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sábado, agosto 15, 2015
Trotsky como dirigente de la Tercera Internacional
“¡Qué dicha la de vivir y luchar en tiempos como estos!”
“Grandes jornadas”, discurso en el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, 1920.
Aquí justamente queremos explorar brevemente un aspecto de Trotsky del que en el mundo de habla hispana hasta el día de hoy hay muy poca referencia y escasos materiales. Se trata de sus contribuciones y su rol como fundador y dirigente de la Tercera Internacional entre 1919 y 1923, en vida de Lenin y antes del ascenso de la burocracia estalinista. Ya Trotsky en 1933, al llamar a fundar una nueva Internacional, la Cuarta, planteaba que el legado de la nueva organización incluía como propias las resoluciones, manifiestos y conclusiones de dicho período de la IC. Como un aporte para empezar a salvar este bache, como también la laguna que existe en nuestro medio alrededor de la IC en general durante esos años, Ediciones IPS y el CEIP León Trotsky vamos a publicar próximamente, como parte de la serie de obras escogidas del revolucionario ruso, su libro Los cinco primeros años de la Internacional Comunista, publicado en 1924, poco después de la muerte de Lenin y en vísperas del V Congreso de la Internacional Comunista (IC), en los comienzos de su lucha contra la burocracia de Stalin. Se trata de una compilación hecha por él mismo de sus principales contribuciones de esos años a la Tercera Internacional, en la forma de artículos, manifiestos, discursos, tesis, etc. Es un volumen considerable, del cual el 70 % de su contenido permanece inédito en castellano.
Es muy difícil resumir en un corto artículo todo lo que aporta el libro que estamos editando, así como reconstruir el trayecto histórico de los 5 primeros años de la IC, eso lo dejaremos para un futuro estudio introductorio. Por ahora vamos a atenernos a lo que consideramos su núcleo principal, que se desarrolla principalmente en el período que va entre el Tercer y el Cuarto Congreso de la IC (1921-22).
Los primeros tres años de vida de la Tercera Internacional. La necesidad de un giro fundamental en 1921
El año en que se funda la IC, 1919, había un estado de confusión y alarma en la burguesía. Los campesinos y obreros volvían de las trincheras. Ya en 1914 había previsto que
…con el arma que él mismo ha fabricado, el obrero alcanza una posición en la que el destino político del Estado depende directamente de él (…) la experiencia actual le está enseñando a despreciar esta legalidad y a destruirla (…) Las clases poseedoras, para su horror, pronto tendrán que reconocer este cambio. Una clase trabajadora que ha pasado por la escuela de la guerra, sentirá la necesidad de utilizar el lenguaje enérgico de la fuerza ni bien tenga que enfrentarse al primer obstáculo serio en su propio país [1].
1919 es el año de la Revolución alemana y húngara y de la expansión de la oleada influida por la Rusia bolchevique. Había terminado una guerra, los ejércitos estaban maltrechos, pero sin embargo había un Estado Mayor que se estaba fundando y reclutando soldados: el de la revolución socialista, la Tercera Internacional, que estaba dirigiendo sus cañones hacia el centro de gravedad mismo del capitalismo europeo que era Alemania. Haciendo caso omiso de las leyes de la economía y del descalabro producido por la guerra, la burguesía sabía que tenía que defender a toda costa este centro, pero no lo podía hacer con una contrarrevolución militar directa (¡su propio ejército estaba sublevado!), por lo cual otorgó concesiones con tal de frenar esta onda expansiva y “patear para adelante” los problemas económicos. Una muestra más de cómo para las clases dominantes la política no está mecánicamente determinada por la economía. Luego de derrotada esta oleada, en 1920 la burguesía descarga el peso de la crisis de posguerra sobre las masas trabajadoras, avanzando incluso sobre las conquistas que poco tiempo antes había concedido, aumentando el desempleo, etc. Esto le permite a la burguesía un respiro, reconstruir su aparato estatal, tener más seguridad de sí misma y envalentonarse e ir ganando posiciones en función de intentar restablecer un nuevo equilibrio, que hacia 1921 se refleja en una coyuntura económica en la que la desocupación comienza a bajar y se reconstruye la economía. En medio de esta situación, en 1921 se produce en Alemania el suceso conocido como la “Acción de Marzo”, una acción ultraizquierdista decidida por la dirección del KPD y parte de la dirección de la propia IC. En ese mes de 1921 el KPD junto con su ruptura ultraizquierdista, el KAPD, protagonizan un intento de insurrección en la zona central de Alemania, apoyándose en un llamado a una huelga general al que la gran mayoría de los trabajadores no adhirió. La insurrección no tuvo eco en ninguna otra parte de Alemania y los comunistas se enfrentaron solitarios al ejército y fueron aplastados, lo que constituyó un grosero error que le costó a la sección alemana el aislamiento y la pérdida de aproximadamente 250 mil militantes sobre un total de 350 mil. Así, el capitalismo conseguiría un respiro y el tren de la revolución europea que venía a toda marcha, de repente avanza tan lento que parece que se frena. Se vuelve necesario un giro táctico importantísimo.
León Trotsky buscó permanentemente captar la esencia del capitalismo como una unidad en continuo movimiento que contempla sus factores económicos, que incluyen elementos periódicos (sus ciclos económicos e industriales como había descripto Marx) pero también sus tendencias básicas, es decir, en qué medida en determinado momento el capitalismo desarrolla, detiene o estanca sus fuerzas productivas, así como los factores políticos en una época de decadencia capitalista. Estas reflexiones cobran, en el contexto de 1921, una importancia fundamental.
Uno de los artículos más extensos de la compilación y sobre el que varios otros artículos desarrollan luego otros aspectos, se titula “La situación mundial” uno de sus principales discursos en el Tercer Congreso de la IC en 1921 [2]. Allí la interpretación de las tendencias del capitalismo se realiza a través de la relación permanente entre tres factores. A saber: la economía, las relaciones entre las clases y las relaciones internacionales entre los Estados. Dice Trotsky:
El equilibrio capitalista es un fenómeno complicado; el régimen capitalista construye ese equilibrio, lo rompe, lo reconstruye y lo rompe otra vez, ensanchando, de paso, los límites de su dominio. En la esfera económica, estas constantes rupturas y restauraciones del equilibrio toman la forma de crisis y booms. En la esfera de las relaciones entre clases, la ruptura del equilibrio consiste en huelgas, en lock-outs, en lucha revolucionaria. En la esfera de las relaciones entre estados, la ruptura del equilibrio es la guerra, o bien, más solapadamente, la guerra de las tarifas aduaneras, la guerra económica o bloqueo. El capitalismo posee entonces un equilibrio dinámico, el cual está siempre en proceso de ruptura o restauración. Al mismo tiempo, semejante equilibrio posee gran fuerza de resistencia; la prueba mejor que tenemos de ella es que aún existe el mundo capitalista.
El concepto de “equilibrio” aquí es clave. Este último, lejos de constituir algún tipo de estado permanente, es la visualización de la totalidad del sistema capitalista como una unidad en continuo movimiento que construye dicho equilibrio, luego lo rompe, lo reconstruye y lo vuelve a romper. De esta manera, el rol determinante de la economía en última instancia no es el resultado de un proceso mecánico. La suerte de la lucha de clases y de las relaciones entre los Estados nacionales intervienen en la constitución de dicho equilibrio. Trotsky así incorpora el rol fundamental del factor subjetivo y de los factores políticos incidiendo en las tendencias de la economía.
Marx definió que el movimiento del capitalismo estaba caracterizado por ciclos industriales, que duraban aproximadamente diez años, donde se alternaban ciclos ascendentes (llamados “boom económico”) con ciclos descendentes (“depresión”). Trotsky comparaba estos ciclos con los latidos del corazón de un organismo vivo. Los ciclos industriales y comerciales tienen ritmo y regularidad propios. Pero el capitalismo en su fase imperialista difiere del capitalismo de libre concurrencia que se desarrolló hasta fines del siglo XIX como en el ser humano el cuerpo de un anciano difiere del de un joven. Hay otra tendencia, que es el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, que para Trotsky tuvieron una tendencia general ascendente hasta la Primera Guerra Mundial. De allí en adelante, los ciclos industriales (los latidos del corazón), se hacen más irregulares, según los distintos períodos de estancamiento o desarrollo parcial de las fuerzas productivas que han ocurrido en distintos momentos de la era imperialista. Los ciclos descendentes tienden a volverse más largos y más críticos, y los ciclos ascendentes no terminan de recuperar la economía más que hasta los niveles previos al inicio del período descendente. Esto produce grandes sacudidas que trascienden la economía. Hubo estancamiento de las fuerzas productivas previo a las dos guerras mundiales producto de la sobreacumulación generada en el período de desarrollo previo. Potencias imperialistas ascendentes como Alemania y EE. UU. necesitaban cuestionar el statu quo mundial donde una potencia en decadencia como Gran Bretaña seguía dominando por inercia el comercio, la industria y las áreas de influencia a nivel internacional.
Es decir, volviendo a los tres niveles de análisis de los que hablaba Trotsky, las tendencias al equilibrio o desequilibrio en el plano económico se entremezclan y determinan mutuamente con las tendencias a una mayor o menor lucha de clases (ascensos obreros, revoluciones, contrarrevoluciones) y con las tendencias al mayor o menor conflicto entre los distintos Estados nacionales (guerras, conflictos económicos entre países o grupos de países, alianzas supranacionales, etc.).
La “occidentalización” del bolchevismo: Frente Único y Programa de Transición o cómo “revolución permanente” no es sinónimo de “ofensiva permanente”.
Veremos ahora cómo Trotsky llega a esta conclusión y qué implicancias tuvo para la IC.
El Tercer Congreso sesionó entre el 22 de junio y el 12 de julio de 1921. Con mucha razón se llamó a este congreso “una escuela de estrategia revolucionaria”. La mayoría de los delegados que asisten pertenecen a las tendencias “izquierdistas” de los distintos partidos comunistas. Lenin y Trotsky, quienes deben declararse como una tendencia especial (autodenominados, con sarcasmo, “la derecha”) e intentar convencer a quienes los desafían.
Las tendencias izquierdistas habían forjado una concepción propia, según la cual la estrategia que se corresponde con el carácter revolucionario del marxismo es la “ofensiva permanente”. Según esta, la movilización revolucionaria de las masas está garantizada por la crisis económica permanente del capitalismo, por lo cual esta última describiría un movimiento ascendente sin pausas ni reflujos que, determinando a la política, plantearía permanentemente la toma del poder por la clase obrera. No obstante, esta teoría, que era un resabio de la experiencia de la oleada revolucionaria de 1917-1919, en 1921 se daba de bruces con la realidad de la estabilización relativa del capitalismo, que a lo sumo daba lugar a conflictos obreros parciales con objetivos reformistas. Mantener la “teoría de la ofensiva” en un momento de estabilización equivalía al suicidio político y al aislamiento de los Partidos Comunistas y la vanguardia sobre la que influían con respecto a las grandes masas obreras. Lenin y Trotsky pelean entonces por agregar al arsenal táctico del marxismo conceptos clave como la táctica del Frente Único y la necesidad de un programa transicional. La táctica del Frente Único parte de la necesidad de que para encarar una lucha seria contra la ofensiva del capital hace falta lograr la mayor unidad de las filas obreras. Se trata de movilizar masivamente al movimiento obrero por objetivos comunes que afectan sus intereses, como por ejemplo en esos años era luchar contra la inflación, contra los cierres de fábricas, contra el desempleo, contra las bandas armadas de la derecha, para lo cual era necesario levantar un programa común, de transición, que constituyera un puente entre la conciencia presente de las masas y las tareas que debía llevar a cabo para enfrentar la ofensiva capitalista. Por lo general, esta última iba por delante de la propia conciencia de las masas de su situación, por lo cual la vanguardia obrera y los partidos comunistas debían combinar el Frente Único con un programa de acción transicional para movilizar a los trabajadores a la altura de las circunstancias de los desafíos que se les planteaban. En su libro sobre la historia de la Revolución alemana 1918-23, Pierre Broué dice que el concepto del programa de transición, luego asociado a la Cuarta Internacional pero que tiene sus orígenes en la política hacia Alemania entre fines de 1920 y comienzos de 1921, es la traducción del leninismo a las condiciones del capitalismo avanzado, o la “occidentalización” del bolchevismo.
Esta táctica surge a partir de la generalización de una experiencia del Partido Comunista Alemán (KPD): su “Carta Abierta” a los restantes partidos obreros y las organizaciones sindicales llamándolos a movilizarse y realizar acciones conjuntas para enfrentar la crisis económica que era descargada sobre las espaldas de los trabajadores.
La consiga del Tercer Congreso fue “hacia la conquista del poder ganando previamente a las masas”. La oleada de posguerra había demostrado que, a pesar de la brutal crisis del capitalismo, esta no hace las tareas de los comunistas por sí sola, y que entre estos y las masas obreras hay una importante densidad de mediaciones políticas, los partidos obreros heredados del pasado, el enorme peso de las direcciones reformistas de los sindicatos que en los momentos decisivos logran que las organizaciones obreras se vuelvan un activo de la burguesía contra los propios trabajadores.
***
Existe lo que podríamos llamar el “marxismo de la Tercera Internacional”, cuya continuidad revolucionaria luego de que esta organización se volviera estalinista, la representan Trotsky y la Cuarta Internacional. Pero en particular, los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista representan la etapa más fecunda en la historia del socialismo científico. Si Trotsky en 1938 consideraba que “la crisis de la humanidad puede reducirse a la crisis de dirección revolucionaria del proletariado”, en la primera época de la IC es el momento en que más se acercaron sujeto social y teoría; movimiento obrero y marxismo.
Guillermo Iturbide
[1] Ver Lenin, Trotsky y otros, Marxistas en la Primera Guerra Mundial, Buenos Aires, IPS-CEIP, 2014, pp. 152-153.
[2] Este artículo ya fue publicado por el CEIP León Trotsky en 1999 y en 2008, pero originalmente fue publicado en Rusia en “Los 5 primeros años de la Internacional Comunista”. Puede leerse aquí “La situación mundial”.
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1 comentario:
http://grupgerminal.org/?q=node/1221 El lector puede disponer de la edición completa en castellano de Los cinco primeros años de la Internacional Comunista publicado en soporte digital por Edicions Internacionals Sedov.
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