Don Emilio Botin es uno de los hombres más ricos de España. Es dueño del Banco Santander, con intereses en México. En octubre pasado lo coronaron en Londres como el banquero del año. Aprovechó la ceremonia para dar consejos urbi et orbi sobre la forma correcta de manejar uno de esos negocios y proteger a sus clientes de los avatares de la economía y el mal manejo financiero. Comenzaba a tomar forma la crisis que hoy vive el mundo. Los barones de las finanzas, políticos y, por supuesto, el gobierno español, llenaron de elogios al empresario ejemplar.
Poco tiempo le duró el gozo: al descubrirse la pirámide de manejos turbios, de estafas que levantó el señor Bernard Madoff, se supo que entre las víctimas estaban el Santander y algunos de sus clientes. Un boquete calculado en 4 mil millones de dólares del cual nadie se responsabiliza ahora. Otros bancos españoles, como BBVA Bancomer, Banesto, Banca Marcha y Caja Madrid, también registraron pérdidas. En México hubo igualmente damnificados, de Monterrey, aunque el principal negó haber perdido decenas de millones de dólares por poner sus ambiciones de ganancia extrema en el personaje que era el mago de las inversiones en Wall Street, respetado en el orbe financiero.
Otra víctima notable de esa pirámide de estafas es la francesa Liliane Bettencourt, una de las mujeres más ricas del mundo y heredera de L’Oréal, la empresa que fabrica cosméticos. No solamente dueños de grandes fortunas, con deseos de acrecentarlas rápidamente, fueron estafados por Madoff y el mal manejo bancario de quienes recomendaron a sus clientes invertir con él. Es el caso del senador estadunidense Frank Lautenbergs, el cineasta Steven Spielberg y la productora El Deseo, de Pedro Almodóvar, que ya tienen motivo para alguna de sus futuras creaciones. Y para dar sabor a alguna película sobre el tema, agreguemos el suicidio de dos personajes de renombre social: el francés Thierry Magon de la Villehuchet, quien murió desangrado en su oficina de Nueva York (se cortó las venas), responsable de un fondo de inversión vinculado con Madoff. El segundo es el alemán Adolf Merckle, que perdió en inversiones especulativas mil 600 millones de dólares. Dejó una fortuna de 12 mil millones de dólares. Se tiró a las vías del tren cerca de Stuttgart, luego de conocer los problemas financieros en que metió a varias empresas en las que era accionista y dirigente destacado.
En tanto, académicos de la Universidad de Nueva York y del reconocidísimo Instituto Tecnológico de Massachusetts se preguntan cómo los directivos de esos famosos centros del saber cayeron en el engaño piramidal y perdieron 24 y 50 millones de dólares, respectivamente. Madoff no tuvo consideración ni con aquellos a quienes apoyó con sumas considerables en Israel. Tanto el “gurú” financiero como Lehman Brothers (que perdió decenas de miles de millones de dólares) dieron donaciones a varias asociaciones de beneficencia de ese país. Agradecidos, sus directivos entregaron el manejo de sus fondos a Madoff. Sin embargo, decenas de ellas los perdieron. Destaca el caso de la Fundación Elie Wiesel, dedicada a mantener la memoria del Holocausto judío. Perdió 15 millones de dólares.
En su papel de guardián del orden mundial, el gobierno de Estados Unidos siempre critica los errores económicos y políticos que se cometen en los demás países. A pesar de que hace justo una década se dio la primera voz de alerta sobre los malos manejos del señor Madoff, las instancias oficiales responsables en Washington de evitar y combatir las irregularidades financieras se hicieron de la vista gorda y no escucharon la petición de revisar el funcionamiento del imperio que se desmoronó en unos pocos días. Tampoco otros más. En el colmo del cinismo, el financiero del que hoy se sabrá si debe ir a prisión o le dan por cárcel su casa hizo costosos regalos esta Navidad, mientras las esposas de personajes cuyas empresas fueron rescatadas de la quiebra por el gobierno vecino siguen comprando artículos carísimos en tiendas de lujo. Los malos manejos financieros en Estados Unidos recuerdan el origen y la consolidación del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) en México. Las grandes estafas quedan impunes con la complicidad del gobierno y grupos políticos. Las pagan los ciudadanos.
Iván Restrepo
La Jornada
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