La masacre de Iguala no pasa desapercibida. Las grandes cadenas mediáticas bajo el control de Estados Unidos han tratado de silenciar la pesadilla del pueblo mexicano. Ha sido imposible, los padres de los normalistas de Ayotzinapa reclaman a sus 43 hijos: “Los queremos vivos”, gritan. El mundo entero se une a su demanda y a su dolor.
“En el caso de México, la larga noche neoliberal ha dejado un país sumido en la miseria. Azorado por las medidas anti-populares que se han implementado por los distintos gobiernos y ensangrentado por la violencia -tanto estructural como criminal- provocada por una lógica destructiva. El país hermano padece hoy las consecuencias de un proceso socio-económico catastrófico”. Cito a Luis Martínez.
En otro país latinoamericano, Colombia, han sido asesinados en las dos últimas décadas casi 3,000 sindicalistas, tanto líderes como afiliados de base. Más de 4.5 millones de campesinos han sido despojados de sus tierras y obligados a desplazarse por el Ejército y los grupos paramilitares. Además, más de 9,000 presos políticos se pudren en las cárceles por participar en actividades político-sindicales no-violentas. Además, han sido asesinados decenas de abogados, activistas y defensores de los derechos humanos.
México y Colombia son los dos países con gobiernos más cercanos a Estados Unidos. Siguen las órdenes de Washington sin cuestionar sus consecuencias. Las masacres y abusos cometidos por las ‘autoridades’ son llamados por los funcionarios de la Embajada de Estados Unidos ‘daños colaterales’ de la lucha contra el enemigo declarado: los pueblos.
Bajo el subterfugio falso de la guerra contra las drogas, los gobiernos de México y Colombia - en alianza con Estados Unidos - quieren acabar con el tejido social de esos países y reemplazarlo con otro, hecho a la medida de las políticas neo-liberales.
Según la periodista Karen Méndez, con una frialdad escalofriante, el procurador general de México, anunció que los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, “fueron asesinados, calcinados, triturados y echados a un río en bolsas de basura luego de que policías municipales, siguiendo instrucciones del alcalde Abarca, los entregara al grupo paramilitar Guerreros Unidos para que los desapareciera y así evitar que entorpecieran un acto público de su esposa, Angeles Pinilla”.
Con la misma frialdad han reaccionado las grandes corporaciones mediáticas y los funcionarios de Estados Unidos, que desde hace décadas se han tomado la libertad de criminalizar e intervenir en cualquier país del mundo con la excusa de estar defendiendo los derechos humanos.
Sobre la desaparición forzada de los estudiantes, grandes corporaciones como CNN se han limitado a informar sobre este caso sin ahondar y sin hacer críticas contra un gobierno amigo de la Casa Blanca. Desde 2006 hasta la fecha el gobierno mexicano ha desaparecido a más de 20,000 personas y repartido decenas de fosas comunes a lo largo y ancho de ese país.
Este tratamiento mediático contrasta con el despliegue técnico e informativo que hicieron en Venezuela, cuando el dirigente de la extrema derecha venezolana, Leopoldo López, llamó a toda su militancia a tomar las calles hasta forzar la salida del presidente Nicolás Maduro.
Apenas López hizo su proclama, CNN no perdió tiempo ni escatimó recursos. Dedicó casi toda su programación internacional a Venezuela denunciando, sin pruebas, que el Gobierno arremetía y torturaba a estudiantes indefensos. Además, envió casi de manera inmediata a sus reporteros para acompañar a los manifestantes. Los opositores convocaban a sus marchas y cortes de ruta con acciones violentas diciendo "está garantizada la cobertura en vivo de CNN en Español".
La pauta de CNN se extiende a los medios panameños, donde aún - en el marco de esta coyuntura - se ignora la masacre en México y se destacan las declaraciones de la oposición venezolana, de los empresarios ecuatorianos o racistas bolivianos. Mientras tanto, las Naciones Unidas señalan que Venezuela y Uruguay son los países en América latina con los índices de ‘desarrollo humano’ más altos.
En medio de la vorágine el presidente mexicano se fue de viaje. El padre mexicano, Alejandro Solalinde, a su vez, pone sobre el tapete el rol de la Iglesia católica. Aseguró que mientras “México se incendia” el clero mantiene la tradición “conservadora y papista” de rezarle a Dios por lo que corresponde hacer a los hombres. El sacerdote y activista lamentó la falta de respuesta de la Iglesia por las desapariciones de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
¡Los queremos vivos! Es el grito que se alza en todo el mundo.
Marco A. Gandásegui
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