domingo, enero 18, 2009

DISCURSO DE ARMANDO HART DÁVALOS EN HOMENAJE A MIGUEL ENRÍQUEZ

"La libertad cuesta muy cara y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio" sentenció José Martí. Imbuido en este mismo sentimiento, Miguel Enríquez fue consecuente con sus posiciones revolucionarias; entregó su vida en la lucha por la resistencia chilena, y ha dejado, con el ejemplo de su muerte heroica. una nueva e imperecedera lección para su pueblo y para todos los pueblos de América.
Los contactos de nuestro Partido con la izquierda chilena nos llevaron a conocer a muchos revolucionarios que veían en el ejemplo de Cuba una experiencia. Miguel Enríquez fue uno de esos hombres. Para trasmitir al pueblo cubano una imagen de su personalidad, de su significación, de lo que él representa para el futuro de Chile, recordemos nombres como los de Abel Santamaría, José Antonio Echeverría y Frank País.
Miguel Enríquez no habla dado de si todo lo que era capaz de dar. Sí se le mide por lo que ya era, su estatura revolucionaria es de por sí grande. Sí se le mide por lo que hubiera podido llegar a ser, hay que destacar, sin temor a que el sentimiento o la emoción nuble el razonamiento, que en Miguel Enríquez despuntaba un jefe de revolución.
En el orden de la acción, de su capacidad de jefatura, de su condición de conductor de hombres, la sola existencia del MIR, y el hecho de que se mantuviera clandestino, peleando y organizando al pueblo durante todo este tiempo, lo muestra claramente. Murió peleando, combatiendo y resistiendo. Era un jefe de acciones armadas.
En el orden de su pensamiento y capacidad intelectual para defender sus puntos de vistas con lucidez, claridad y brillantez, muchos cubanos que tuvimos la oportunidad de conocerle pudimos apreciar su incuestionable talento.
Si de una parte se nos mostraba como un hombre de acción con capacidad para dirigir y organizar los com-batientes, de la otra poseía una indudable tendencia, propia de los jóvenes revolucionarios del cono sur de la América Latina, a analizar los problemas políticos y prácticos de la lucha desde el punto de vista teórico e ideológico, en el mas noble y puro sentido de la palabra.
La figura de Miguel Enríquez está vinculada al nacimiento y desarrollo del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile. Resulta imposible hablar de su personalidad sin relacionarla con el MIR chileno.
Esta organización, de breve pero brillante y combativa historia, constituye hoy una fuerza de la que no se puede prescindir en la lucha revolucionaria de Chile. Hay algo esencial que el pueblo cubano debe conocer con toda exactitud. No sería justo pasarlo por alto en esta hora en que nos hemos reunido pera rendirle home naje póstumo al Secretario General del MIR.
Cualquiera que sea nuestra opinión acerca de las formas en que se relacionaban con las otras fuerzas de izquierda, cualquiera que sea el criterio que tengamos con res-pecto a sus modos, lugares y momentos de emplear la violencia revolucionaría, estamos en el deber de sub-rayar ante nuestro pueblo, que el MIR estuvo en su na-cimiento y desarrollo muy fuertemente influido y moti-vado por la Revolución Cubana.
La primera actividad política de significación de Miguel Enríquez, está precisamente referida a las concentraciones populares que en defensa de Cuba organizara en la ciudad chilena de Concepción, cuando el ataque imperialista de Playa Girón. Y entonces sólo contaba diecisiete años de edad.
Quizás si en la personalidad revolucionaria de Miguel Enríquez, en el fuego juvenil de los combatientes del MIR, e incluso en la intransigencia revolucionaria que les caracterizaba y que en ocasiones nos hacía desear que adoptaran, mayor flexibilidad ante las situaciones políticas concretas, está sin embargo una de las más nítidas imágenes de la influencia de Cuba en el movimiento re-volucionario latinoamericano.
Los combatientes del MIR chileno deben recibir, en esta hora de dolor, el saludo emocionado de nuestro pueblo. Y nuestro pueblo debe saber con exactitud que Miguel Enríquez tenía puesto parte muy esencial de su corazón en la Revolución Socialista de Cuba.
Su pérdida es muy grande. Pero la lucha continuará con nuevos alientos, con nuevos héroes, hasta que como dijera el Presidente Allende, las alamedas chilenas se abran para los trabajadores...
No se honra a un hombre como Miguel Enríquez exaltan-do exclusivamente su personalidad política e histórica. Debemos convertir este homenaje en un motivo de análisis y en una forma de combatir al fascismo.
Los hombres caen, los pueblos quedan... La tragedia sigue presente, martillando duramente sobre la concien-cia revolucionaria. Las trágicas enseñanzas del fascismo en todo el mundo indican que solamente con una estra-tegia clara, un combate y una resistencia diarios, tenaces, y un apoyo decidido de carácter internacional, podrá vencerse a ese enemigo.
A Chile nos unen lazos de la más profunda. solidaridad. Estamos unidos como parte que somos de la Gran Patria Latinoamericana y del Caribe. Estamos unidos, de manera esencial, por intereses de clase y por principios de internacionalismo proletario. Por otro lado, circuns-tancias muy especiales determinaron que desde el triun-fo de la Revolución Cubana fueran desarrollándose entre nuestro pueblo y la izquierda chilena vínculos muy estre-chos. Las relaciones de nuestro Partido con todas las organizaciones de izquierda chilenas, a lo largo de estos quince años, pueden considerarse ejemplares.
En Chile, durante los años posteriores al triunfo de la Revolución Cubana, reinaba una situación política bien diferente a la que teníamos en Cuba en la época de la lucha contra la tiranía. Las concepciones de Cuba tenían que estar influidas por su propia experiencia histórica. No obstante, siempre entendimos, y apoyamos con todos los medios a nuestro alcance, las actividades de la izquierda chilena, que necesariamente debía transitar por caminos muy diferentes a los que condujeron al triunfo revolucionario cubano.
Ya en 1959, en Chile existía altísimo grado de desarrollo organizativo e ideológico en su clase obrera, una elevada cultura política en el estudiantado y la intelectualidad, y una profunda conciencia antiimperialista. Era lógico, por consiguiente. que el triunfo de las ideas socialistas en Cuba ejerciera marcada influencia en Chile.
Hay algo muy esencial del proceso chileno que los revo-lucionarios cubanos queremos destacar en la noche de hoy: no porque el proceso chileno haya desembocado en una tragedia debemos pasar por alto el hecho histórico de que el único país del continente en que 108 partidos obreros conquistaron el gobierno, y se propuso un camino al socialismo, después del triunfo da la Re-volución Cubana, fue Chile.
El dolor de hoy y la experiencia que los chilenos segu-ramente han extraído, tras el golpe fascista, no deben aminorar la significación política y la experiencia histórica rica, para los pueblos de la América Latina, de aquella victoria socialista-comunista,
Se había hablado mucho del camino chileno al socia-lismo. Se habían levantado grandes esperanzas en el proceso revolucionario chileno. Cuando las esperanzas han sido quebradas; cuando los revolucionarios son asesinados, encarcelados y obligados a salir de su patria: cuando la bota sangrienta de la dictadura burguesa pisotea la constitución, la ley y las libertades democráticas, Chile se ha convertido, dramáticamente, en otra nueva enseñanza, para los revolucionarios.

¿Cuál es la amarga lección chilena?

En Chile iban a cumplirse, tal como anunciara Fidel en su histórico discurso del Estadio Nacional, el 2 de diciembre de 1971, las leyes de la lucha de clases. Y si hay algún ejemplo reciente, a la vista de todo el mundo, de las verdades descubiertas por Marx acerca de la lucha de clases, ese ejemplo lo dio la pandilla militar que cercenó las libertades democráticas y las institucio-nes en que decían fundamentar su autoridad, su prestigio y su historia las fuerzas armadas chilenas. No saben Pinochet y su camarilla lo mucho que han contribuido con su acción criminal a confirmar, a los de los revolucionarios, la necesidad de la "dictadura popular" como instrumento de poder de las masas trabajadoras contra la oligarquía. No saben cuánto han ayudado a subrayar, ante todos nosotros, el papel de las clases reaccionarías, y los modos y maneras con que ejercen su cruel dictadura burguesa.
Bastaría repasar "La guerra civil en Francia", de Carlos Marx, y las experiencias extraídas de la Comuna de París por los fundadores del socialismo científico para darse cuenta de la identidad de problemas que enfrenta la cla-se obrera chilena, tras el golpe reaccionario, a los que abordaron Marx y Engels. Las crónicas que llegan de Chile parecen de otro tiempo y lugar, copias al car-bón de las crónicas que salían de Francia tras los sucesos de la Comuna. Recordamos que en su viaje a Chile, Fidel nos decía: "... Si Marx viviera, podría venir a Chile para comprobar todas sus concepciones".
El triunfo electoral de Salvador Allende, con mas del 30 % de la votación, y el hecho de que alcanzara en las elecciones municipales, después de su arribo al gobier-no, el 44%, realizado dentro del marco de una constitución burguesa, prueba hasta dónde habían penetrado en Chile las ideas socialistas, y cual era, realmente, la fuerza que tenía la clase obrera en Chile. Una victoria electoral de esta magnitud, con un candidato que proclamaba un programa socialista, que se apoyaba en la unidad muy estrecha entre socialistas y comunistas, concitó esperanzas y levantó ilusiones. Por tal motivo, el violento derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular tuvo una resonancia muy grande en el movimiento obrero y comunista internacional.
Las esperanzas que se despertaron tras el triunfo de la Unidad Popular, son equivalentes a la repercusión mun-dial que ha tenido el golpe de Estado fascista. Este hecho a situado la cuestión chilena en el primer plano de los problemas teóricos y prácticos por resolver para los revolucionarios de ese país, y para la izquierda de la América Latina.
No seremos los cubanos quienes vayamos a hacer un análisis crítico del papel y las actitudes de cada una de las organizaciones y partidos chilenos. No resulta siem-pre necesario, ni siquiera útil, enjuiciar la política de cada cual en el pasado. Esto corresponde en última instancia a los historiadores. Y la experiencia nos enseña que aun ellos pueden encontrar dificultades.
Sin embargo, tomando en cuenta las experiencias de Chile, los marxistas-leninistas de la América Latina estamos en la excepcional posibilidad histórica de esbozar una verdadera estrategia de masas para el triunfo de la ideología dei proletariado. El Partido Comunista de Cuba está a disposición de los marxistas-leninistas y de toda la izquierda antiimperialista del continente para elaborar y aplicar juntos una estrategia revolucionaria de largo alcance que tome en cuenta las condiciones actuales de la América Latina y las singulares situaciones de cada país.
El zarpazo fascista de Chile es, sin duda, el ejemplo más elocuente, o al menos el que mayor repercusión toma en el mundo, acerca de las formas con que está ope-rando el imperialismo. Tal como lo denunciare Fidel, el golpe fascista fue incitado y dirigido por la Agencia Cen-tral de inteligencia. Y el gobierno de los Estados Unidos se vio obligado a confesarlo.
No es posible ver el problema chileno separado de la situación del resto del Continente, ni aun sería posible analizarlo con independencia de la actual situación del mundo.
La distensión internacional y la coexistencia pacífica entre Estados de diferentes regímenes sociales, cons-tituyen una tendencia progresista de nuestra época, y se reflejan en el continente latinoamericano. La distensión y la coexistencia pacífica no significan que haya dismi-nuido en su virulencia la enconada lucha de clases. Lo que significa es que ahora se expresa en forma dife-rente a la del pasado, y que la clase obrera tiene mayores posibilidades de librar sus batallas de clase.
Como consecuencia de la distensión, del predominio en el terreno ideológico de los principios revolucionarios, se han producido en el continente una serie de cambios de carácter progresista. Tales cambios se expresaron en el triunfo de un movimiento militar, progresista, en el Perú: el primero de este tipo que se produce en la historia de la América Latina; en el ascenso al gobierno de los partidos de la Unidad Popular, en Chile, en 1970; en el triunfo del movimiento popular en Argentina, con las victorias electorales del Frente Justicialista, y en las posiciones antiimperialistas del gobierno de Panamá. Y, más recientemente, tales cambios favorables se ex-presan en las posiciones nacionalistas de Venezuela.
Como consecuencia de estos cambios, una serie de gobiernos latinoamericanos, con posiciones progresistas o con actitudes de rebeldía frente al imperialismo, están en disposición de desarrollar relaciones constructivas con Cuba. Esto es una victoria de la Revolución Cubana y de la causa del socialismo en el continente.
El Gobierno Revolucionario ha señalado su disposición de desarrollar relaciones con gobiernos latinoamericanos, siempre y cuando mantengan posiciones de indepen-dencia frente al imperialismo, y en base a que se desarrollen fuera del marco de la desprestigiada OEA y en un plano de igualdad y respeto recíproco. Asimismo, el compañero Fidel ha subrayado la necesidad de trabajar hacia la creación futura de una Organización Latinoamericana y del Caribe, en la que desde luego no estén presentes los Estados Unidos.
Tales posiciones del Gobierno Revolucionario de Cuba constituyen un aporte a la estrategia revolucionaria de 19 pueblos de la América Latina.
Estos avances de carácter progresista tuvieron por parte del imperialismo una respuesta con el aplastamiento brutal de las libertades democráticas en Uruguay, el re-crudecimiento del fascismo en otros países de la América del Sur, y específicamente el golpe fascista en Chile.
La garantía definitiva de los cambios revolucionarios estará en la participación de los trabajadores en los procesos políticos que tienen lugar en el continente. ¿Cómo lograrlo?
Debemos impulsar un amplío movimiento contra el fascismo en este hemisferio. Debemos, a su vez, apoyar ac-tivamente las medidas progresistas y nacionalistas de los gobiernos que desarrollen posiciones antiimperialistas. Asimismo, debemos combatir ampliamente en favor de las libertades y derechos políticos y sindicales de la clase obrera.
Los comunistas debemos llevar esta estrategia hasta sus últimas consecuencias.,y con base en los principios y la práctica que nos enseñaran Marx, Engels y Lenin.
La lucha por el socialismo ha de estar muy relacionada con la lucha por las libertades democráticas, de la clase obrera y del pueblo trabajador. Este es uno de los fun-damentos de la estrategia concebida para el movimien-to obrero y comunista por Marx, Engels y Lenin.
Si analizamos este principio a la luz de la situación chilena, podremos entender su significación. Para los cu-banos, si recordamos los orígenes de la actual etapa revolucionarla, resultaría fácil de comprender el derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular, que había triunfado en un proceso electoral, colocó a las clases reaccionarias de Chile en abierto antagonismo con las tradiciones democráticas de ese país. El hecho de que la bota fascista violentara la constitución, la ley y las tradiciones democráticas, señala la línea divisoria que separa al pueblo de sus enemigos.
La negación más absoluta y consecuente a la Junta fascista y a todos aquellos dirigentes civiles que la alen-taron, constituye una de las banderas da lucha del movimiento popular contra el fascismo.
Los que a raíz del golpe se retrataron junto a Pinochet, están, a los ojos de la conciencia democrática del mun-:1o. estigmatizados para siempre con el rótulo infamante de: ¡FACISTAS!
Las tradiciones democráticas del pueblo de Chile cons-tituyen una fuerza da enorme significación moral para los revolucionarios. El hecho de que el proceso revo-lucionario chileno transcurriera por las vías institucio-nales y que no alcanzara sus objetivos de consolidación histórica, no quiere decir que las tradiciones constitucionalistas que tan enraizadas estaban en la conciencia social chilena vayan a dejar de constituir, en este minuto, fuente de inspiración y aliento. Muy por el con-trario. Las tradiciones institucionales del pueblo de Chile las representarán mañana los partidos que con mayor decisión ofrezcan resistencia, por todos los me-dios a su alcance, a la Junta fascista.
Los cubanos tenemos una experiencia que nos puede servir para entender estos problemas. No se reprodu-cen exactamente las situaciones históricas, pero hay algunas constantes que pueden ser útiles para compren-der realidades de otros países. Fidel señalaba que el 11 de septiembre de 1973 era un equivalente del 10 de marzo de 1952. Como ustedes recuerdan. el Golpe de Estado del 10 de marzo interrumpió el proceso institucional y precipitó las condiciones para la lucha revolu-cionaria. Ustedes recordarán, también, que esta lucha se levantó desde el principio en defensa de la Consti-tución de 1940. La propia lucha, más tarde, iba a rebasar aquellos estrechos horizontes. Y los iba a rebasar, por-que alcanzaríamos una suma mayor de democracia: es decir, porque el pueblo abrazó, como consecuencia de la lucha. las ideas socialistas. Pero el combate más resuelto que libró nuestro pueblo contra el 10 de marzo, estaba alimentado desde sus orígenes por la indignación surgida frente al derrocamiento de las instituciones constitucionales. Este hecho debe ser comprendido cabalidad para entender el sentido político del movi-miento armado Iniciado y dirigido por Fidel, el 26 de julio de 1953.
En nombre de las instituciones democráticas, a partir del 10 de marzo, los revolucionarios le negamos legitimidad al régimen entronizado en el país aquella madrugada. En nombre de esa legitimidad, mantuvimos el principio de que el golpe militar había cerrado todos los caminos, y de que la democracia empezaba tras la derrota de la sangrienta tiranía. Esta posición vertical, proclamando la ilegitimidad del 10 da marzo y de las medidas dictadas por aquel gobierno, le dio fuerza a nuestra lucha en aquella oportunidad. No fue para nosotros incompa-tible la lucha en favor de las instituciones constitucionales con la lucha más resuelta, decidida, de carácter insurreccional. Era a la inversa. La lucha insurreccional en Cuba estuvo alimentada por una situación en que habían sido cercenadas las instituciones. Propiamente respondíamos a la violencia reaccionaria del golpe de estado con el movimiento revolucionario que encabezara Fidel. Los revolucionarios cubanos, encabezados por Fidel, bus-camos fuerza y aliento en las tradiciones patrióticas y democráticas da nuestro pueblo, en la movilización más activa de las masas trabajadoras. y en el análisis dialéc-tico do las situaciones políticas concretas.
El movimiento guerrillero dispuso do una sólida base política que fue ampliándose en la misma medida en que se desarrollaban las acciones del Ejército Rebelde, acompañadas de actividades de resistencia, sabotajes, huelgas en todo el país, y de una amplia red clandestina que dio a la patria millares de muertos. Por otra parte, la personalidad y capacidad política de Fidel fue desa-rrollando una línea unitaria en la conducción revolucio-nana.
La amplía base de apoyo social que le brindaron diversos sectores de la población urbana, la lucha de resistencia, sabotajes y huelgas que se desencadenó en toda la na-ción, el hecho de que la guerrilla cubana interpretaba cabalmente una gran demanda de carácter nacional y de tipo democrático, y los métodos políticos unitarios de Fidel, son aspectos de la historia de nuestra revolu-ción que debieran analizarse con todo cuidado para en tender las razones del triunfo revolucionario del primero de Enero de 1959.
Porque si la guerrilla y el Ejército Rebelde desempeña-ron el papel decisivo en el triunfo, el apoyo de los di-versos sectores sociales, y especialmente los obreros y estudiantes de las zonas urbanas, y los campesinos en las zonas rurales, combinado con factores políticos manejados de forma magistral por Fidel, constituyeron, también, factores da suma importancia sin los cuales la guerrilla hubiera podido quedar aislada. Sin tal análisis integral, el mérito histórico de la guerrilla cubana, y la experiencia política que de la misma debemos extraer, pudieran quedar simplificados y no apreciados en toda su magnitud, ni arribarse a las mejores conclusiones.
La lucha insurreccional cubana disponía de una amplí-sima base social, en buena medida porque desde sus orígenes se fundamentó en una gran demanda de carác-ter nacional y democrática, es decir, el derrocamiento da la tiranía.
Nunca estuvimos alejados da las tradiciones democrá-ticas. Nunca perdimos el rumbo acerca de la necesidad de vincularnos con el pueblo. y siempre Fidel nos enseñó lo importante que era la unidad de todas las fuerzas revolucionarias.
Estas verdades, que son parte de nuestra historia y de nuestra propia formación política, tendremos que com-prenderlas mejor para entender los procesos revolucionarios de Chile y de la América Latina.
Incluso, en Chile, las instituciones democráticas y cons-titucionales tenían mayor autoridad y prestigio que en Cuba antes del 10 de marzo. Por esta razón, el crimen cometido por los fascistas el 11 de septiembre es más grave históricamente que el perpetrado por la pandilla de militares cubanos en 1952.
Una consigna en favor de la democracia, para que resul-te realmente consecuente, debe proponerse el aplasta-miento del fascismo. No podemos permitir la consolidación histórica del fascismo en Chile. Y existen amarguisimas experiencias acerca de la consolidación del fascismo.
La tesis marxista-leninista de vincular la lucha por el socialismo con la lucha por la democracia, que es uno de los fundamentos de la estrategia clásica del movi-miento comunista en su lucha por el poder, adquiere prestigio ante las masas y se proyecta con sentido polí-tico concreto en la medida en que los comunistas sea-mos capaces de enfrentar, con todos los medios posi-bles, a aquellos regímenes que constituyen la más absoluta negación de las libertades democráticas y que cuen-tan con el odio del pueblo y la condenación de la historia.
Esta línea de principio adquiere valor práctico en la medida en que, para defender los derechos democráticos, los comunistas movilicemos al pueblo contra los elementos sediciosos y antidemocráticos, creemos las condiciones y tengamos la decisión de emplear los métodos más resueltos, idóneos y revolucionarios. Es decir, en la medida en que, frente a la violencia reaccionaria de los grupos antidemocráticos, usemos la violencia revolucionaria de las masas trabajadoras.
Es la reacción la que no está Interesada en la democra-cia. Y cuando el ejercicio de los derechos democráticos del pueblo pone en peligro o afecta sus intereses, ape-lará a la conspiración. La cabal comprensión de este hecho obliga a que los destacamentos revolucionarios estén preparados y dispuestos a dirigir las acciones armadas del pueblo en defensa de sus derechos democráticos. No somos los revolucionarios quienes engendramos la violencia. La violencia surge como inevitable consecuencia ante el hecho históricamente confirmado de que la reacción cierra el camino de la democracia cuando ve en peligro sus intereses de clase.
Y esto fue lo que sucedió en Chile. Allí, donde las liber-tades democráticas fueron cercenadas, donde los par-tidos obreros fueron obligados al clandestinaje, donde el Presidente, democráticamente electo, fue asesinado, y donde los dirigentes populares fueron a parar a la cár-cel o acribillados a balazos, allí, el pueblo no tiene otra alternativa que aplastar, con todos los medios a su alcance, al fascismo. Esta lección histórica nos la mostraron, de manera ejemplar, los pueblos de Europa, y en especial la Unión Soviética en su lucha contra el fascismo y el nazismo. Los pueblos de Europa a cuyo frente estuvo la gran Unión Soviética aplastaron el fascismo. ¡Y EL PUEBLO CHILENO TAMBIEN APLASTARA AL FACISMO!
En tales situaciones, la ilegitimidad y el carácter antidemocrático de la Junta fascista chilena constituye una de las consignas principales del movimiento revolucionario.
He ahí por qué al no reconocimiento por parte del gobierno soviético y otros países socialistas del régimen fascista chileno, constituyó, más que un hecho formal de carácter diplomático, un suceso de importancia revolucionaria en el orden de las relaciones entre los países con distintos regímenes sociales. Tal decisión de la Unión Soviética, así como su apoyo al pueblo chileno, tuvieron una enorme repercusión en todos los sectores populares de la América Latina. Este hecho elevó en la América Latina el prestigio de las posiciones socia-listas.
Es elocuente que un gran número de países, socialistas la mayoría de ellos, e incluso capitalistas, no hayan querido establecer relaciones con la Junta. Esto es un síntoma de que, en las condiciones del mundo actual, un amplio movimiento antifascista de apoyo a Chile puede convertirse en una fuerza que ayude a la clase obrera y a los revolucionarios de ese país, y que a su vez per-mita ampliar y profundizar la lucha de los trabajadores contra los explotadores.
Pero, desde luego, para consolidar ese apoyo es necesario que los revolucionarios chilenos se unan contra la Junta fascista.
Es obvio que la influencia principal en la clase obrera chilena la tienen el Partido Comunista y el Socialista. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria afirma que se propone la lucha por las ideas comunistas. Muchos de sus cuadros, procedentes de las cepas estudiantiles e intelectuales de la sociedad chilena, han hecho relaciones con sectores campesinos, de las capas más humildes de la población urbana, y de la clase obrera.
La unidad de las fuerzas populares en Chile y la amplitud de la misma reclaman, en primerísimo lugar, la unidad entre el Partido Comunista, el Socialista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. En los últimos meses Miguel Enríquez trabajaba en favor de esa unidad. Ello ayudará decisivamente a la unidad del MIR con todos los partidos de la Unidad Popular, lo que por demás constituye desde hace tiempo una exigencia del proceso revolucionario chileno.
La estrecha alianza entre los Partidos de la Unidad Popular y el MIR facilitará, a su vez, condiciones para in-corporar a amplios sectores de la Democracia Cristiana a la lucha antifascista. Para la conciencia democrático de muchos militantes del Partido Demócrata-Cristiano debe haber sido repugnante el golpe de Estado. Los sectores de la dirección de la Democracia Cristiana chilena que le hicieron o le quieren hacer el juego al fascismo, están traicionando los principios democráticos y serán repudiados por la historia.
El terror de la Junta ante la posible influencia que dentro de las propias Fuerzas Armadas pueden llegar a tener todavía las personalidades democráticas, se revela con el asesinato del general Carlos Prats, cuya lealtad al Presidente Allende y a la Constitución le ganó respeto dentro de amplios sectores sociales.
Sin embargo, la influencia de las ideas democráticas sobra todos los sectores de la sociedad chilena sólo podrá transformar la situación sí se garantiza la unión estrecha de las fuerzas de izquierda.
Si la izquierda chilena logra articular una estrategia adecuada para enfrentar el fascismo, podrá canalizar el creciente movimiento de solidaridad internacional que se viene manifestando en favor de Chile. Por otro lado, si el movimiento comunista y obrero de Latinoamérica, apoyándose en todas las organizaciones de izquierda y en los sectores antifascistas, profundiza en la lucha en favor de la solidaridad con Chile, estará levantando a su vez un fuerte movimiento antifascista en todo el conti-nente.
Acaso la búsqueda de fórmulas de cooperación internacional en apoyo al pueblo de Chile permita a los partidos comunistas, obreros, y toda la izquierda latinoamericana, encontrar las fórmulas de unidad que mañana sean útiles para abordar tareas revolucionarias de más largo alcance.
Los pueblos de Europa, que conocen el fascismo y se vieron obligados a una terrible guerra mundial para aplastarlo, apoyarán ampliamente esta lucha. Muy especialmente le brindan su apoyo los países socialistas.
El fascismo constituye el arma empleada por los imperialistas frente a sus graves crisis económicas y políticas. La crisis del capitalismo mundial, expresada en la inflación creciente y en las tensiones políticas con los países subdesarrollados, plantea hoy ante la clase obrera del mundo entero la amenaza de regímenes fascistas. De esta suerte, la lucha contra el fascismo chileno puede ser punto de partida de un movimiento de más vastas proporciones, que ayude a otros pueblos a enfrentar las acciones sediciosas que el imperialismo y las clases reaccionarias de cada país tratarán de ejecutar contra el avance de las posiciones progresistas.
Y si los chilenos, a través de la unidad interna de sus fuerzas de izquierda, y los pueblos de la América Latina, con su solidaridad y apoyo decisivo al pueblo chileno, fuéramos capaces de desencadenar una lucha política. ideológica, de masas y de toda índole en apoyo a Chile, estaríamos dando un paso extraordinariamente positivo para enfrentar las tareas revolucionarias de nuestro tiempo.
Unidad y resistencia en lo interno, solidaridad internacional en lo externo, constituyen dos elementos de la estrategia del movimiento revolucionario latinoamericano en favor de Chile

Compañeros chilenos:

No es hora de las recriminaciones ni del reproche. Que cada revolucionario y cada organización haga su propio análisis del pasado, pero que todos, los partidos de la Izquierda chilena enfrenten, unidos, la lucha contra el fascismo, es el llamamiento que nuestro Partido formula en este acto, donde le rendimos tributo al combatiente Miguel Enríquez.

Compañeros:

Ha caído un combatiente de la Revolución Latinoameri-cana. "La sangre de los buenos no se derrama en vano", dijo José Martí. "Hasta después de muertos somos útiles", dijo Julio Antonio Mella. La sangre y la vida de Miguel Enríquez deben servirnos a todos los revolucionarios, chilenos, cubanos y latinoamericanos, para refle-xionar acerca de los caminos futuros de la revolución. Se abren ante los pueblos de la América Latina grandes posibilidades revolucionarias. Estas posibilidades fueron abiertas por miles de muertos que, como Miguel Enrí-quez, han caído combatiendo.
Fresca aún la sangre generosa de Miguel Enríquez, recor-demos a los miles de caídos en las ciudades, en los campos, en las cárceles de la América Latina. Ellos, con su sacrificio generoso, nos alientan e incitan a cum-plir el deber de continuar combatiendo.
Hay entre esos muertos dos nombres que han de recor-darse para siempre: el del Guerrillero Heroico, Ernesto Che Guevara, y el del Presidente Constitucional de Chile, Salvador Allende: son como un reto al porvenir.
Busquemos los revolucionarios de la América Latina el ca-mino que esos dos símbolos abren ante nosotros. Son dos caminos que se entroncan, dos símbolos que se unen.
El mejor homenaje a la memoria de Miguel Enríquez está en recordar aquí el legado imperecedero de esos símbolos. El legado Imperecedero de los combatientes del Palacio de La Moneda y de los de la guerrilla internacionalista que luchó en las selvas de Bolivia.
Compañero Miguel Enríquez: fuiste fiel hasta la muerte al ejemplo de heroicidad de Salvador Allende, en el Pa-lacio de La Moneda. Fuiste leal hasta el final al ejemplo del Che, en la guerrilla internacionalista. Te has ganado un lugar en la historia de Chile y un lugar en el corazón del pueblo cubano.
En nombre de nuestro pueblo, Miguel Enríquez, podamos repetirte lo que ya dijo Fidel: "..... Y si un día fui-mos capaces de arrancarnos el azúcar de nuestra cuota para dársela al pueblo chileno, estaremos dispuestos a arrancarnos el corazón por ayudar a la revolución chilena".

¡Honor a los combatientes!

¡Honor a los que dignamente resisten en las cárceles y campos de concentración!

¡Honor a los que mueren combatiendo!

¡Honor a los que han tratado de tomar el cielo por asalto!

¡PATRIA O MUERTE VENCEREMOS!
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Discurso leído por Armando Hart Dávalos, miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en el acto celebrado en Ciudad de La Habana, en homenaje a Miguel Enríquez, Secretario General del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) chileno, caído el 5 de octubre combatiendo a las hordas fascistas de la Junta Militar chilena. Digitalizado por el Centro de Estudios Miguel Enríquez.
1974 10 21

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