Estados Unidos apoya a Israel con miles de millones de dólares de ayuda directa, sobre todo militar, pero también con soporte político y diplomático. Sin eso el genocidio contra palestinos no podría llevarse a cabo.
En materia de crímenes de guerra el Estado de Israel se viene superando año a año. Cada vez comete más delitos de lesa humanidad contra los palestinos y otros pueblos de Medio Oriente.
Entre el 12 de julio de 2006 y el 14 de agosto de ese mismo año, asesinó a mil libaneses, al cabo de una invasión y bombardeos que dejaron Beirut reducida a escombros.
Ese saldo luctuoso, de mil muertos, le insumió un mes de tropelías. Ahora llegó a esa misma cifra en Gaza en apenas 19 días. Y las bajas entre la población civil continuarán in crescendo, teniendo en cuenta que los bombardeos continúan incluso de noche y que hay concentración de miles de reservistas para el operativo de cerco y aniquilamiento en Gaza y otras ciudades.
Para darle un carácter más horrendo a la performance invasora, hay que remarcar que un tercio de los muertos son niños. ¿Acaso porque son palestinos sus vidas no valen nada?
Sordos ante los reclamos de la opinión pública mundial, las autoridades de Tel Aviv redoblan la apuesta y piensan incursionar en los núcleos urbanos y hacer una “limpieza” casa por casa. Conociendo los procedimientos de las Fuerzas de Defensa Israelitas en Gaza, Cisjordania, sur de El Líbano, y su asesoramiento a dictaduras militares en Guatemala, Argentina, Chile y El Salvador, se puede anticipar que esa nueva fase de la agresión a Gaza provocará otro baño de sangre.
Mal que le pese a Ehud Olmert, el primer ministro israelí renunciante ante sólidas denuncias de corrupción, ese horizonte de mayores muertes también lo salpicará. Meterse a matar gente en las calles de Gaza hará que otros soldados israelitas se sumen a los 10 que oficialmente Ehud Barak admite como bajas (Hamas afirma que ya son 30).
Como si lo que han hecho hasta ahora no fuera suficiente, el diputado y ex ministro del Interior de Olmert, Avigdor Lieberman, declaró ante un foro en la universidad de Bar Ilan que Israel debería imitar a EE UU y usar la bomba atómica contra la población palestina.
Lieberman es partidario de la limpieza étnica y la deportación de los palestinos a Jordania. No es el único, como lo ha denunciado el embajador de Palestina en Buenos Aires, Farid Suwwan. Pero Olmert y Barak, con el acompañamiento de muchos medios de comunicación, cargan las tintas contra Hamas como supuesta expresión del terrorismo y el fundamentalismo.
La mayoría de las opiniones coincide en condenar el genocidio. El cardenal Renato Martino, declaró: “Miren las condiciones en Gaza: más y más, rememoran a un gran campo de concentración”. Aún cuando el analista progresista Pedro Brieger, en Visión 7 Internacional, el sábado 10/1, haya dicho que él no comparte que se asimile Gaza a un campo de concentración, hasta el ministro de Justicia del Vaticano hizo esa comparación inevitable.
Con fierros del imperio
Si la demente proposición de Lieberman se llevara a cabo, los apologistas de Israel podrían decir que hicieron ese trabajo sucio con sus propias ojivas. Es un secreto a voces que almacena entre 200 y 300 municiones atómicas, sin haber suscripto el Tratado de No Proliferación ni haber tenido una inspección de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) que marca de cerca de Irán y Corea del Norte. Israel está dispensado de esos controles.
Un ingeniero judío, Mordechai Vanunu, reveló en 1986 a un diario británico las actividades nucleares de Israel en la central de Dimona donde trabajaba, por lo que fue sentenciado a 18 años de cárcel, luego de haber sido secuestrado en Europa y llevado a Israel. Con ese antecedente se comprenderá lo poco que se habla del tema en ese país que presume de ser la única democracia en Medio Oriente. Vanunu tiene prohibido hablar con la prensa y ha sufrido nuevos procesos por dejar caer uno que otro comentario a medios alternativos.
Ese arsenal atómico y su intangibilidad a los ojos de los inspectores de armas de la ONU es una prueba de la complicidad estadounidense con Israel. Esos técnicos se cansaron de inspeccionar al gobierno de Saddam Hussein en los años previos a la invasión de Irak; hasta debajo de las camas de los palacios presidenciales buscaron las armas de exterminio masivo. Y por supuesto no las hallaron.
Las bombas nucleares fabricadas en Dimona han contado con financiamiento y seguramente con participación técnica estadounidense, además de la cobertura diplomática.
William Hartung y Frida Berrigan, investigadores del proyecto Arms Trade Resource Center, del World Policy Institute de la New School University (EE.UU), publicaron hace dos años un estudio titulado “Cómo armó EE UU a Israel”. Allí sostuvieron que desde 1976 este país ha sido el principal receptor de la ayuda estadounidense. Citando al Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos, de noviembre 2001, puntualizaron que “la ayuda estadounidense a Israel en el pasado medio siglo llegó a un gigantesco 81.3 mil millones de dólares”.
Así se explica que Israel tenga la flota de aviones F-16 (Lockheed Martin) más grande del mundo fuera de EE UU; son las naves utilizadas para bombardear Gaza, lo mismo que los helicópteros Apache (Boeing). Y que arroje misiles AGM 65 Maverik, AIM 7 Sparrow y AIM Sidewinder (Raytheon); AGM 114 Hellfire (Boeing); TOW (Hughes); y otros productos “made in USA”. Cada F-16 cuesta 34 millones de dólares y cada Apache, 15, que a Israel llegan gratis en el marco del programa de “Financiamiento Militar Externo (FME) del Pentágono, que engloba unos 3.000 millones de dólares anuales.
La política ayuda
Si se pensara que la colaboración de EE UU con la política de Israel en la región se limita al traspaso de armamentos, se tendría una pobre idea del asunto. Al tope de todo está la política.
Véase este ejemplo en el seno de la ONU. Desde 1967 en adelante, la entidad mundial votó numerosas resoluciones instando a los gobernantes israelitas a devolver los territorios ocupados mediante la guerra y a cumplir los acuerdos de paz firmados en 1993. Entre otras, figuran las resoluciones 242 (1967), 338 (1973), 1397 (2002), 1515 (2003) y 1850 (2008), pero que no han sido cumplidas, atento a los sucesos de Gaza a partir del 27 de diciembre último.
A pesar de esa condición de dudosa utilidad, el Consejo de Seguridad de la ONU acaba de votar el 8 de enero otra resolución, la 1860, que el punto 1 “destaca la urgencia y pide que se establezca una cesación del fuego inmediata, duradera y plenamente respetada, que conduzca a la retirada total de las fuerzas israelíes de Gaza” y que en el punto 2 “pide que se aseguren el suministro y la distribución sin trabas de la asistencia humanitaria, incluidos alimentos, combustible y tratamiento médico, en toda Gaza”.
Ha pasado una semana de eso y la carnicería continúa a ritmo acelerado. Para esa continuidad del drama fue un envión que Washington se abstuviera en la votación, aprobada por 13 votos a 0. Esa abstención fue una señal a Tel Aviv de que podía seguir con el trabajo sucio. Condoleezza Rice había intervenido en la redacción de una resolución light pero finalmente decidió abstenerse. ¿Qué había pasado? Según Olmert, "lo llamé a Bush y le dije que EE UU no podía votar una resolución así. Inmediatamente llamó a la secretaria de Estado y le dijo que no votase a favor".
La administración norteamericana no es la única que ha provisto de armas y créditos blandos al teocrático y sionista Israel. La Unión Europea también lo hizo pues en 2007, encabezada por Francia, vendió armas a Tel Aviv por 200 millones de euros. Son los mismos gobiernos que se sumaron desde 2006 al boicot y bloqueo contra los palestinos de Gaza argumentando que Hamas se había hecho del gobierno allí.
Otro socio de EE UU, Canadá, se opuso días atrás en Ginebra a la moción de condena a Israel hecha por Cuba y los países árabes, en el marco del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Los europeos y Japón, vergonzosamente, se abstuvieron, para quitarle impacto a esa votación que, no obstante, fue aprobada con 33 votos a favor, 1 en contra y 13 abstenciones.
Esta complicidad y aval directo o indirecto al genocidio en Gaza es aún más reprochable cuando ha comenzado a demostrarse que Israel está usando bombas conteniendo fósforo blanco y otras conocidas como DIME (Explosivo con metal inerte denso; Dense Inert Metal Explosive).
No hace falta explicar que estas armas también son de procedencia norteamericana, como los obuses con numeración M825A1, que designa las bombas de fósforo blanco “made in USA”, fotografiados por el periódico británico The Times.
Emilio Marín
www.laarena.com.ar
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