Si la economía se detiene, las autoridades chinas se verán empujadas a modificar aspectos sustanciales de su estrategia económica, basada en la producción barata y las exportaciones.
Nada hay de bueno y sí de inquietante en la compleja evolución que probablemente sufrirá la sociedad china en los próximos años. El origen de la transformación es económico. La economía china ya no puede crecer a tasas en torno al 10% porque la recesión en las principales economías mundiales, clientes de China, va a reducir drásticamente las exportaciones. Pero las consecuencias de una desaceleración en el país asiático son mucho peores de las que pueden darse en los países industrializados. Crecer al 7,5% en 2009, como prevé el Banco Mundial, o todavía menos, en lugar del 9% o el 10%, puede significar cierres en cadena de empresas, incapacidad de la industria y los servicios para absorber la mano de obra que fluye incesantemente desde el sector agrícola (millones de emigrantes regresan a sus pueblos porque no encuentran trabajo en las ciudades) y 10 millones de parados más como mínimo.
China ha sido hasta el momento uno de los grandes motores del crecimiento mundial. También un garante de la estabilidad financiera a través de sus ingentes compras de deuda estadounidense y de sus gigantescos fondos nacionales de inversión. Si la economía se detiene, las autoridades chinas se verán empujadas a modificar aspectos sustanciales de su estrategia económica, basada en la producción barata y las exportaciones. El plan de estímulo económico aprobado en noviembre, dotado con nada menos que 440.000 millones de euros, no debería gastarse simplemente en reproducir el modelo económico actual. Si quieren evitar un problema social de gran envergadura, las autoridades chinas están obligadas a explorar otros modelos de crecimiento y de cohesión social. La inversión pública en educación, sanidad, eficiencia energética y mejoras tecnológicas en la agricultura serían las prioridades de ese nuevo modelo económico. Crean empleo, aumentan las redes de protección social y mejoran el capital humano del país.
Probablemente, ese nuevo salto hacia adelante produce hoy un gran vértigo. Hay que entender el desconcierto oficial, después de 30 años de crecimiento casi ininterrumpido como resultado de las reformas de Deng Xiaoping. La importancia de ese nuevo salto y el riesgo para los gobernantes radica en que una economía así conduciría, ineludiblemente, a más apertura política interna.
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