hacia las cuales se volcaba la nueva teoría (debido a) su capacidad de transmitir los elementos teóricos y prácticos desarrollados en el corazón del movimiento obrero, de forma tal de volverlos parte intrínseca de la estructura de la nueva teoría”. Pero esto tuvo una consecuencia decisiva para la “nueva teoría”, la del desplazamiento de su eje hacia la anatomía de la sociedad burguesa, contenida en la economía política. “Fue el primero en la izquierda filosófica alemana en desplazar el debate sobre la economía política, dilucidando las conexiones entre la propiedad privada, la economía política y las condiciones sociales modernas en el proceso de transición al comunismo” (7).
Antes de comenzar una colaboración sistemática con Marx, Engels ya había comenzado a moverse en la dirección que sería el núcleo del sistema marxista: el materialismo dialéctico, o la “inversión” de la dialéctica hegeliana, liberada de su naturaleza conservadora e idealista.
Ya en 1841 (Engels nació en 1820) se había integrado en Berlín a “los jóvenes hegelianos” rompiendo con la Joven Alemania. Engels no se mostró acrítico acerca de la defensa de Hegel contra la postura filosófica reaccionaria de Shelling, el profesor universitario encargado por el gobierno prusiano de atacar la dialéctica hegeliana (y por lo tanto combatido por los “jóvenes hegelianos” o “izquierda hegeliana”, como se los llamó retrospectivamente). En un artículo titulado “Schelling y Hegel”, Engels trató de señalar la debilidad de la dialéctica hegeliana: “los principios se asientan siempre sobre la independencia y el libre-pensamiento, mientras que las conclusiones sin duda son frecuentemente tímidas e incluso conservadoras... solamente es verdadera la libertad que, en sí misma, contiene la necesidad” (8). Ya se estaban esbozando los principios de una dialéctica materialista y revolucionaria.
Es perfectamente posible entonces afirmar que “sería posible, sin ser extremadamente paradójico sustentar que Engels tenía iguales derechos que Marx a dar su propio nombre a la teoría que ambos construyeron en conjunto... De los dos amigos, Engels fue el primero en varios caminos, en su aproximación a Feuerbach, en su crítica a la economía política, en su crítica a la religión, en su análisis de las clases, en su conocimiento de los mecanismos internos del capitalismo o en sus conocimientos de las ciencias exactas y naturales” (9). El propio Marx reconoce, como se ha citado anteriormente, en una carta escrita a Engels el 4 de julio de 1864: “Usted sabe que: 1) todo se me ocurre tarde; 2) siempre sigo sus pasos”.
Hasta el inicio de su colaboración orgánica en 1845, y a pesar de la frialdad de su primer encuentro en 1842, Marx y Engels habían trabajado en direcciones paralelas, que eran similares en sus objetivos. Marx ya había comenzado a criticar no solamente la dialéctica hegeliana, sino también el feuerbachianismo (base filosófica de la “izquierda hegeliana”), una crítica que se ve en una frase de ese período: “El hombre no fue creado para las sutilizas filosóficas, sino para la acción”.
Por su lado, Engels exploró inicialmente su filosofía de acción siguiendo los pasos de Moses Hess. Esto “lo convenció” que la filosofía alemana estaba lista para renunciar y venerar a la razón en un pedestal solitario. En su intento de crear una filosofía de acción, encontró que era necesario asimilar el espíritu de Spinoza con el de Saint-Simon. En el mismo momento en que Feuerbach estaba enfrentando a los jóvenes hegelianos con el problema de la especie humana, Hess ponía en contacto al ala izquierda del movimiento con la sociología francesa”. En una carta escrita en noviembre de 1843 Engels reconoce a Moses Hess el haber introducido el comunismo en la izquierda hegeliana. Esto es así porque “si bien la influencia de Feuerbach fue revolucionaria en el campo de la filosofía alemana, él fue incapaz de percibir la necesidad del problema de la acción o su naturaleza. Donde él falló, Hess cubrió la brecha”. Culpaba a la filosofía hegeliana de evitar la tarea de deducir el futuro desde el pasado y el presente, de evitar proceder a influenciar su naciente etapa. Esta es una idea típicamente sansimoniana, que más tarde se convertirá en piedra fundacional del sistema de Marx y Engels”.
Al mismo tiempo que asimilaba estas ideas, Engels comenzó a superarlas mediante la observación de la lucha social y política en Inglaterra donde se había establecido para trabajar en una sucursal de la firma comercial de su familia. “Fue necesario reconocer que, en Inglaterra, el progreso dependía, no de un choque de principios sino de un choque de intereses”. En “La situación de la clase trabajadora en Inglaterra”, escrita en 1844, ya había germinado la idea básica del materialismo histórico si bien “este caso particular aún no se había transformado en una filosofía de la historia” (10).
Fue Engels quien insistió en los mecanismos histórico-económicos que se encontraban en la base del surgimiento de la modernidad capitalista: “el descubrimiento de América se debió a la sed de oro, que anteriormente había impulsado a los portugueses a recorrer Africa, pues el gigantesco desarrollo de la industria europea en los siglos XIV y XV, así como el correspondiente desarrollo del comercio, reclamaban más medios de cambio de los que podía suministrar Alemania, la gran productora de planta entre 1450 y 1550” (11).
Y no es una paradoja que fuera el propio Engels quien en el final de su trayectoria alertara acerca del peligro de un análisis económico-reduccionista de la historia y de las limitaciones del propio “método científico” que formulara junto a Marx. En un texto escrito poco antes de su muerte, Engels reconocía que “en la historia contemporánea nos veremos forzados muy a menudo a considerar este factor, el más decisivo, como un factor constante. Nos veremos forzados a considerar la situación económica en la cual nos encontrábamos en el inicio del período en cuestión, como válida para todo el período y como invariable, o a no considerar más que aquellos cambios operados en esta situación que aparezcan como obvios y claros. Por lo tanto, el método materialista tenderá aquí con mucha frecuencia a limitarse por la reducción de los conflictos políticos a conflictos de intereses de las clases sociales y fracciones de las clases existentes, determinados por el desarrollo económico y a demostrar que los partidos políticos son más o menos la expresión política de esas clases y fracciones de clases”.
Y concluye: “Demás está decir que esta subestimación de los cambios operados simultáneamente en la situación económica, verdadera base de todos los acontecimientos que se analizan, tiene que ser necesariamente fuente de errores” (12).
En una carta anterior a Bloch del 21 de septiembre de 1890, Engels ya había advertido contra cualquier uso simplista y reduccionista del materialismo histórico: “según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado más que esto. Por lo tanto, si alguien tergiversa este concepto diciendo que el factor económico es el único determinante, transformará esta tesis en una frase absurda, abstracta, sin sentido”.
Existe una interacción entre esta base económica y la superestructura ideológica y política. El factor económico es preeminente en esta interacción. “Existe un mutuo intercambio de acciones y reacciones dentro de estos factores en el cual, en medio de un sinfín de causalidades (es decir, de cosas y eventos cuya conexión interna es tan remota y tan difícil de probar que podemos considerarla como inexistente y no tomarlo en cuenta), finalmente el movimiento económico siempre acaba imponiéndose como necesario. Por el otro lado, sería más fácil aplicar esta teoría a cualquier período histórico que resolver una simple ecuación de primer grado”.
Engels había revelado así los diferentes elementos del concepto materialista de la historia y grosso modo, las relaciones existentes entre ellos. Bo Gustafson sintetizó en cinco puntos el análisis de Engels sobre las relaciones base-estructura en el proceso histórico, análisis más complejo que el que se encuentra en los fragmentos de Marx al respecto:
1. “Que los distintos elementos de la superestructura –Estado, derecho, ideologías– se han desarrollado a partir del desarrollo de la base económica, a partir de ésta y simultáneamente, junto con ella.
2. “Que la superestructura depende de la base: en el largo plazo ésta determina el desarrollo de aquella”.
3. “Que a pesar de su dependencia con respecto a la base, la superestructura posee una autonomía relativa, condicionada, porque se desarrolla desde la base, pero es única y crea sus propias estructuras características que obedecen a leyes específicas.
4. “Que la base y la superestructura se deberán influir mutuamente porque, por un lado, se encuentran en una dependencia recíproca y por el otro poseen, no obstante cierta independencia, la una en relación con la otra.
5. “Que la autonomía relativa de la superestructura puede ser tan grande, bajo ciertas condiciones, que puede transformase temporariamente o parcialmente en el factor primario y determinante de todo el desarrollo” (13).
La revolución proletaria, a su vez, no fue concebida en el “Manifiesto Comunista” de Marx y Engels (principalmente por Marx (14) si bien Engels lo precediera, aquí también en sus “Principios del Comunismo”) sin la mediación de la política. Este factor es sorprendentemente ignorado en algunos análisis del texto (confusión que se origina debido a la simplificación de su título: el texto se publicó originalmente como “Manifiesto del Partido Comunista”). El “Manifiesto” se publicó cuando estallaban las revoluciones de 1848 y es importante leerlo en forma conjunta con el balance que Marx hizo durante el período revolucionario en los artículos periodísticos de “La Nueva Gazeta del Rin” y, especialmente en “La lucha de clases en Francia (1848-1850), donde se especifican diversos conceptos políticos a la luz de la experiencia histórica. Se explicitan allí críticas al proudhonismo, el socialismo reformista (o “socialismo republicano”) y especialmente a la democracia revolucionaria, las cuales llevaron a Marx a elaborar el concepto de “dictadura del proletariado” como una mediación política entre el capitalismo y la consolidación de la sociedad socialista.
Marx y Engels concibieron en forma conjunta los fundamentos básicos de la teoría marxista en el período inmediatamente previo a las revoluciones de 1848. El período de ruptura con el grupo filosófico de los “jóvenes hegelianos”, con Feuerbach y con el “comunismo filosófico” de Moses Hess, y los encuentros con las organizaciones del proletariado revolucionario culminó en el Manifiesto Comunista, publicado en 1848, donde se propugnaba el objetivo del “levantamiento del proletariado contra la clase dominante”. Simultáneamente fue el punto de ruptura con la noción previa de socialismo filosófico y filantrópico (socialismo utópico) y el punto de partida para una nueva organización política de la clase obrera, luego llamada “Liga de los Comunistas” en sustitución de la “Federación de los Justos”. Luego de la derrota de la revolución, el impulso de Marx y Engels desplegado en obras tales como “La lucha de clases en Francia” (1848-1850) y “El 18 Brumario de Louis Bonaparte” encontró su mejor expresión, sintética y política, en la “Circular a la Liga de los Comunistas de 1850”.
En la Circular, vemos un cambio en el punto de vista de Marx y Engels Luego de haber experimentado la gran revolución europea de 1848 (15), Marx llama a desconfiar de “los demócratas pequeño-burgueses” quienes, en una futura (y próxima) revolución, querrán detenerla en su período inicial cuando sus estrechos intereses de clase fueran satisfechos. Por consiguiente, Marx propuso la fórmula de “revolución en permanencia” ([o “permanente”, una fórmula también expresada en “La lucha de clases en Francia (1848-1850)”]. En una carta a Engels, Marx caracteriza la Circular como “un plan de guerra contra la democracia” (entendiendo como se entendía en la política contemporánea, con su correspondiente base de clase pequeño burguesa).
Más de cuatro décadas más tarde, Engels afirmaría que el error de la Circular fue que ésta asumía que el capitalismo todavía contenía importantes posibilidades de un amplio desarrollo de las fuerzas productivas, pero no de método. En su prefacio de 1893 a la edición italiana del Manifiesto, Engels reafirmó la imposibilidad de una revolución burguesa y del carácter proletario de 1848: “La revolución fue por completo obra de la clase obrera, fue la que construyó las barricadas y pagó con sus vidas. Solamente los trabajadores de París tenían la intención bien definida de que, derribando al gobierno, derribaban el régimen burgués. Pero si bien tenían amplia consciencia del fatal antagonismo que existía entre su propia clase y la burguesía, todavía ni el progreso económico del país ni el desarrollo intelectual de la masa de trabajadores franceses había llegado a un grado tal en el cual hubiera sido posible una reconstrucción social. En el análisis final, sin embargo, los frutos de la revolución fueron recogidos por la clase capitalista. En otros países, en Italia, Alemania, Austria, los obreros, desde el principio, no hicieron más que llevar a la burguesía al poder (16)
El texto de Engels Revolución y Contrarrevolución en Alemania (17), por su fuerza y riqueza, por su análisis de la estructura y la coyuntura de las clases sociales y de la economía, de los partidos y de las fuerzas en lucha, se eleva al mismo nivel del Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte de Marx (18). En el párrafo de cierre del texto, Engels se refiere a la disolución de la inoperante Asamblea Nacional del Parlamento Alemán: “Su convocatoria ha sido la primera prueba que una revolución ha efectivamente tenido lugar en Alemania... Elegida bajo la influencia de la clase capitalista por una población rural desmembrada y dispersa –en su inmensa mayoría haciendo frente a los problemas provenientes del silencio feudal– este Parlamento sirvió para introducir en la arena política, a través de una única organización, a todos los grandes nombres populares de 1820-1848, para después arruinarlos totalmente. Todas las celebridades del liberalismo de la clase media estaban ahí reunidas; la burguesía esperaba milagros; pero sólo brindó vergüenza para ella y para sus representantes... El liberalismo político, el régimen de la burguesía, tanto bajo una forma de gobierno monárquico o republicano, nunca fue posible en Alemania”.
En el prefacio que escribió para la edición de 1874 de su libro sobre la guerra de los campesinos en Alemania, Engels afirmaba que “el desastre de la burguesía alemana consiste en que, siguiendo una costumbre favorita alemana, llegó demasiado tarde. Así fue el peculiar destino de la revolución burguesa en Prusia, que comenzó en 1808-1813, que continuó en 1848 y terminó al final del siglo en la forma agradable del bonapartismo.
Y si todo marcha bien, si el mundo permanece quieto y tranquilo, y nosotros envejecemos lo suficiente, podremos quizá todavía vivir para ver –quizás en 1900– al gobierno prusiano liquidando todas las instituciones feudales y Prusia alcanzando finalmente la situación en que se encontraba Francia en 1792...” (19).
Engels declaraba que en 1848, como al comienzo del siglo XVI, con Lutero, Alemania sola consiguió igualarse a Europa, y hasta incluso colocarse a la delantera en el plano de la razón y del pensamiento religioso y científico. Engels vio, lúcida y correctamente, que el proceso de la modernización de Prusia que se inició en 1808-13 como respuesta a la invasión napoleónica. Se profundiza a partir de 1848, como respuesta a la revolución de ese año, culmina en la unificación de 1870. Y, en esos tres momentos, la transformación de la maquinaria del Estado se hizo “por arriba”. No sucedió así para la revolución.
Engels presentó un resumen de la revolución de 1848, demostrando que a pesar de haber sido una revolución burguesa fracasada, “la burguesía había obtenido una parte modesta de poder político, pero cada éxito político fue explotado con la perspectiva de un desarrollo industrial” (20). Luego demostró como Alemania comenzó, a pesar de todo, su transformación capitalista.
Mientras estudiaba el problema de la unificación del país, la cual era exigida por ese mismo desarrollo capitalista, Engels se preguntaba: ¿Cómo unir las fuerzas de toda la nación? Se podían visualizar tres caminos después de los intentos frustrados de 1948 –las nubes a menudo se disipan tras la neblina”. Después de considerar las dos primeras, “como la abiertamente revolucionaria” (tal como la unificación italiana, que Engels, vagamente consideraba que había sido “alcanzada de esta forma”) y la “unificación bajo el auspicio de Austria”, se dedica a la tercera, “la unificación bajo el auspicio de Prusia”. Engels afirmó que con esta última, la cual efectivamente se verificó, nosotros descendemos “del dominio de la especulación hacia un terreno mucho más sólido y hasta más sórdido, el de la de una puesta en práctica política realista”.
Al examinar el proceso histórico real de unificación alemana, Engels afirmó que “Bismarck cumplió el deseo de la burguesía alemana... contra su voluntad. La burguesía alemana continuó con su famosa contradicción: por un lado, exigía el poder político para ella sola... Por el otro, reclamaban la transformación revolucionaria de las estructuras de Alemania -lo cual sólo era posible con el recurso de la violencia, y bajo una verdadera dictadura. Sin embargo, desde 1848, la burguesía, demostró en todos los momentos decisivos, que no tiene ni una pizca de la energía necesaria para cumplir ni con una o dos de estas tareas. En las condiciones de Alemania de 1871, Bismarck había sido efectivamente votado para conducir una política ambigua entre las diferentes clases... La única cosa que importaba era saber el objetivo de esa política. Si independientemente de su naturaleza esta política podía estar dirigida conciente y resueltamente hacia el reino final de la burguesía, podría estar en armonía con la evolución histórica –hasta el punto, evidentemente, que ésta fuera compatible con la existencia de los ricos. Si la conservación del viejo estado prusiano y la gradual prusificación de Alemania era el objetivo de esta política, ésta era reaccionaria y acabaría por fracasar”. Es suficiente mencionar la ruta seguida por Alemania hasta su derrota en la Primera Guerra Mundial, para comprender como la historia le hizo justicia al razonamiento de Engels (21).
Las divergencias políticas e ideológicas al interior del proletariado (que justificaron e hicieron necesaria la organización de los comunistas en un partido político diferenciado) no fueron un proceso puramente ideológico, pero fueron la consecuencia, directa o indirecta, de las presiones constantes y de los cambios que experimentaba el propio proletariado. Esas divergencias tenían por lo tanto una raíz social. Cualquier controversia “marxista” que no pudiera ser desenmascarada, sería incompleta o “idealista”, por considerar estas ideas, desvinculadas de su base material, o sea, de su base social o de clase.
Este fue exactamente el método de Marx y Engels en la tercera parte del Manifiesto Comunista, dedicado a la crítica de la “literatura socialista y comunista existente”. “La constitución de la clase proletaria”, y su consecuencia, “la conquista del poder político”, serían la conclusión de una lucha de ideas en las que éstas expresaban los procesos sociales objetivos. Luego los acelerarían.
El otro aspecto a ser tomado en cuenta es la madurez de las condiciones objetivas de la revolución proletaria. El Manifiesto se refiere a ellas como responsables (por su ausencia) del fracaso de “el socialismo y del comunismo critico-utópico”... “No necesariamente fracasaron debido al estado embrionario del propio proletariado, sino debido a la ausencia de condiciones materiales de su emancipación, condiciones que sólo pueden germinar en un período burgués”.
Una gran parte de este trabajo de Marx y Engels puede ser visto como una investigación acerca de la madurez de esas “condiciones materiales”, de los factores acelerantes o retardantes, o incluso, del desarrollo de los antagonismos de clase en los países capitalistas, y de la expansión mundial de los nuevos medios de producción.
Como recuerda Denise Arenas (22), Marx y Engels habían elaborado la teoría de la revolución proletaria en un período “intermedio”, o sea, en el momento en que el desarrollo de las fuerzas productivas y el grado de radicalización de la oposición de las clases burguesas y proletarias no permitían más que una revolución burguesa. Todavía éstas no podrían dar a luz la revolución proletaria.
Marx y Engels eran totalmente concientes de esta situación, y explicaron la razón del conservadorismo de la burguesía alemana en 1848, que buscó asociarse por todos los medios con la nobleza feudal para protegerse a sí misma de la amenaza proletaria en la revolución nacional burguesa. Sin embargo, debió pasar mucho tiempo antes que Trotsky pudiese sacar de esta oposición dialéctica de no más y todavía nada, las debidas implicaciones teóricas concebidas por Engels en la última etapa de su vida.
Fue tan enorme la influencia ejercida por Engels, personalmente y a través de sus textos, en la dirección de los partidos obreros que formaron la Segunda Internacional, que diversos autores posteriormente lo hicieron responsable de haber sembrado la semilla de su degeneración reformista.
Los dirigentes de la socialdemocracia alemana llegaron a un punto extremo. Ellos se refirieron a los textos de Engels en apoyo a Alemania a comienzos de la guerra franco-prusiana de 1870, para justificar su apoyo a los requerimientos del Kaiser en las vísperas de la guerra de 1914-1918. Esto llevó a la bancarrota a la social democracia y a la Segunda Internacional. No solamente pasaron por alto el apoyo dado por Engels a Francia a partir del surgimiento de la Comuna de París, sino que también llegaron al colmo de destruir un plan militar encontrado entre los papeles personales dejados por Engels, que él había elaborado con el objeto de defender a París contra el inminente ataque del ejército prusiano de Bismarck.
Toda esta operación supuestamente destinada a hacer de Engels un “padre del reformismo”, estaba basada en una omisión, mutilación o destrucción de textos similar a la emprendida posteriormente por el stalinismo con relación a la Revolución de Octubre, y buscando satisfacer las mismas necesidades: preservar los intereses de la burocracia.
Esto es paradójico, no sólo por el conocido hecho de haber sido Engels quien más insistió en el carácter de clase de todo Estado (“incluso en las más democráticos”), sino que fue quien primero llegó a la siguiente conclusión antes que Marx e independientemente de él: “mientras que Marx afirmaba la subordinación del Estado a la sociedad civil (en su Crítica a la Filosofía del Derecha de Hegel, OC) Engels elabora, no sólo en una forma teórica generalizada una propuesta igualmente importante: el carácter de clase del Estado” (23).
La imagen de un Engels, partidario de una transición pacífica al socialismo, a través del sufragio universal, fue presentada por la socialdemocracia alemana. Según Francisco Weffort, caracterizar a las “democracias modernas” como burguesas sería producto de “leer a Marx, no de comprenderlo bien”. También dijo, incorrectamente, que “la idea de la democracia como una forma, por excelencia, de la dominación burguesa... mucha gente preferiría olvidar que eso era verdad en la Europa del joven Marx, y que va dejando de serlo para la Europa de Engels. Quien tenga dudas, puede leer el célebre prefacio de Engels a la obra de Marx acerca de La lucha de clases en Francia” (24).
Lo mismo puede decirse acerca de la Introducción de Engels (1895) a la citada obra de Marx, publicada por los socialdemócratas alemanes con mutilaciones. Se presenta a Engels como partidario de una vía no revolucionaria y parlamentaria de transición al socialismo. Engels protestó contra esto durante su vida y exigió que su obra fuera publicada entera sin cortes.
Para constatarlo, uno puede observar que en este prefacio Engels elogia el uso inteligente del sufragio universal por parte del partido de los trabajadores alemanes, lo cual “aumenta la seguridad de la victoria de los trabajadores por un crecimiento regularmente verificado y extremadamente rápido del número de votos... lo cual nos provee de un criterio superior a cualquier otro para evaluar el alcance de nuestra actuación”, esto permite al partido de los trabajadores llevar su propaganda a todas las capas de la sociedad y le ofrece una tribuna de alcance nacional e internacional, etc. Pero nada en el sufragio universal ha cambiado la naturaleza social del Estado y del régimen político (los fundamentos sociales burgueses del régimen, o más bien, la raíz de la estructura de clase del Estado), una situación que sería equivalente a una revolución social. Por el contrario, el sufragio universal ha demostrado que “si el dominio político de la burguesía se organiza en instituciones del Estado, todavía ofrece nuevas posibilidades de utilización que permiten a la clase obrera combatirlas”. Así parece, Engels no sólo creía que las instituciones del Estado (una de las cuales es el parlamento) continuaba organizando el dominio político de la burguesía, sino que el proletariado debía combatirlas (todas) usándolas cuando fuera posible.
Engels llamaba a la república democrática burguesa “una forma lógica del dominio burgués” (25). “Lógica” aquí no es sinónimo de normal: el libre comercio entre países es la forma lógica de circulación de mercaderías, lo que no impide que las crisis propias del capitalismo desaten el proteccionismo. “La república democrática, la forma más desarrollada entre las formas del Estado, que aparece como una necesidad inevitable en las modernas condiciones sociales, no reconoce oficialmente las diferencias entre los que tienen y los que no tienen. En ella la riqueza ejerce su poder de modo indirecto, con seguridad. Por un lado, bajo la forma directa de la corrupción de los funcionarios de Estado –en América podemos encontrar un clásico ejemplo de esto–; por otro lado, bajo la forma de una alianza entre el gobierno y la Bolsa”.
La lógica económica del capital coincide con su política óptima, pero “la república democrática no es esencial para la unión fraterna entre el gobierno y la Bolsa”. En la república “es directamente a través del sufragio universal que los ricos dominan. Mientras que la clase oprimida –el proletariado– no está madura para promover su propia emancipación, la mayoría de sus miembros considera que el orden social existente es el único posible. Políticamente ellos forman su propio sector de extrema izquierda como furgón de cola de la clase capitalista”.
En la Comuna de París de 1871, el proletariado a la cabeza de las masas populares, no se limitó a diluirse en el Estado existente, lo destruyó, oponiendo a él una nueva organización democrática de la sociedad. En la medida que continuaba siendo un Estado, la comuna no dejaba de ser una dictadura de clase, pero por primera vez, fue una dictadura de la mayoría sobre la minoría (de los explotadores). De ahí la conclusión de Engels: “Miren a la Comuna de París: ¡aquí encontrarán la dictadura del proletariado!” (26). La naturaleza social inherente de esta dictadura –ser la primera en la historia de la sociedad de clases, una dictadura de la mayoría a favor de la mayoría– la condujo a abolirla, suprimiendo todos los antagonismos de clase, y en ese proceso, al mismo Estado”. “La Comuna ya no era un Estado en el sentido propio de la palabra” (27). Como las funciones del Estado eran absorbidas por la sociedad, el poder público “perdía su carácter político”.
En El Capital, Marx vio un elemento conflictivo en la caída de la tasa de ganancia durante el desarrollo del comercio exterior. En forma similar en el comercio (y en la emigración) con Rusia y América, él y Engels vieron un factor de moderación del antagonismo de clase representativos de la Europa capitalista: “Ambos países proveían a Europa de materias primas, siendo al mismo tiempo un mercado para la venta de sus productos industriales. Por lo tanto, de una manera u otra eran los pilares del orden vigente en Europa”.
La expansión mundial del capital, a su vez, tenía un efecto fatal sobre el intercambio comercial entre el lugar de nacimiento histórico del capitalismo y las regiones periféricas como factor de la estabilidad de Europa, así como sobre la posibilidad de que Rusia y América jugasen un rol en la política internacional. Tres décadas y media después del Manifiesto, Marx y Engels escribían en el prefacio de la primera edición rusa (de 1882): “¡Que diferencia hoy! Fue justamente la inmigración europea la que posibilitó a América del Norte una producción agrícola en proporciones gigantescas, cuya competencia está haciendo temblar las bases de la propiedad rural europea –grande y pequeña”.
Al mismo tiempo, permite a los Estados Unidos explotar sus inmensos recursos industriales, con una energía y a una escala que, en breve, arruinarán el monopolio industrial de Europa, en especial de Inglaterra. Ambas circunstancias repercuten de manera revolucionaria en América del Norte misma. Poco a poco, la pequeña y mediana propiedad rural, la base del régimen político en su totalidad, sucumbe frente a la competencia de las haciendas gigantescas; al mismo tiempo, se desarrolla por primera vez en las regiones industriales, un proletariado numeroso y una fabulosa concentración de capitales. ¿Y en Rusia? Durante la revolución de 1848-49, no sólo los príncipes de Europa, sino la misma burguesía europea veían en la intervención rusa la única manera de salvación frente al proletariado, que recién despertaba. El Zar fue proclamado jefe de la reacción europea. Hoy, él es, en Gatchina, un prisionero de guerra de la revolución y Rusia forma la vanguardia de la acción revolucionaria en Europa”.
A través de toda su vida, su observación general de los problemas contemporáneos llevó a Engels a formular, más claramente que Marx, los problemas políticos internacionales derivados de la expansión del capital. Así como el intercambio comercial con las regiones periféricas había sido en el siglo XIX un pilar del orden europeo, los superbeneficios monopolistas cumplirían en el siglo XX, un papel semejante al permitir a la burguesía de los países imperialistas la elevación artificial del nivel de vida en un sector de la clase obrera de las ciudades (la “aristocracia obrera”), poniendo un obstáculo al desarrollo revolucionario.
Aquí también Engels se dio cuenta del embrionario fenómeno. Esto se revela en una carta de Engels a Marx en la última parte de su vida: “El proletariado inglés se está volviendo cada vez más burgués, de modo que pareciera, esta nación es más burguesa que las demás, y tiende a ser en última instancia, tanto una aristocracia obrera, como una burguesía. Ciertamente, hasta cierto punto esto explica el caso de una nación explotadora del mundo entero” (28).
Esta no es una observación secundaria o superficial, pues ella fue comprobada por una investigación histórica: “En lo que se refiere al siglo XIX en Inglaterra, el concepto (de la aristocracia obrera) se apoyó sobre bases económicas y políticas sólidas” (29). Pero Engels “todavía afirmaba que esta aristocracia obrera se hizo posible debido al monopolio industrial de Inglaterra y que por lo tanto, desaparecería o se confundiría con el resto del proletariado con el fin de ese monopolio” (30). Más tarde, sobre la base de su teoría del imperialismo, Lenin avanzó sobre la hipótesis para explicarlo por qué, lejos de desaparecer, la categoría en cuestión se extendía a otros países europeos con el desarrollo del capital monopolista.
Fue Engels quien, vinculando la expansión de la conquista colonial con la especulación financiera y el nuevo papel de la Bolsa de Valores (“La Bolsa modifica la distribución en el sentido de la centralización, acelera enormemente la concentración de capitales y, en ese sentido, es tan revolucionaria como la máquina a vapor”), adelantó los temas fundamentales para una teoría del capitalismo imperialista, así como también el rol de la expansión global del robusto capital de las metrópolis: “La ausencia de crisis desde 1868 está basada en la expansión del mercado global, el cual redistribuye el capital superfluo inglés y europeo en inversiones y circulación global en diferentes ramas de inversión. Por eso una crisis de superespeculación en bancos, ferrocarriles, o especialmente en inversiones en América o en negocios de la India, sería imposible, mientras que crisis pequeñas como la de la Argentina, de años atrás a esta parte se hacen posibles. Pero todo esto demuestra que se prepara una crisis gigantesca”.
En una crítica carta a Kautsky, Engels enfatiza que es necesario “identificar en la conquista colonial el interés de especulación en la Bolsa”. En el cuarto final del siglo XIX, el uso del término “imperialismo” estaba de moda, para describir de qué modo el método adoptado por las potencias europeas para dividir el “mundo colonial” alcanzaba su fin (31). Estaba basado en una analogía formal con los imperios precedentes de la historia europea. En sus “consideraciones suplementarias” al volumen III de El Capital, Engels ya había tratado de puntualizar el fenómeno en el contexto del desarrollo histórico general del capitalismo: “La colonización hoy es puramente subsidiaria de la Bolsa de Valores, por cuyos intereses las potencias europeas dividieron Africa pocos años atrás, y directamente la entregaron a las manos de sus compañías como un botín" (32).
De hecho, El Capital no solamente anticipó los monopolios sino que también los percibió como la base para el análisis de las súperganancias del capital monopolista mediante la explotación de las naciones atrasadas, basado en los diversos niveles de desarrollo de las fuerzas productivas: “Mientras la producción capitalista se desarrolla en un país, la intensidad y la productividad del trabajo dentro de él se repite a nivel internacional”. Por lo tanto, las diversas mercaderías de la misma clase producidas en países distintos durante el mismo tiempo de trabajo, tienen valores internacionales distintos expresados en precios distintos, es decir, en sumas de dinero que varían según los valores internacionales... De acuerdo con esto, el valor relativo del dinero será menor en los países en que impere un régimen progresivo de producción capitalista que en aquellos en que impere un régimen capitalista de producción más atrasado. De aquí se deduce igualmente que el salario nominal, el equivalente de la fuerza de trabajo expresado en dinero, tiene que ser también mayor en los primeros países que en los segundos: lo que no quiere decir en modo alguno, que este criterio sea también aplicable al salario real. Sin embargo, prescindiendo de estas diferencias relativas en relación al valor relativo del dinero en los diferentes países, a menudo encontramos que el salario diario, semanal, etcétera, es mayor en los primeros países que en los últimos, mientras que el valor relativo del trabajo, es decir, el valor del trabajo en relación a la plusvalía como al valor del producto, es más alto en los últimos países que en los primeros” (33).
Engels también trató brevemente esas tendencias en el Anti-During, y el resumen de esta obra, Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico, donde las sociedades anónimas fueron caracterizadas como el punto más alto de la organización capitalista de producción, o sea, como la antesala de la socialización de los medios de producción. Todo esto conduce a la conclusión central que pronosticaba ya en la década de 1890, la etapa de tensión mundial que conduciría a la Primera Guerra Mundial (y su consecuencia más importante: La Revolución de Octubre). “Y todavía una magnífica ironía de la historia: a la producción capitalista sólo le falta ahora conquistar China, y finalmente cuando ello se realiza, se torna imposible cumplirlo en su propia patria” (34). En el mundo del trabajo, la entrada en un período de declinación histórica del capital traería consecuencias decisivas, incluso para los trabajadores de las metrópolis. Una lucha que se limite sólo a “mejoras” en las condiciones de los trabajadores, no conseguiría invertir esta tendencia. En palabras de Engels en su Crítica al Programa de Erfurt: “la organización de los trabajadores y su resistencia creciente, posiblemente opere como un muro de contención al aumento de la miseria, pero definitivamente lo que crece es la inseguridad de la existencia”. Las condiciones de trabajo, o sea, de vida se volverían más penosas.
El conflicto entre marxismo y anarquismo es uno de los elementos que han reencendido el debate sobre la independencia de la clase obrera en el mundo de la producción material. En la polémica con los anarquistas italianos, en su texto De La Autoridad, Engels disoció la cuestión de la propiedad colectiva de los medios de producción (axioma básico de un modo de producción socialista o comunista), de la dirección del proceso del trabajo.
Los obreros deberían ser los legítimos dueños de las fábricas, pero no necesariamente ellos las comandarían en todo lugar, en asambleas democráticas y menos poderosas. Argumentó que las condiciones de la industria moderna exigían autoridad y disciplina. ¿Pero de dónde emanaría ésta? ¿Del Estado? ¿Del Partido? ¿De los sindicatos? ¿De los concejos?
Las respuestas iniciales se dieron entre 1880 y 1914, porque organizaciones de diferente naturaleza y principalmente, las primeras acciones de la clase obrera se desarrollaron en ese período.
Maximilian Ruben puntualizó que la mayoría de los más de doscientos artículos publicados en el New York Daily Tribune con la firma de Marx fueron en realidad escritos por su amigo Engels. Se trataba de una generosa contribución material del hijo del industrial de Barmen al amigo y camarada de teorías y luchas, ya que tal contribución periodística estaba remunerada. Pero también era una forma de salvar a Marx de confrontar con las cuestiones inmediatas presentadas por la comunidad internacional, permitiendo que se dedicara fundamentalmente a la elaboración de su principal obra El Capital.
Fue Engels, antes de Marx, quien primero puso su atención en el estudio del “problema nacional”. Esto tuvo lugar durante los años 1848-49, cuando estaba escribiendo, en las páginas de la Nueva Gaceta Renana, una serie de artículos que abordaban la situación de las poblaciones eslavas sometidas al dominio austro-húngaro. Aunque estas elaboraciones habían generado el concepto extremadamente controversial de “pueblos sin historia”, aplicado por él a las nacionalidades que no habían experimentado a lo largo de su historia la organización de un Estado nacional, la afirmación de que la reivindicación de soberanía por parte de los eslavos del sur sería una demanda reaccionaria tuvo un fuerte impacto posterior en la teoría marxista. Punto de discordia en la Segunda Internacional, las propuestas de Engels sobre la cuestión colonial, y las reflexiones del joven Engels sobre los llamados “pueblos sin historia” fueron, a lo largo de la historia, los principales pilares de apoyo a las criticas dirigidas al posible egocentrismo y evolucionismo de los formuladotes del marxismo clásico.
Marx y Engels habían apoyado la destrucción de los imperios multinacionales y la constitución de las grandes naciones (Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, Hungría y Polonia) en las luchas nacionales de mediados del siglo XIX. Habían rechazado, en bloque, las aspiraciones nacionales del pueblo eslavo del imperio austro-húngaro y del imperio ruso (obviamente con la excepción de Polonia). Esta posición no fue confirmada por la historia, especialmente en el caso de Checoslovaquia, que experimentó un importante desarrollo capitalista y nacional. En el trabajo crítico más importante sobre esta cuestión, Roman Rosdolsky sostuvo que “esta concepción (que retrocede sobre Hegel) no podría sostenerse en sí misma y que era contradictoria al concepto materialista de la historia propuesto por el propio Engels”. Por lo tanto, en lugar de derivar la esencia de los conflictos entre naciones y movimientos nacionales de las condiciones de vida materiales y las relaciones de la clase (continuamente cambiantes), encontró su “última razón” en el concepto de la “viabilidad nacional”, con resonancia metafísica. Esto no explicaba absolutamente nada” (35).
El citado autor relacionó esto con el error, admitido por Marx y Engels, respecto de las posibilidades de expansión del desarrollo capitalista después de las revoluciones de 1848, o mejor, respecto de la creencia de Marx y Engels en un rápido ritmo histórico en el curso del período en el que concluye la formación de las naciones. Esto refiere al período de la unificación de esas naciones a través de la revolución socialista. Para Miklós Molnar, sin embargo, la posición inicial de Marx y Engels “está notablemente enraizada en la teoría de las grandes unidades nacionales, capaces de jugar un rol gradual en la historia” (36). En la segunda mitad del siglo XX, las posiciones marxistas claramente se inclinaron hacia la dirección de la lucha por la independencia de las naciones oprimidas, como en el caso de Irlanda, o en la fundación de la Primera Internacional (1864). Esta última consideraba que la independencia de Polonia debía ser una línea divisoria de principios para la democracia burguesa y pequeño burguesa, en nombre del movimiento de los trabajadores.
Todas las teorías sobre la situación del pueblo eslavo de Europa central y occidental, más tarde corroboradas por Marx, fueron derivadas de la posición sostenida por Engels. Marx proclamó la solidaridad con los reclamos nacionales de los polacos siguiendo los pasos de Engels. Este es considerado el único reclamo pertinente a la soberanía nacional en esa región. Semejante reconocimiento consolidó la experiencia previa de los polacos, no sólo de una organización en un Estado nacional, sino también del impacto que la restauración de dicho Estado provocaría en toda la “estructura de poder” europea. La idea de la existencia de un “orden mundial” que subordinaba a las situaciones nacionales derivaba directamente del rol del mercado global en la dinámica del capitalismo: si el mercado global no estaba limitado a la suma total de las economías nacionales, el “orden mundial” no consistiría solamente en acuerdos entre diferentes Estados nacionales.
La posición sostenida por Marx y Engels fue menos controversial sobre la cuestión de las colonias y las poblaciones no europeas. Mientras denunciaron los problemas provocados por la colonización británica en India y China, enfatizaron el posible efecto de introducir relaciones capitalistas en esas formaciones sociales; esto fue tradicionalmente concebida como una manifestación del eurocentrismo, e incluso del “racismo subyacente” de los dos teóricos alemanes. El reclamo de que las reflexiones marxistas no abarcan los asuntos internacionales contemporáneos es infundado y es ciertamente contradictorio con la generosa cantidad de artículos que Marx y Engels han escrito sobre esos temas.
Por otro lado, el extenso trabajo literario de Engels sobre temas militares descalifica la crítica de Raymond Aron sobre la posibilidad de formular una teoría marxista sobre las relaciones internacionales (37). Para el sociólogo francés, una teoría de las relaciones internacionales sería imposible sin una teoría sobre la guerra. Para Aron, el marxismo no tiene una teoría de la guerra, sólo una teoría de la revolución. Sin embargo, Engels mostró un interés excepcional en analizar temas militares. El volumen de su producción intelectual concerniente a la cuestión, el reconocimiento recibido por los medios de información como Pall Mall Gazette y American Cyclopedia, lo considera entre los principales especialistas sobre cuestiones militares en la segunda mitad del siglo XIX. Engels elaboró, como se señaló más arriba, un plan para la defensa militar de la Comuna, después de haber estudiado la guerra franco-prusiana que precedió a la Comuna de París (38).
Engels, sin embargo, anticipó nuevas características del marxismo: crítica a la economía política, análisis de las luchas sociales como lucha de clases, naturaleza del carácter del Estado. Desarrolló, más que el propio Marx, el alcance de la dialéctica, transformándola en una ciencia de aplicación universal. Participó en la revolución de 1848 como militante y organizó centros proletarios en Alemania y otros países antes, y después de ella. Fue fundador de la Primera Internacional (Asociación Internacional de Trabajadores) en 1864 y editor de sus principales resoluciones. Sus proezas periodísticas son reconocidas por los especialistas como uno de los mejores cuadros de la interpretación histórica del siglo XIX. Fue el que inició el incuestionable espíritu de la Internacional Socialista (la Segunda Internacional) durante su fundación en 1889. Después de la muerte de Marx publicó el volúmenes segundo y el tercero de El Capital, no sólo descifrando su incomprensible caligrafía, sino además reordenando los voluminosos manuscritos y reinterpretando y reconstruyendo todas las teorías de Marx. Lo hizo tan bien que varios economistas creen que es una injusticia que los tres volúmenes del trabajo recogido no lleven su nombre.
Engels puso a la dialéctica en contraste con la metafísica, definiéndola como “la ciencia de las interconexiones”. Resume estas formas de interconexión en tres leyes: la ley de la transformación de la cantidad en calidad, la ley de la interpenetración de los opuestos, y la ley de la negación de la negación. Pero, como él enfatiza en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, “ya no es cuestión de inventar conexiones, sino de descubrirlas en los hechos”. En Dialéctica de la naturaleza, Engels dice que el error de Hegel “reside en el hecho de que estas leyes están impuestas a la naturaleza y a la historia como leyes del pensamiento, y no deducidas de ellas. Esta es la fuente de todo el trato forzado y a menudo indignante; el universo, se quiera o no, se hace para ajustarse a un sistema de pensamiento que en sí mismo sólo es el producto de una etapa definida de la evolución del pensamiento humano. Si se da vuelta la cosa, entonces todo se vuelve simple, y las leyes de la dialéctica que parecen extremadamente misteriosas en la filosofía idealista inmediatamente se tornan simples y claras como la luz del día”. O, como dijo en el Anti-Dühring, revelan “un proceso que cualquier niño puede comprender, ya que ocurre durante todo el día y a toda hora”.
Resumiendo la dialéctica, escribe en Feuerbach, que es un “concepto fundamental que el mundo necesita entender no como una complejidad de cosas establecidas en el espacio, sino como una complejidad de procesos, donde los conceptos aparentemente estáticos, así como la imagen que tenemos de ellos, atraviesan un proceso ininterrumpido de transformación y pasaje, donde aunque todo parece ser accidental, se logra al final un desarrolló básico”. O todo lo sólido se desvanece en el aire.
También es importante notar que el hombre que universalizó la dialéctica –una empresa que nadie asumió en el pasado– fue acusado de ser antidialéctico. Como Gareth Stedman Jones observa, “Podemos entender por qué Engels atribuyó tanto poder a la dialéctica y por qué sus conceptos formales no son muy usados en el Capital: la dialéctica es el espejo de la historia misma y la historia es todo. La dialéctica de Hegel destruye la rigidez de los conceptos de concordancia, las inamovibles distinciones hechas por la mente –ninguno/o, causa/efecto, etcétera. De una manera similar, la historia no reconoce estados fijos; todo nace y luego es deshecho, todo es transitorio. Esto es verdad, tanto en el mundo natural como en el humano. El error de Hegel fue imaginar que esto era un proceso de pensamiento, y entonces proyectando arbitrariamente al mundo; pero en realidad es un proceso del mundo mismo, y lo único que hace el pensamiento es reflejarlo, o mejor, dado que el pensamiento es parte del proceso, solamente lo trae al nivel conciente” (39).
Con Friedrich Engels, la dialéctica materialista se convirtió en una teoría de la política revolucionaria internacional. Si Marx, considerado como “el más grande pensador del milenio”, pudo reconocerlo como su predecesor, no hay razón para que no podamos hacer lo mismo.

Osvaldo Coggiola
EDM 34 - 28/09/2006


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1. De acuerdo a Perry Anderson: “Está de moda subestimar la contribución de Engels en la creación del materialismo histórico. Para aquellos que aún se inclinan a aceptar esta idea infundada, encuentro necesario decir con calma e incisivamente: los juicios históricos de Engels son casi siempre superiores a los de Marx. Tenía un conocimiento más profundo de la historia europea y una comprensión más profunda de los magníficos conceptos en los que ellos posteriormente llegaron a creer.” (Anderson, Perry: Linhagens do Estado Absolutista, Porto, Afrontamento, 1984, p.23).
2. Desde 1842 Engels (debido a obligaciones familiares) estuvo en Inglaterra y pudo involucrarse en el mayor movimiento obrero de esos tiempos: el movimiento “Carta” (referido a los derechos de los trabajadores), conformado por trabajadores y artesanos. Este movimiento fue popularmente conocido como “Cartismo”.
3. En Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Engels escribió: “Últimamente se ha aludido con insistencia a mi participación en esta teoría; no puedo pues evitar decir unas pocas palabras para poner en claro este punto. No puedo negar que tanto antes como durante los 40 años de mi colaboración con Marx tuve cierta participación independiente en la fundamentación de la teoría, y más particularmente en su elaboración. Pero la mayor parte de las ideas directrices fundamentales, especialmente en los dominios económico e histórico, y, sobre todo, su formulación nítida y definitiva, pertenecen a Marx. Lo que aporté –en todo caso con la excepción de mi trabajo en unos pocos campos especiales– Marx pudo muy bien haberlo logrado sin mí. Lo que Marx llevó a cabo yo no podría haberlo logrado. Marx tenía más talla, veía más lejos y tenía una visión más amplia y rápida que el resto de nosotros. Marx era un genio; los restantes en el mejor de los casos éramos talentosos. Sin él la teoría no habría sido lo que es hoy. Y por lo tanto, como corresponde, lleva su nombre”. Engels explicó las razones para la “división del trabajo” en un texto de 1887, La cuestión de la vivienda: “Como consecuencia de la división del trabajo entre Marx y yo, me tocó la tarea de presentar periódicamente nuestras opiniones en la prensa, es decir, particularmente lo concerniente a la lucha contra las visiones opositoras, por eso Marx tuvo tiempo de elaborar su obra mayor”. Marx y Engels, o “el grupo Marx-Engels” (como se lo llamó más tarde) constituyó una unidad política, en la que la división del trabajo ayudó a penetrar sus ideas en la vanguardia y en las masas. Fue de esta manea una unidad que fue el embrión político y de los partidos obreros y revolucionarios que se desarrollaron posteriormente.
4. Friedrich Engels: Dialectics of Nature. Moscow, Progress Publisher, 1966.
5. Gary P. Steenson: Not One Man! Not One Penny! Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1981, pp. 193-194.
6. Stephen Jay Gould: Darwin e os Grandes Enigmas da Vida. São Paulo, Martins Fontes, 1992.
7. Gareth Stedman Jones: Retrato de Engels. In Eric J. Hobsbawm, História do Marxismo, vol. 1, Rio de Janeiro, Paz e Terra, 1979, pp. 396 and 413.
8. Apud J. P. Netto: Engels, São Paulo, Ática, 1981, p. 31.
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10. Gustav Mayer: Engels, Buenos Aires, Peuser, 1946, pp. 30-31 and 37.
11. Letter from Friedrich Engels to Conrad Schmidt, 27th October 1890 (including: Karl Marx and Friedrich Engels. Selected Correspondence, London 1934).
12. Karl Marx & Friedrich Engels: Obras Escogidas, Moscow, Lenguas Extranjeras, s.d.p., vol. I, p. 114.
13. Bo Gustafsson: Marxismo y Revisionismo, Barcelona, Grijalbo, 1978, p. 58.
14. Engels lo reconoció más tarde, en su Contribución a la historia de la Liga Comunista: “la idea fundamental del Manifiesto, a saber, de que la base de un cierto período histórico está constituida por la producción económica y la estructura social fatalmente determinada por ésta; de que, por lo tanto, toda la historia, desde la desintegración de la comunidad agrícola primitiva, ha sido la historia de la lucha de clases, esto es, la lucha entre el explotado y el explotador, entre las clases sometidas y las clases gobernantes en cada nivel de la evolución social; de que esta lucha ahora ha alcanzado un grado en el que la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede liberarse a sí misma del yugo de la clase explotadora y opresora (la burguesía) sin liberar a toda la sociedad de la explotación, de la opresión y de la lucha de clases ahora y para siempre. Esta idea fundamental, debo decir, pertenece enteramente a Marx”.
15. Engels, nacido en 1820, participó directamente en la revolución alemana de 1848, incluso como un líder militante. Marx, nacido en 1818, dirigió la Nueva Gaceta de Renana, y fue uno de los principales líderes revolucionarios en Alemania. Su militancia lo llevó al exilio, primero de Alemania y luego de Bélgica, hasta que se estableció en Inglaterra. Allí la contribución con su amigo se tornó concentrada y definitiva.
16. Todas las citas del Manifiesto Comunista fueron tomadas de la tracudción de Alvaro Pina, incorporada en la edición de Osvaldo Coggiola (organización e introducción): Manifiesto Comunista, Boitempo Editorial, São Paulo, 1998.
17. Friedrich Engels: Revolução e Contra-Revolução na Alemanha, Lisboa, Avante, 1981.
18. Hasta el siglo XX, nadie notó que los artículos sobre Alemania publicados en el New York Daily Tribune (más tarde reunidos en el volumen Revolución y contrarrevolución en Alemania) no pertenecían a la pluma de Marx, sino de Engels (fue necesario un descubrimiento documentado para establecer este hecho). Georges Labica señaló singularmente esta “división del trabajo”, atribuyendo a Marx “la parte económica y, de hecho, sólo la escritura de El Capital, mientras (Engels) cubrió áreas que eran literalmente más diversas, desde el campo de la filosofía a la física y la historia de las ciencias, hasta la antropología y la teoría del Estado”. Como si La lucha de clases en Francia, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte o La Guerra civil en Francia no fueran trabajos de Marx...
19. Friedrich Engels: La Guerra campesina en Alemania, Buenos Aires, Claridad, 1971.
20. Friedrich Engels: Violência e Economia na Instauração do Novo Império Alemão, Porto, Escorpião, 1974.
21. Modesto Florenzano: Engels historian of Germany and the theory of bourgeois revolution. En: Osvaldo Coggiola (org.). Marx e Engels na História, São Paulo, Xamã-FFLCH/USP, 1996
22. Denise Avenas: Teoria e Política no Pensamento de Trotsky, Lisboa, Delfos, 1973.
23. Gareth Stedman Jones: op. cit., p. 405.
24. Francisco C. Weffort: Porque Democracia?, São Paulo, Brasiliense, 1984, p. 37.
25. Friedrich Engels: Carta a Bernstein, 24 de marzo de 1884.
26. Friedrich Engels: Introducción a la Guerra Civil en Francia. En: Karl Marx y Friedrich Engels. Textos, vol. 3, São Paulo, Alfa-Omega, p. 167.
27. Carta de Engels a Bebel, 28 de marzo de 1875.
28. Karl Marx and Friedrich Engels: Selected Correspondence, Londres, 1934, p. 115.
29. Eric J. Hobsbawm: La aristocracia obrera en la Gran Bretaña del siglo XIX. En: Trabajadores. Barcelona, Crítica, 1979, p. 316.
30. Eric J. Hobsbawm: Lênin e a aristocracia operária. En: Revolucionários. Rio de Janeiro, Paz e Terra, 1982, p.127
31. Hobson comenzó su estudio clásico sobre el tema, publicado en 1902, con las siguientes palabras: “Necesitamos especificar el significado de una palabra que está en boca todos. Esta palabra es usada para hablar sobre el más importante movimiento político contemporáneo en el mundo occidental” (John Atkinson Hobson, L’Imperialismo, Rome, Newton & Compton, 1996, p. 55).
32. Para un resumen histórico de la política global en el período dominado por el imperialismo, ver: Andres Ribard: Imperialismo y Socialismo, Turín, Giulio Einaudi, 1953. Para una historia económica del “fenómeno” imperialista, ver: Tony Smith: Los Modelos del Imperialismo, Estados Unidos, Gran Bretaña y el mundo tardíamente industrializado desde 1815, México, Fondo de Cultura Económica, 1984.
33. Karl Marx: O Capital. Vol. I., Rio de Janeiro, Civilização Brasileira, 1968.
34. Apud Franco Andreucci: Socialdemocrazia e Imperialismo. I marxisti tedeschi e la política mondiale. 1884-1914, Rome, Editor Riuniti, 1988, pp. 105-108. Marx ya había afirmado que “el ferrocarril inicialmente había nacido como una gloriosa corona en países donde la industria moderna estaba más desarrollada: Inglaterra, Estados Unidos, Bélgica, Francia, etcétera. Y tengo que señalar que (el ferrocarril) había sido (junto con los navíos transoceánicos a vapor y el telégrafo) un medio de adecuar la comunicación con las modernas vías de producción, pero, sobre todo, la base de inmensas compañías por acciones y puntos de partida de otras compañías, en primer lugar el banco. En resumen, dieron impulso inusitado a la concentración del capital y, por lo tanto, a la aceleración y enorme magnificación de la actividad cosmopolita del capital de crédito”.
35. Roman Rodolsky: Friedrich Engels y el Problema de los Pueblos “Sin História”, México, Siglo XXI (Cuadernos Pasado y Presente N° 88), 1980, p. 127.
36. Miklós Molnár: Marx, Engels et la Politique Internationale, Paris, Gallimard, 1975, p. 81.
37. Cf. Raymond Aron: Guerra e Paz entre as Nações, Brasilia Editora da UNB, 1986
38. Friedrich Engels: Note sulla Guerra Franco-Prussiana del 1870/71, Milán, Lotta Comunista, 1996.
39. Gareth Stedman Jones: Engels and the end of classical German philosophy, New Left Review, N° 79, Londres, noviembre 1977.

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