En materia de finanzas, la Gran Muralla China se transformó radicalmente el lunes 17 de noviembre toda vez que se ha acelerado el proceso de apertura de la cuenta de capital: las bolsas de valores de Shanghái y Hong Kong, vincularon sus operaciones mediante un nuevo programa denominado «Stock Connect». Ello permite a inversionistas internacionales comprar y vender más de 500 acciones tipo A originarias de China continental, a través de la plaza financiera de Hong Kong.
Desde que fue anunciada por primera vez, la conexión bursátil levantó muchas expectativas entre las autoridades financieras asiáticas. A través de la cooperación financiera que incluye su dimensión geopolítica de cara a la rivalidad de las divisas en el Sistema Monetario Internacional, el programa «Stock Connect» contribuye de manera decisiva para cumplir los objetivos planteados en el XII Plan Quinquenal (2011-2015). Charles Li, director general de la bolsa de Hong Kong, sentenció a principios de abril de 2014: «creemos que este proyecto podría allanar el camino para una mayor apertura de los mercados de capital […] y ayudar a promover la internacionalización del renminbi. También creemos que podría proporcionar una nueva oportunidad y crear un impulso para el desarrollo de Hong Kong como centro financiero internacional».
Desde el año 2002, los inversionistas con vocación global únicamente podían comprar acciones chinas a través del Programa Chino de Inversores Institucionales Extranjeros Calificados (QFII, por sus siglas en inglés). Dicho proyecto contiene diversos obstáculos regulatorios, por ejemplo, está sujeto a la firma de un memorándum de entendimiento entre China y el país de origen del agente financiero interesado, así como a un límite de inversión. En 2012 no obstante, las autoridades supervisoras de Beijing anunciaron la creación de un nuevo mecanismo, el Programa Chino de Inversores Institucionales Extranjeros Calificados en Renminbi (RQFII, por sus siglas en inglés).
El lanzamiento del RQFII, además de complementar las operaciones del QFII, cruzó las fronteras asiáticas para involucrar a un mayor número de países en los flujos de comercio e inversión denominados en la “moneda del pueblo” (renminbi). A finales de 2013, George Osborne, ministro de Finanzas británico, anunció el lanzamiento de la City de Londres como la primera plaza financiera del yuan ubicada en territorio occidental. A partir de entonces, los inversionistas británicos comenzaron a realizar operaciones de compra y venta de instrumentos financieros de origen chino por un monto límite de 80 mil millones de dólares. Posteriormente, Alemania y Francia comenzaron a llevar a cabo operaciones análogas a Gran Bretaña en el continente europeo. Más recientemente, el RQFII fue adoptado por Qatar y Canadá, a través de cuotas máximas de 30 mil y 50 mil millones de dólares respectivamente. En el plano global, las cuotas de los ocho países suscritos hasta la fecha en este proyecto de inversión suman un total de 720 mil millones de dólares.
El nuevo programa piloto «Stock Connect», a diferencia de los dos proyectos anteriores (QFII y RQFII), reduce el tiempo de espera para que un inversor comience a realizar operaciones de compra y venta de capital accionario de empresas chinas. Aunque también funciona por la vía de cuotas máximas de inversión, sus límites ya no se establecen en el ámbito del inversor, sino del mercado.
Las reglas para los flujos de capital entre ambas bolsas son básicamente de dos tipos:
Por un lado, para las inversiones dirigidas desde el mercado de valores de Hong Kong hacia Shanghái o «Northbound». Los inversionistas internacionales pueden comprar y vender las acciones de 568 empresas chinas relacionadas con los sectores de la salud, materiales industriales y productos básicos de consumo. El límite de inversión es de 49 mil millones de dólares (300 mil millones de yuanes) y la cuota diaria de 2.127 millones de dólares (13 mil millones de yuanes).
Por otro lado, para las inversiones dirigidas desde el mercado de valores de Shanghái hacia Hong Kong o «Southbound». Los inversionistas chinos tienen acceso a los títulos de 266 compañías que cotizan en la bolsa de Hong Kong y cuyas acciones representan más de 82 por ciento de la capitalización total del mercado. El límite de inversión es de 41 mil millones de dólares (250 mil millones de yuanes) y la cuota diaria de 1.718 millones de dólares (10.500 millones de yuanes). Adicionalmente, los inversionistas de la vía «Southbound» deben poseer un mínimo de 500 mil yuanes (81 mil 833 dólares) en una cuenta corriente bancaria.
No cabe duda de que si bien la conexión bursátil entre Shanghái y Hong Kong coadyuvará a afianzar gradualmente el liderazgo global de China y el yuan, al mismo tiempo constituye un mecanismo de ingeniería financiera para aliviar, al menos en el corto plazo, las crecientes contradicciones internas del régimen de acumulación.
En primer lugar, existen múltiples sospechas en torno a la solvencia del sistema bancario chino como efecto de una crisis vinculada a la sobreinversión y la sobrecapacidad productiva en el sector inmobiliario. En su informe relativo al tercer trimestre de 2014, el Banco Popular de China confirmó que ha llevado a cabo dos rondas de inyecciones de liquidez durante el año por un total de 125.900 millones de dólares (769.250 millones de yuanes). Por otro lado, diversas investigaciones científicas calculan en más de 250 por ciento la suma de la deuda pública y privada como porcentaje del PIB. Adicionalmente, el crecimiento exponencial del sistema bancario en la sombra (shadow banking system) así como su participación ascendente en los circuitos de financiamiento tradicionales, representan una grave amenaza tanto para la economía china como para el resto del mundo. Según los cálculos realizados por Xiao Qi (beyondbrics, 20/11/2014), el sistema bancario en la sombra de origen chino podría poseer activos financieros de alto riesgo por un monto equivalente a 7.56 billones de dólares (46.30 billones de yuanes), aproximadamente la décima parte del PIB global del año 2013 medido en términos nominales.
En segundo lugar, tanto la falta de liquidez como la caída de la rentabilidad de las empresas, han provocado profundos estragos en el mercado de valores en los últimos años. Atrás quedó el auge del primero de octubre de 2007, cuando el índice principal de la bolsa de Shanghái (SSE Composite Index) obtuvo su registro más alto por un total de 5.954 puntos. A partir de la crisis crediticia en Estados Unidos de agosto de ese mismo año, los registros de la bolsa china apuntaron a la baja de manera sostenida hasta alcanzar un mínimo de 1.728 puntos a principios de octubre de 2008, una caída de más de 70 por ciento. Sin embargo, luego de anunciarse el programa «Stock Connect», el mercado de valores chino volvió a registrar cotizaciones alcistas: entre el 3 de abril y el 18 de noviembre del año en curso, pasó de 2.058 a 2.456 puntos, un aumento significativo de 20 por ciento, aunque todavía por debajo de la mitad del nivel alcanzado a finales del año 2007.
Una de las grandes paradojas de la crisis actual, consiste en el aparente desacoplamiento entre la fuerza mercantil de la potencia económica en ascenso (China) y el poder financiero del país hegemónico en declive relativo (Estados Unidos). Hasta el momento, ninguna divisa parece desafiar el poderío del dólar en el mercado mundial de capitales. Según las estimaciones de Jonathan Anderson, miembro de Emerging Advisors Group, los inversionistas internacionales tienen acceso a aproximadamente 56 billones de dólares en activos financieros denominados en dólares incluyendo bonos y acciones. Bajo denominación del euro y el yen japonés, pueden disponer de cantidades equivalentes a 29 billones y 7 billones de dólares respectivamente. En contraste, los activos financieros denominados en yuanes a disposición global alcanzan un monto de 300 mil millones de dólares, una cifra casi 187 veces menor en relación al dólar (The Economist, 21/06/2014).
En suma, las consecuencias de la conexión entre las bolsas de Shanghái y Hong Kong no escapan a un sinnúmero de riesgos y desafíos en escala nacional, regional y global. Diversas incógnitas podrían eventualmente, poner en un serio predicamento el éxito de la nueva dupla bursátil y, de manera especial un componente será clave en el futuro más cercano: evitar a toda costa los efectos perniciosos de la mundialización del capital financiero bajo la hegemonía del dólar y Wall Street.
Ariel Noyola Rodríguez
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