Mientras el pueblo, las organizaciones sociales y el gobierno cubano tratan unidos de curar las profundas heridas dejadas a lo largo y ancho de nuestro archipiélago caribeño por los huracanes Gústav e Ike, y reciben el apoyo sin condiciones de naciones de América, Europa, Africa y Asia, el gobierno de Estados Unidos busca como hace un siglo que madure la codiciada fruta y utiliza la misma hipocresía que estrenó en el ocaso del imperio colonial español.
Washington, cuya política de bloqueo y agresiones durante casi medio siglo han ocasionado a Cuba la pérdida de miles de vidas, sufrimientos y más de doscientos mil millones de dólares en daños materiales, sabe que ahora, luego del paso arrollador de los dos ciclones el país ha sufrido gravísimos quebrantos en toda su infraestructura, las pérdidas materiales sobrepasan ampliamente los cinco mil millones de dólares y la nación cubana se enfrenta a enormes desafíos.
Un informe oficial preliminar indica que fueron afectadas casi medio millón de viviendas y totalmente destruídas más de 63 mil casas modestas donde residían más de 200 mil personas que ahora están albergadas en Escuelas u otros centros.
Grande es asimismo la afectación en la infraestructura eléctrica, la telefonía, la radio y la televisión. Significativas las pérdidas en la agricultura, con impactos en el azúcar, el tabaco, el café, los plátanos y otros cultivos, así como en la avicultua y las plantaciones forestales. Los vientos y las lluvias golpearon prácticamente a la isla grande, desde el Oriente hasta el Occidente, y practicamente arrasaron con la Isla de la Juventud, situada 90 kilómetros al Sur de La Habana.
Nada escapó a la furia de los huracanes: fábricas, escuelas, guarderías infantiles, centros de salud, panaderías, hogares de ancianos, farmacias, instalaciones deportivas y culturales. Se perdieron años de esfuerzos y de trabajo, y también perecieron 7 personas en distintas provincias cubanas, a pesar del extraordinario trabajo realizado por la Defensa Civil, que protegió a más de 3 millones de personas en sólo unos días. Una verdadera proeza reconocida por los organismos internacionales.
El sistema social existente en Cuba ha hecho posible que este dramático golpe de la naturaleza no se convierta en tragedia nacional y hambruna generalizada. Y que inmediatamente el pueblo, sus organizaciones sociales y políticas y el gobierno, se movilizaran para recuperar al país, con el apoyo y la solidaridad que ha llegado de naciones pequeñas como Timor Leste, países fuertes como China, Rusia, España, Vietnam, y naciones hermanas de América Latina encabezadas por Venezuela, Ecuador, México, Brasil, Honduras, Colombia, con la participación también del Programa Mundial de Alimentos de la ONU y la Cruz Roja Internacional.
La única excepción: Estados Unidos. La potencia que desplazó a España en su dominación sobre Cuba y que ahora se frota las manos con la ilusión de un colapso de la Revolución y que, haciendo gala de su proverbial fariseísmo, pretende engañar al pueblo norteamericano y confundir a la opinión pública internacional, mediante ofrecimientos de ayudas condicionadas que resultan inaceptables para una nación que, bloqueada y agredida, no ha puesto en venta su dignidad y sabe luchar frente a todos los obstáculos, hasta vencer.
La naturaleza resultó duramente golpeada desaparecieron decenas de miles de árboles, jardines y bosques habitados por una exuberante biodiversidad, muchas ciudades y poblados quedaron sin áreas verdes, hubo playas que dejaron de existir y poblados borrados de los mapas y en algunos sitios, la geografía fue modificada.
Nadie podrá cuantificar el patrimonio intangible que asume forma de sueños e ilusiones que es preciso aplazar o cancelar. Para quienes les falte sensibilidad para comprenderlo, tal vez baste decir que, calculado en dinero, a precios convencionales, y no con los valores del mercado internacional actual, los daños preliminares ascienden a más de 5 mil millones de dólares.
Los rostros, los hechos y los números de la tragedia
Para el país los hechos se prolongaron por unos diez días, en algunas localidades, horas y para muchas familias apenas minutos. Los huracanes con vientos que alcanzaron 340 kilómetros por hora, olas que superaban edificios de cinco plantas, mareas que llegaban a cotas insospechadas, lluvias torrenciales que lo inundaron todo y brutales penetraciones del mar abatieron la obra humana y a la naturaleza de Cuba.
A lo largo y ancho de la Isla fueron sensiblemente afectadas todas las actividades y todas las personas. Ningún cubano quedó al margen, ninguna zona, pueblo o ciudad escapó a las amenazas o al impacto de los meteoros. Organizada, preparada, bien dirigida y curtida, la Nación cerró filas y tensó sus fuerzas. Los Consejos de Defensa fueron activados y tomaron el mando. La Defensa Civil y el Instituto de Meteorología asumieron la orientación y las tareas de protección. Las fuerzas armadas y del Ministerio del interior alistaron su técnica y sus efectivos. Todo fue previsto.
Rápida y eficazmente se evacuaron o protegieron 3 millones 179 mil 846 personas, 176 mil 113 estudiantes de centros internos fueron retornados a sus viviendas y se reubicaron 2 mil 818 turistas. En esas acciones se utilizaron más de 10 mil medios de transporte, se habilitaron cientos de albergues, centros de elaboración de alimentos, facilidades para servicios médicos y se utilizaron las comunicaciones de diseño militar. La radio y la televisión crearon cadenas. En la más grande operación de defensa civil registrada en el hemisferio participaron 87 mil personas. Hubo que lamentar la muerte de siete ciudadanos.
Nada podía sin embargo detener las fuerzas desatadas. Más de 444 mil viviendas resultaron afectadas, 63 mil 249 de ellas, en las que vivían más de 200 000 personas fueron totalmente destruidas.
Con diferentes períodos de duración, todo el país estuvo a oscuras. Las afectaciones a la infraestructura eléctrica incluyen la destrucción de 150 torres de alta tensión, 4 500 postes, 530 transformadores y 5 mil luminarias. En algunas localidades el 100% de las líneas eléctricas resultaron dañadas. Se perdieron millones de kilómetros de cables y miles de conexiones, anclajes y otros elementos del sistema electro energético nacional. Algunas plantas generadoras detuvieron sus operaciones y muchas de las mini y micro hidroeléctricas resultaron averiadas.
Fueron destruidas varias torres para la transmisión y recepción de la radio, la televisión y la telefonía. Casi 10 000 servicios de telecomunicaciones fueron afectados.
Sufrieron pérdidas totales más de 65 mil 700 hectáreas de diferentes cultivos, 877 organopónicos y 392 huertos intensivos. 205 casas de cultivos protegidos y la mayoría de las instalaciones de cultivos semiprotegidos fueron dañadas. 180 mil hectáreas de plantaciones forestales resultaron devastadas.
Por su fragilidad la apicultura resultó barrida y la avicultura fue quebrantada en un 80 %, más de medio millón de gallinas ponedoras y pollos perecieron. Resultaron destruidas 3 mil 414 casas de curar tabaco y se dañaron 1 590. Más de 800 toneladas en proceso resultaron afectadas.
Las áreas de cultivo de café fueron mutiladas y en los municipios más productores, virtualmente se perdió toda la cosecha, igual suerte corrieron 42 mil 305 hectáreas de plátano y más de 10 mil hectáreas de otros cultivos. En las plantaciones de caña de azúcar se reportan 156 mil 600 hectáreas encamadas, 518 mil 879 inundadas y 3 mil 895 de caña nueva perdidas. Aproximadamente 40 mil toneladas de azúcar se mojaron.
Las afectaciones en las instalaciones industriales son generalizadas, todas las fábricas, minas, talleres, oficinas de diseño, obras de la construcción, viales y acueductos paralizaron sus producciones y muchas no han podido reanudarlas. 28 panaderías, 8 dulcerías y una empresa de conservas de frutas y vegetales perdieron sus techos. En almacenes y establecimientos se dañaron 4 mil 355 toneladas de alimentos. En las capacidades de almacenamiento se reportan afectaciones por cerca de 50 000 toneladas. Sólo en la base de almacenes de Holguín se registran daños en 12 mil 750 toneladas de productos. Todos los puertos reportaron averías y todavía 7 permanecen cerrados.
La red vial fue golpeada, además de miles de kilómetros de caminos y carreteras dañadas en todo el país, se reportan afectaciones en puentes y accesos y considerables daños en arterias principales como el pedraplén de Cayo Coco, el viaducto de La Farola y la Autopista Nacional.
En el área de salud pública sufrieron considerables daños: 26 hospitales, 18 policlínicos, 191 consultorios, 14 hogares de ancianos y casas de abuelos y 42 farmacias. Las instalaciones de varios grandes hospitales fueron golpeadas. En hospitales, policlínicas y escuelas se dañaron 794 computadoras.
En el sector educacional se afectaron 1160 escuelas y 2 mil 642 sufrieron daños considerables, 186 círculos infantiles fueron afectados y se registraron daños severos en los Institutos Pedagógicos de Holguín, Las Tunas y Camagüey. Las universidades de Cienfuegos, Sancti Spíritus, Matanzas, Villa Clara, Holguín, la sede municipal de Puerto Padre en Las Tunas y el Instituto de Ciencias Agropecuarias de La Habana fueron fuertemente azotadas.
146 instituciones culturales y 82 instalaciones deportivas, entre ellas 6 Escuelas de Iniciación Deportiva, 13 Escuelas Superiores de Perfeccionamiento Atlético, dos facultades de cultura física, cinco estadios provinciales de pelota y 32 municipales, ocho salas polivalentes, 13 escuelas comunitarias y dos complejos de piscinas registran afectaciones considerables.
Una idea de la lluvia caída durante esos días se obtiene al saber que sin contar el agua que fue al mar y la que permanece inundando los campos, en 239 embalses, ingresaron 1 791 millones de metros cúbicos del preciado líquido.
En 10 de las 14 provincias cubanas y en el Municipio Especial Isla de la juventud es más fácil enumerar aquello que los huracanes no afectaron que relacionar lo dañado o destruido. Cuba protagoniza un desastre cuyas dimensiones materiales, culturales y humanas son inconmensurables. Las aguas, los vientos y las mareas arrasaron con años de tesoneros esfuerzos, no sólo asociados al bien común y al desarrollo económico y social de las regiones y del país, sino a los planes de los individuos y las familias.
En instantes colapsaron realizaciones y sueños, joyas arquitectónicas que habían soportado el paso de los siglos y árboles centenarios, incluso localidades, parajes y paisajes declarados Patrimonio de la Humanidad. Entre las ruinas yacen también teatros, bibliotecas, monumentos, elementos decorativos, carpas e instalaciones deportivas y recreativas.
La naturaleza resultó duramente golpeada desaparecieron decenas de miles de árboles, jardines y bosques habitados por una exuberante biodiversidad, muchas ciudades y poblados quedaron sin áreas verdes, hubo playas que dejaron de existir y poblados borrados de los mapas y en algunos sitios, la geografía fue modificada.
Nadie podrá cuantificar el patrimonio intangible que asume forma de sueños e ilusiones que es preciso aplazar o cancelar. Para quienes les falte sensibilidad para comprenderlo, tal vez baste decir que, calculado en dinero, a precios convencionales, y no con los valores del mercado internacional actual, los daños preliminares ascienden a más de 5 mil millones de dólares.
Radio Habana
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