viernes, enero 09, 2009

LA VERDAD NO ANDA BUSCANDO SALUDOS.

Adys Cupull y Froilán González

“¡Muero por la Revolución!” dijo Julio Antonio Mella en la calle Abraham González de la capital mexicana aquella fría noche del 10 de enero de 1929, cuando caía herido de muerte a causa del atentado perpetrado por sicarios enviados por el dictador cubano Gerardo Machado y Morales.
En la mesa de operaciones declaró, con mucha dificultad, “Tengo la seguridad que fueron emisarios del Gobierno de Cuba los que vinieron a matarme por mis ideales comunistas."
A la 1:45 del 11 de enero falleció sin aún cumplir los 26 años. A su lado la fotógrafa italiana Tina Modotti, luchadora comunista y antifascista, quien lo acompañaba en el momento de los disparos. Ella, que lo había fotografiado en vida, sacó la última foto a su rostro, en el cual ni la palidez de la muerte logró borrar su serenidad y rebeldía.
Al amanecer los principales diarios de México y las agencias cablegráficas internacionales dieron a conocer la trágica noticia. Al ser asesinado, dejaba a su hija Natasha, de un año y tres meses de nacida, que se encontraba en Cuba junto a su madre, la cubana Oliva Zaldívar Freyre.
El muralista mexicano Diego Rivera declaró: "...La culpa de este horrendo asesinato es del gobierno y la embajada de Cuba, los que urdieron sus maquinaciones para darle muerte a Mella, con la particularidad de que a espaldas del gobierno cubano se encuentra Estados Unidos, que en su afán de imponer su política al mundo entero, está acallando las pocas voces de protesta que se elevan, como la de Mella."
Después del crimen los corazones honrados y sensibles de su patria, de México y de otras latitudes, quedaron atravesados por el dolor de su muerte y por la impunidad de los asesinos quienes, amparados por los funcionarios de Machado y la complicidad del Jefe de la Policía en México, Valente Quintana, burlaron la justicia.
En 1931 fue encausado en la capital mexicana el cubano que disparó contra Mella, José Agustín López Valiñas, acusado por su esposa la mexicana María Guadalupe Gil Oceguera. Celebrado el juicio y comprobado el crimen fue sancionado y cumplió prisión.
En el libro se pubican las declaraciones de los cómplices y testigos. Se relata el destino final de cada uno. El 12 de agosto de 1933 el dictador Gerardo Machado fue derrocado; huyó sin que se le pudiera enjuiciar por sus crímenes. Ese mismo año José Magriñat, jefe del plan criminal en México, fue ajusticiado en la ciudad de La Habana.
El imperialismo norteamericano y Machado fueron acusados públicamente, pero no se proporcionaron las pruebas documentales que sólo la historia y el tiempo lo hicieron posible.
En nuestro libro Julio Antonio Mella en medio del fuego, publicado en México por la casa Editora El Caballito en el 2002 y por la Abril en Cuba en el 2006, se revelan cables cifrados, documentos confidenciales, informes de la embajada de México en La Habana dirigidos a la Secretaría de Relaciones Exteriores, las respuestas de esta, los informes del embajador cubano en México, la respuesta de la cancillería cubana, los informes desde Washington, y se explica la forma en que se gestó un estado de opinión contra el joven comunista cubano y sus compañeros.
El asesinato de Mella, el 10 de enero de 1929, causó indignación entre intelectuales, estudiantes, obreros y campesinos, quienes demandaron al gobierno mexicano la ruptura de relaciones con el de Cuba.
Por los documentos encontrados se probó que Tina Modotti, no tuvo relación con el crimen, como se pretendió hacer creer en un principio.
Entre los que planearon y ejecutaron el homicidio se encontraban: Gerardo Machado, Santiago Trujillo, Guillermo Fernández Mascaró, José Magriñat Escarrá, Miguel Francisco Sanabria Nodarse, José Agustín López Valiñas. En el libro se publican las declaraciones de los cómplices y testigos y el destino final de cada uno.
En medio del fuego no sólo trata de las balas que dieron fin a la vida plena y prometedora del destacado líder, fundador de la Federación de Estudiantes Universitarios, de la Universidad Popular José Martí, de la Liga Antiimperialista y del primer Partido Comunista Cubano. Trata también del fuego que envilece las mentes y el alma de los hombres porque ese joven de clara inteligencia, transparencia, firmeza, ideales profundos y nobles en defensa de los desposeídos del mundo, fue víctima de las intrigas, las calumnias, los prejuicios raciales, la envidia, y el odio visceral y enfermizo de esos que en lugar de amar y construir sólo odian y destruyen.
La verdad hay que decirla aunque motive rectificaciones en los conceptos históricos investigados durante una época. El asesinato de Julio Antonio Mella se presenta en el libro con todas sus implicaciones y detalles.
Este 10 de enero del 2009, se cumplen 80 años de los hechos, la historia indetenible, enjuicia y acusa. Se reconocen los valores de aquellos que consecuentes con los principios elementales de honradez y justicia se enfrentaron a los mandatos criminales de Machado y del imperialismo norteamericano y cada año sitúan claveles y rosas rojas donde fue asesinado y flechas de dignidad para combatir las tergiversaciones, olvido y manipulaciones.
Por ello en este enero, nos detenemos para reconocer a los mexicanos que aportaron datos, documentos y nuevos elementos que permitieron esclarecer irrefutablemente toda la trama de la conspiración criminal.
Entre ellos el profesor Alberto Hijar, la crítica de arte Raquel Tibol, la arqueóloga Lourdes Patiño, el economista y profesor Antonio Gazol, el abogado René Ortiz, el historiador y escritor Manuel López Gallo, el doctor Alfonso Herrera Franyutti, la escritora Elena Poniatowska, los Licenciados Berta Zapata Vela, Edna Aldama, Eugenia y Andrea Huerta, Antonio Bolívar, Roberto Marín, Leonor Hernández, María Eugenia Conchola, Raúl González, Roberto Beristaín y Rocio Romero.
Merece el reconocimiento especial la dirección y personal especializado del Archivo General de la Nación, el del Acervo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de la Hemeroteca de la Universidad Nacional Autónoma de México y al personal diplómatico de las Embajadas de Cuba en México y de México en La Habana.
La valiosa ayuda permitió que mexicanos y cubanos pudieramos reconstruir los hechos y demostrar con documentos a los culpables del crimen y describir la vida inmoral, corrupta, inescrupulosa y mercenaria de los asesinos.
La verdad, como escribió el Héroe Nacional cubano José Martí, no ha de quedar sin decir, y la verdad no anda buscando saludos, ni saludando. También señaló que exagerarla era debilitarla y que aborrecía las falsedades de la vida, y solo amaba a quien tenía el valor de vivir en el agradecimiento y en la verdad, y el mérito es de la verdad y no de quien la dice.
En el Ensayo Nuestra América, José Martí escribió: "...porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella.”

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